Luis Cáceres Álvarez
Los TucuyRicuy
Fotoperiodistas peruanos ayudan a colega Roberto Guerrero Espinoza
Era su deber informar todo lo que ocurría, ya sean situaciones comúnes o las más raras. Elegido por el Sapa Inca, el TucuyRicuy —el que todo lo ve y todo lo oye—viajaba cada año por el territorio que le habían designado para observar, tranquilamente, que se cumplan sus mandatos. El cargo no era eterno. Ni hereditario. Y hasta que lo consideraran necesario, no se daban a conocer.
Cientos de años después, se les llama de esa forma a los más respetados reporteros gráficos en el Perú, por su labor de capturar las imágenes de los sucesos cotidianos. Parece simple —pero no lo es—retratar procesos, estados o existencias caóticas, o las más exitosas de una sociedad. Roberto Guerrero Espinoza es chileno de nacimiento, pero peruano de corazón. Un reconocido fotoperiodista en su país de origen, donde trabajó en los diarios La Nación, Últimas Noticias y La Tercera. Llegó al Perú en el 2000 y el diario La República lo recibió. Desde entonces ha formado a varios fotógrafos jóvenes. Se nacionalizó hace un par de años, porque “el país no deja de asombrarlo”.
Si se logra captar y comprender la esencia de un evento, las fotografías llegarán a ser no solo documentales, sino también representativas. Eso le ocurrió a Guerrero en el 2005 cuando cubrió con una canon EOS10D el intento de golpe de Estado de un grupo de etnocaceristas liderados por Antauro Humala en Andahuaylas, que produjo la muerte de varios policías y rebeldes. Entre lo fortuito y lo inesperado, Guerrero exploró, acechó y cruzó el infierno. Y la fotografía que encabeza esta columna muestra el instante en que el ataúd con el cuerpo de un insurgente cae, queda abierto, y lo protegen, mientras la policía rodea a los participantes, entre gases lacrimógenos. La tituló “Sobre el dolor” y recibió el Premio Rey de España 2006, un antes y un después en su vida. Ahora Guerrero está en Chile, combate un tumor en el cerebro, y necesita apoyo económico y moral.
Los TucuyRicuy sienten la pegada por la delicada situación de salud del colega. Como también sucedió en el caso de Atoq Wallpa Sua (reportero gráfico de Perú 21), a inicios de enero de este año, por el disparo de perdigones por parte de la PNP, mientras cubría manifestaciones en Puente Piedra. Se está marcando una pauta solidaria en estos tiempos. Es el resultado de articular con las antiguas generaciones no solo un intercambio de conocimiento sino una fluida interacción. Y, por ello, se realizará una de las mayores exposiciones sobre fotoperiodismo en el país de los últimos años, este sábado 5 de agosto en el Coliseo Chamochumbi (jr. Espinar 300, Magdalena), desde las 5:00 p.m. hasta las 10:00 p.m.La muestra abarcará desde la experiencia en la época de la violencia política de los ochenta hasta los colectivos fotográficos que aparecieron en la segunda década de este siglo.
El evento se ha dividido en tres mesas. Una sobre fotoperiodismo, con Óscar Medrano (“Experiencias en la época del terror”), Jaime Rázuri (“Formando nuevos fotoperiodistas”), Melissa Merino Montoya (“Desafíos de una fotoperiodista en un mundo de hombres), Walter Hupiu Tapia (“Periodismo cívico. Ser freelance en estos tiempos). La segunda es sobre fotografía callejera, con Jean Paul Merino (“Perú StreetPhoto. Fotografía de calle en redes sociales”), Atoq Wallpa Sua (“Riesgos y límites de la fotografía callejera”), Pamela Carrasco (“Activismo. La calle como radio de acción) y Mauro Flores “La Nada” (“La realidad cotidiana e intervención de registro”). Y la tercera es sobre fotodocumentales, con Franz Krajnik (“La memoria como elemento de ensayo documental”), Roberto Cáceres (“La fotografía documental como un medio de sobrevivencia”), Nancy Chapell (“El retrato como documento social). De 5 p.m. a 7 p.m. habrá una revisión gratuita de portafolios, en la que cualquier fotógrafo podrá hacer revisar su trabajo por profesionales de muy alto nivel.
La fotografía no solo nos permite reconstruir la historia, la identidad y la memoria, sino también el tiempo y el espacio. Capturar infinidad de miradas y graficar los abusos es necesario para seguir pensando en la justicia. Que hablen, pues, los compañeros de trabajo, que hable el arte y crezca el espíritu de cuerpo. De este modo, se recaudarán fondos (la entrada general es de S/ 15, y para estudiantes S/ 10) para enviarle a la familia de Guerrero en Chile, para que solvente los gastos relacionados con el tratamiento médico.
Guerrero, durante siete años, retrató a las iglesias evangélicas en el Perú. Así, el año pasado le pidió a Franz Krajnik, fotoensayista de la comunidad de Uchuraccay, que lo ayudara con la edición de ese material. Él ya había preseleccionado entre 300 y 400 fotografías. Así, eligieron unas cincuenta para hacer una exposición, y ha quedado la posibilidad de publicar un libro. Lo esperamos entusiasmados.
Krajnik señala que Roberto siempre tuvo la inquietud de unir a los reporteros gráficos del Perú; y lo hizo con una suerte de asociación, la cual respaldaría movidas culturales y protegería los derechos laborales de este gremio, entre otros puntos. Pero la asociación no llegó a tener mayor repercusión, lamentablemente la gente no se sumó. “Ahora, tanto viejos como jóvenes estamos unidos”, dice Franz.
Por su parte, Atoq reflexiona: “Este tipo de actos es importante, más allá del lugar el que trabajemos o la nacionalidad, porque debe haber garantías de seguridad”. “Antes del disparo a Atoq se notaba que la generación de los 2000 andaba en lo suyo. Si bien es cierto que nos conocíamos, no había un puente real para compartir experiencias o eventos”, sostiene Pamela Carrasco. Dos integrantes fundadores de Jauría, red de colectivos de fotógrafos documentales. Confiemos en que cuando Guerrero regrese encuentre a la jauría de los TucuyRicuy reunidos en defensa de quien lo necesite porque la fotografía es energía, magia y sacrificio.
Luis Cáceres Álvarez
Fotografía: Roberto Guerrero
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