Majes Siguas II: la negación de la realidad

Lo que sucede con el proyecto hídrico Majes Siguas II (en la región Arequipa) es desconcertante. Sin llegar a ningún acuerdo entre las autoridades y el concesionario de la obra, el 31 de agosto pasado venció el plazo para resolver de manera consensuada las discrepancias respecto a la adenda 13 del contrato, la que propone cambiar la tecnología del proyecto, de conductos abiertos de agua por conductos cerrados.

En este portal de opinión se ha explicado en numerosas ocasiones las ventajas del cambio de tecnología; entre ellas la reducción de pérdidas de agua, caída del nivel freático (agua acumulada en el subsuelo) por malas prácticas de riego –por uso excesivo del recurso hídrico–, menor consumo de agua, disminución de costos y, entre otros, incremento de terrenos cultivables por mayor agua disponible. No obstante las ventajas, las actuales autoridades y las que gobernaron Arequipa en los últimos periodos no lograron acuerdos con Cobra, la concesionaria del proyecto. Para ciertas autoridades y “especialistas” locales, el incremento de US$ 104.60 millones por la nueva tecnología les parece un abuso, un exceso, un aumento desproporcionado que no calza con la realidad.        

Para la desgracia nacional, somos el país de la hora undécima, del último minuto, del todavía hay tiempo y esperanzas. Los problemas no se resuelven, por el contrario se acumulan y el tiempo los hace crónicos y nos acostumbramos a convivir con ellos. Lo que sucede con Majes Siguas II es por la ineptitud, el desinterés y hasta un deliberado y canalla plan político para detener el desarrollo del sur. Las autoridades legalistas y tecnicistas carecen de capacidad para dialogar y ceder cuando los intereses superiores ameritan. No ven ventajas, ven escaramuzas. Gusta el pleito y salir airosos a como d+e lugar. 

El peruano medio, el que se hace de un puesto público, es también un lastre nacional. Demora en decidir o no decide, y si lo hace, decide amparado en normas diseñadas para detener el progreso. Mentes maliciosas escribieron nuestras leyes como si Perú estuviera poblado mayormente por criminales. El discernimiento e intuición –sabiduría natural– han sido desplazados de la vida diaria. Los mejores huyen de la administración pública porque las vendettas políticas son espadas de Damocles para el que intenta el uso de la razón en lugar de la norma y tramitología absurdas. 

Majes Siguas II pudo resolverse hace años; y hace rato, lo que parece gasto excesivo –US$ 104.60 millones para cambiar la tecnología– ya estaría disminuyendo la pobreza y el desempleo, generando puestos de trabajo y aumentando la renta nacional por exportaciones de frutas y verduras. El quid del asunto son los intereses particulares y políticos. Se ha denunciado intentos de apropiación de terrenos del proyecto. Asimismo, el discurso de la agricultura social, en lugar de la agricultura a gran escala y de exportación, se lo cree la ignorancia colectivista que aún existe en el campo y la ciudad.

Pero el culebrón no termina aquí. Ahora se anuncia “arbitraje de conciencia”, “tribunal de derecho”, para aparentar que no todo está perdido, que todavía –a lo peruano– existe una última tabla de salvación. La negación de la realidad al máximo. Lo cierto es que Perú pierde la mayor parte de demandas planteadas en tribunales comerciales (CIADI). En este caso, repetimos, por ausencia de gestión y habilidad para negociar, la controversia persiste y el Estado peruano desembolsaría indemnizaciones y gastos por defensa legal, montos que servirían para paliar necesidades nacionales. Mientras las autoridades locales crean esperanzas cada vez más lejanas. Y existen todavía quienes creen.