Renatto Bautista
Los Catones de cristal
Reflexión sobre la fragilidad y la intolerancia en tiempos modernos
Vivimos en una época peculiar, donde cada vez es más común encontrar lo que podría denominarse la "promoción cristal". Este término alude a un fenómeno contemporáneo: la extrema sensibilidad e intolerancia frente a opiniones o generalidades, a menudo reflejo de un complejo de inferioridad.
Un ejemplo ilustrativo de esta tendencia ocurrió hace un año, durante una boda de jóvenes profesionales. Asistí como amigo cercano de la novia y, en una de las mesas, compartí con un grupo de señores mayores, quienes rondaban los cincuenta y sesenta años. En un intento por iniciar una conversación interesante, planteé la importancia de la fidelidad en el matrimonio. Para mi sorpresa, la reacción fue intensa: algunos de ellos me miraron con evidente enfado, casi como si los estuviera acusando personalmente de infidelidad.
Ante esta respuesta inesperada, aclaré mi postura: “Calma, hablo de manera general, no he dicho nombres ni apellidos. ¡Tomen valeriana!”. Esto desató risas, pero dejó en mí una inquietud. Esta breve anécdota es un reflejo de un fenómeno más amplio: vivimos en tiempos donde la susceptibilidad se impone, generando una legión de "ofendidos de todo y nada", verdaderos "Catones de cristal".
El término "Catón de cristal" que utilizo tiene su origen en la figura histórica de Catón el Joven (95 a.C. – 46 a.C.), un senador romano idealista y defensor de la República. Catón fue miembro de los optimates, facción que creía que el Senado debía ser el soberano político de Roma y que la ética debía guiar el gobierno.
Famoso por su integridad y su tenaz oposición a Julio César, Catón el Joven se convirtió en un símbolo de resistencia frente a lo que consideraba la tiranía. Sin embargo, su rigidez ideológica y su odio visceral hacia César lo llevaron a perder perspectiva. Tras la derrota de Pompeyo en la batalla de Farsalia (48 a.C.), Catón continuó resistiendo, pero finalmente, tras la victoria de César en Tapso (46 a.C.), decidió quitarse la vida antes que someterse al gobierno de su rival.
Catón nos recuerda el peligro de la intransigencia y la falta de tolerancia, actitudes que hoy parecen revivir en la forma de una sensibilidad desmedida ante cualquier opinión contraria.
En el Occidente actual, abundan aquellos que se ofenden fácilmente por un simple comentario, una publicación en redes sociales, un libro, e incluso una mirada. Sin embargo, olvidan que nuestra civilización fue construida por pensadores y líderes que defendieron con valentía el sentido común y la verdad, no por "personajes de cristal" que descalifican a quienes piensan diferente.
Estos "ofendidos profesionales", que pregonan democracia, respeto y tolerancia, frecuentemente caen en la contradicción de odiar, insultar y descalificar a quienes no comparten sus ideas. Su actitud recuerda el odio irracional de Catón el Joven hacia Julio César: una intransigencia que no construye, sino que destruye.
Es fundamental recordar que el totalitarismo comienza cuando alguien asume que su verdad es la única válida y pretende imponerla a los demás. Frente a esta postura, la historia romana nos ofrece una lección invaluable. Es necesario aprender de los clásicos de Grecia y Roma, leer y reflexionar sobre los valores que cimentaron nuestra civilización.
No podemos permitir que los "Catones de cristal" dominen el debate público con su intolerancia. En cambio, debemos fomentar el pensamiento crítico, el respeto por la diversidad de ideas y la capacidad de dialogar sin miedo a la confrontación.
Occidente no se construyó con fragilidad, sino con carácter, razón y valentía. ¡Que nunca falten quienes estén dispuestos a defender esos principios!
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