Manuel Gago

¿Libertad de mercado o libertad para concertar precios?

¿Libertad de mercado o libertad para concertar precios?
Manuel Gago
31 de octubre del 2016

No hemos sido aleccionados en valores democráticos

La idea de la economía libre es que en el mercado la gente pueda comprar los productos que desee en condiciones libremente pactadas, que se ajusten a su necesidad, con la calidad que pueda pagar, más baratos o más caros, escogiendo entre dos o más bienes o servicios a la vista en escaparates, impresos o páginas web.

Los estados controlistas niegan esa posibilidad de elegir, le imponen a la población lo que deben consumir, sin opciones diferentes. En esos estados totalitarios los monopolios se imponen, las empresas estatales producen lo que un grupo de burócratas elige, lo que debe consumir la población. Y las organizaciones privadas, sujetas a regulaciones y protecciones, hacen mercantilistas a los empresarios que lucran con la venia del todopoderoso gobierno, que lo controla todo de manera vertical. El abuso sobrevive en los estados que abandonan a los pobladores, débiles institucionalmente, dejando que los poderes fácticos controlen los destinos del país, haciendo que el exceso de regulaciones afecte la innovación y los intereses del consumidor.

La dictadura de Juan Velasco no terminó con Francisco Morales Bermúdez, pues todavía hay huellas profundas de su paso por la vida nacional. Por ella, las mayorías solo podían consumir lo disponible: leche en polvo ENCI y pan popular. Los asistencialismos calaron de tal manera que la gente todavía cree que el Estado debe responder por todas sus irresponsabilidades, sin que ellos asuman sus obligaciones. Esas inconsciencias son el pesado lastre que se cargará por muchos años más. ¡Justicia! se grita en las calles, reclamándole al Estado incluso por competencias que no le pertenecen.

Con sus defectos, los mercados abiertos favorecen mejor a la población. Aquí lamentablemente ni la población ni la clase dirigente fueron aleccionadas con valores libertarios. Se dijo que el mercado mismo regularía el transporte público, que el precio y la calidad de los servicios mejoraría por la exigencia de los pasajeros y por la competencia de las combis. Y no fue así. Por el contrario, todo se degeneró y todos se acostumbraron a servicios de pésima calidad. Igual con la educación, eso de universidades en el segundo piso de un chifa y colegios en las cocheras de las casas grafica la devaluación de la educación en un mercado libre que no se aleccionó de manera oportuna y convenientemente.

¿John Maynard Keynes tendría razón? ¿El mercado tiene la necesidad de intervención pública, el mercado librado a sí mismo no es autorregulador y engendra crisis y depresiones? Tal afirmación cobraría vida y la izquierda radical —el enemigo principal— se vale de ella para atacar el libre mercado. El ideal de las economías abiertas es el mercado regulado por si mismo. Ese mercado se debilita por la angurria de quienes, actuando con ventajas, imponen la ley del más fuerte. Así funcionaron las 150 empresas públicas creadas durante la dictadura de Velasco y así actúan las cadenas de farmacias que han “fijado precios por e-mail”, una muestra del desprecio por el mercado, la libre competencia y por los pobres. La salud es un gran negocio en todo el planeta y el paciente un cliente más.

Deberíamos contar con espíritus democráticos y libres, solidarios y de cooperación, educados en deberes por encima de los derechos. Con ellos la relación precio-calidad de los productos en competencia favorecería al consumidor, en un mercado sin interferencias ambiciosas.

 

Manuel Gago

 
Manuel Gago
31 de octubre del 2016

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