Heriberto Bustos
Las angustiosas elecciones del 2026
Es fundamental construir alianzas en defensa de la democracia
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Como es de conocimiento público, las elecciones generales para la renovación del gobierno en 2026, previa convocatoria oficial, se llevarán a cabo el domingo 12 de abril de ese año. En esta jornada se elegirán al presidente de la república, los vicepresidentes, así como a los representantes del Congreso y del Parlamento Andino para el periodo 2026-2031. La principal novedad de este proceso es la reinstauración del sistema bicameral, lo que implica que los peruanos deberemos elegir a 190 congresistas, distribuidos en 120 diputados y 70 senadores.
Si el país atravesara un momento de estabilidad social, política y económica; si contáramos con partidos sólidos en ideas y programas; si los organismos encargados del proceso fueran serios, responsables e imparciales; y si el gobierno ofreciera cierta estabilidad, las elecciones no generarían mayor preocupación. Sin embargo, la realidad es distinta, y hay varios factores que despiertan inquietud. Veamos algunos de ellos:
Según informes de las instancias correspondientes, más de cincuenta partidos y organizaciones políticas participarán en el proceso electoral. Esta proliferación de agrupaciones no solo resta seriedad a la contienda, sino que también refleja una crisis de representatividad. Desde hace tiempo, los peruanos nos hemos alejado de la clarificación política y del compromiso democrático, lo que se traduce en dificultades para ejercer nuestra ciudadanía con responsabilidad. Un claro ejemplo de esta precariedad es la renuncia de más de 1,000 alcaldes en ejercicio a los partidos que los llevaron al poder. Esto evidencia una preocupante mezcla de fragilidad ideológica, oportunismo político e irresponsabilidad ciudadana.
En cuanto a los organismos encargados de garantizar la transparencia electoral, recordemos que en los últimos comicios tanto la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) como el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) fueron objeto de críticas por su desempeño. La sombra de un supuesto fraude se instaló en el debate público, y, dado que poco se conoce sobre eventuales reformas en estas instituciones, no queda más que esperar que intereses ajenos al bienestar del país no contaminen el proceso electoral.
Otro aspecto crucial es la calidad del liderazgo político. Formar liderazgos requiere tiempo y consistencia, pero la debilidad estructural de los partidos hace que se enfrenten a un reto monumental: seleccionar a 9,500 candidatos para el Congreso (190 postulantes por cada uno de los 50 partidos inscritos). Esta cifra desmesurada hará que los cupos se llenen con postulantes improvisados, repitiendo el vergonzoso papel de muchos de los actuales congresistas. En cuanto a la elección presidencial, es probable que los electores se vean nuevamente obligados a elegir el "mal menor", una tendencia dominante en las últimas dos décadas, cuyas consecuencias están a la vista.
Desde el ámbito social, la situación no es menos alarmante. La delincuencia, la corrupción, el sicariato y la extorsión han crecido de manera preocupante, pese a los intentos oficiales por minimizar el problema. La extorsión ha trascendido el ámbito empresarial y ahora pone en peligro la seguridad de nuestros hijos. En el sector educativo, por ejemplo, a pocos días del inicio del año escolar 2025, la presidenta de la Asociación de Promotores de Educación Inicial y representante del colectivo Educar, Giannina Miranda, advirtió que 300 instituciones educativas han cerrado sus puertas debido a amenazas de grupos criminales. Paralelamente, la lucha contra la corrupción sigue sin avances significativos y afecta incluso al Poder Judicial, donde conflictos internos comprometen a la Junta Nacional de Justicia, la Fiscalía de la Nación y el Poder Judicial, con injerencias tanto del Ejecutivo como del Legislativo. Mientras tanto, el movimiento gremial parece haber cobrado un mayor protagonismo, con una agenda más política y sostenida.
A pesar de este panorama sombrío, el país no está estancado. Existen proyectos de gran envergadura, como la Línea 2 del Metro de Lima, la nueva Carretera Central, el megaproyecto del puerto de Chancay y la ampliación del aeropuerto del Callao, que buscan impulsar la economía y generar empleo. Sin embargo, muchos de estos proyectos han sido salpicados por la corrupción, lo que contribuye a una sensación de desgobierno. La nación parece navegar "al garete", con una marea baja que pronto podría convertirse en tormenta, mientras intentamos reparar un barco que hace agua por todas partes.
Por todo ello, las elecciones de 2026 representan una oportunidad de cambio. Participar en ellas no se reduce a postular como candidato; también implica que los ciudadanos de buena fe asuman un rol activo en la afirmación ideológica, en el ejercicio de una ciudadanía comprometida y en la toma de decisiones responsables. Es fundamental construir alianzas en defensa de la democracia y contribuir a erradicar la corrupción. Como bien señaló Winston Churchill: "El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones".
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