Los colectiveros

Los taxistas colectiveros son los transportistas informales que trabajan y viven al margen del Estado. Ellos tienen sus propias normas, como todos los que se dedican a las diversas actividades informales del país. El Perú oficial –a través del alcalde Muñoz, el Ministerio de Transportes, la novísima autoridad de tránsito y, por supuesto, la prensa oficialista– ha condenado la violencia de la movilización de los informales y ha celebrado el palo y garrote que les dieron por su agresiva protesta. Incluso hace unos meses elevaron a la categoria de heroe al alcalde de La Victoria quien perseguía sin piedad a los ambulantes provincianos y venezolanos que buscan huir del hambre y la miseria de los cerros y desiertos limeños. 

Sin embargo, en los diversos países que habitan el territorio peruano se percibe que el Gobierno persigue a los pobres que se ganan la vida honestamente. Los “provincianos” observan que los grandes empresarios compran partidos con el dinero de los ahorristas o accionistas para defender sus intereses, como en el caso de Keiko Fujimori y Susana Villarán. Sin embargo para ellos no hay palo, no hay garrote, y la gente percibe que la ley se adecúa a los intereses de los poderosos. El Estado de derecho es una discusión muy lejana para esos diversos países que ven a los “intelectuales limeños” como seres de otro planeta cuando los escuchan comentando o analizando doctamente las luchas por el poder de las fracasadas elites limeñas. Los “cholos de provincias” están en otro mundo.

La movilización ciudadana que está transformando a Chile políticamente, responde a una diferente y superior conciencia política de los chilenos, que cuestionan el modelo económico y político sostenido por la izquierda y la derecha chilena. No sabemos a dónde llevará este movimiento social al margen de los partidos políticos. Los chilenos posiblemente cambien el modelo económico y el país de Neruda vaya por la senda de la socialdemocracia reformista que recobra bríos en Europa y los Estados Unidos.

Esta posibilidad no existe en el Perú porque los movimientos sociales son diversos y las demandas son contradictorias. Los diversos pueblos informales quieren que el Estado no intervenga en sus vidas; ellos pueden conseguir su chamba al margen del Gobierno, como los colectiveros, los mineros informales o lo vendedores ambulantes. Sin embargo, por otro lado exigen servicios básicos: agua, desagüe, luz, saneamiento legal, salud, educación, transporte. Las demandas muchas veces son irracionales; los pueblos del Perú no luchan por una nueva Constitución todavía, luchan por sobrevivir.

Los colectiveros achorados expresan la forma de pensar, sentir y actuar de la inmensa mayoría informal que busca sobrevivir. Apalearlos y denigrarlos solo crea más resentimiento y odio hacia el Estado y los políticos incluso a los medios de comunicación que los presentan como potenciales delincuentes. No olvidemos que la informalidad económica y social ha creado un instintivo individualismo que ha evitado un gran estallido social. Parece que no vemos o no queremos ver que las causas políticas, económicas y sociales del surgimiento de la subversión senderista y tupacamaristas están vigentes. No vemos que la prensa presenta imágenes denigrantes de la clase política y empresarial, lo que impacta negativamente en todos los peruanos que están hartos de todos ellos.

Nadie en el Perú quiere un estallido social, nadie quiere el retorno a la violencia; pero parece que hacemos todo lo posible para que esto ocurra. Los peruanos saben que tenemos un Gobierno pintado en la pared y que los gobiernos regionales y municipales están en nada. Por el momento es la indiferencia que lentamente se está transformando en rabia.