Martin Santivañez
La quinta columna

A propósito del caso Vilcatoma
Toda comunidad política tiene una quinta columna que busca la destrucción del orden establecido y la subversión de los principios sobre los que este orden se funda. La quinta columna se presenta, inicialmente, como un movimiento regenerador que busca la preservación política del entorno en el que actúa. Sin embargo, tarde o temprano el quintacolumnismo desnuda sus verdaderos propósitos, que en un inicio mantuvo ocultos bajo el velo de la renovación.
La izquierda revolucionaria terrorista y la izquierda caviar filoguevarista han sido dos movimientos esencialmente quintacolumnistas. La desviación ideológica izquierdista ha fomentado durante cuatro décadas la división del país en función a barreras artificiales. La exacerbación de las contradicciones se ha traducido materialmente en una política del odio. Y el odio político es la consecuencia natural de la desviación quintacolumnista. Para legitimar la traición, el quintacolumnista tiene que racionalizar su cainismo.
Por eso, el izquierdismo revolucionario y la progresía caviar elaboran sendas teorías legitimadoras en las que culpan de todos los males sociales a sus bestias negras: el Estado, la Iglesia y Fuerza Popular. El Estado peruano ha sido traicionado una y otra vez por estos movimientos quintacolumnistas ya que la unidad de la comunidad política es la premisa sobre la que se basa el desarrollo nacional. En concreto, la unidad de trayectoria y la unidad en el destino. El quintacolumnismo izquierdista ha minado la necesaria unidad que es la base de toda política de largo aliento.
Ahora bien, lo que sucede a nivel nacional no puede ser ajeno a la micro política partidista. Por su esencia rupturista, el quintacolumnismo se extiende también a los partidos políticos, foros de debate en los que se sintetiza el poder. Los partidos exitosos son capaces de controlar, dirigir y liquidar a sus quintacolumnistas. Un partido en forma siempre es consciente del peligro latente del quintacolumnismo. Identificar a un quintacolumnista se convierte, por tanto, en una estrategia fundamental para toda unidad de inteligencia partidista. La expulsión de un quintacolumnista recae, en cambio, en el área de la disciplina partidista y, en última instancia, en la cúpula de gobierno. Con todo, la quintacolumna siempre intentará legitimar su disidencia articulando un discurso maniqueo e intentando sembrar la división en el partido. Después de todo, el quintacolumnismo partidista es una subespecie del cainismo nacional.
Los cambios pueden ser momentos de crecimiento para una organización política. Este principio, valorado ya en el pensamiento político clásico, también se encuentra validado por la evidencia más reciente. Sin embargo, para que una transformación organizacional se convierta en un triunfo político se necesita de la correcta definición del escenario. Y de un cirujano de hierro. Lo de Vilcatoma no es una crisis institucional, es el control del viejo quintacolumnismo larvado que debe ser estrangulado en la cuna. Faltaba más.
Martín Santiváñez Vivanco
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