Iván Arenas
La que se nos viene
El “espíritu del tiempo” no da para centros, da para radicalismos

Es 19 de marzo del 2021. A lomo de caballo, Pedro Castillo hace su entrada a Chumbivilcas. Es una entrada triunfal: a caballo, como los viejos gamonales. Esta vez viene un profesor de la sierra norteña. No sabe hablar quechua, pero eso no importa. Hay un lenguaje simbólico comprensible. El escenario es un rito de la política.
Detrás de Castillo no vienen otros caballos sino camionetas de doble cabina con mucha gente en las tolvas. Hay una fila de camionetas. Es 19 de marzo, faltan pocos días para las elecciones de la primera vuelta. Las encuestas aún no colocan a Castillo primero, pero se observa una tendencia creciente. A ese día, Castillo ya habría superado a Verónika Mendoza, quien insiste en hablar sobre la “legalización del aborto”.
Decíamos que detrás de Castillo no venían caballos ni vaqueros, sino camionetas. Esas camionetas eran de mineros informales o de ilegales, otras camionetas eran de proveedores locales de empresas mineras de la zona, otrora comuneros pobres convertidos ahora en ricos capitalistas. Otras camionetas les pertenecen a empresarios locales constructores de Puno, Cusco, Apurimac –la “mancha india”– que lactan de las ubres corruptas de los municipios y regiones. Hay de todo, pero sobre todo hay dinero, logística y “capital humano”. Una buena pinta política cuesta alrededor de S/ 400 en la zona de Chumbivilcas. Hay dinero, mucho dinero.
En otros términos, digamos de buena sociología política, ese 19 de marzo, la izquierda –con Castillo a la cabeza– ha logrado la representación de un mundo distinto al Perú oficial (“uno de los dos países ha de helarte el corazón”, diría el poeta). En un mismo saco están mineros informales e ilegales como constructores que utilizan la corrupción de la obras y proyectos de municipios y regiones. Hay muchas de esas “obras” en cada municipio del sur peruano.
Ese 19 de marzo, Castillo ha logrado amalgamar en un solo sentido la estructura y la superestructura; la economía y la cultura. Las economías formales, informales e ilegales juntas (el Perú es un país con tres sistemas) con el resentimiento andino hacia el “proyecto neoliberal” que Lima “impone” desde 1992. El anti establishment económico y el anti establishment cultural juntos tocan fibra.
Ese 19 de marzo, Castillo no sabe aún la potencia nuclear de lo que representa políticamente. No lo sabrá nunca; aún hoy es un hombre pequeño que proyecta una gran sombra. Castillo se presenta como “conservador” en una sociología popular de instituciones conservadoras (no ley pro aborto, no legalización de la marihuana, no ideología de género), habla de un proyecto en el que “no habrá más pobres en un país rico”. Puno, la capitalista Puno, votará por él masivamente. ¿Socialismo? ¿Comunismo? “No, aquí votamos contra Lima”.
Lo que se nos viene es, altamente probable, lo mismo. La izquierda (sin procesarlo académicamente todavía) habrá de representar ese “sentir” anti establishment. Las economías informales e ilegales y los nuevos ricos del sur que creen ser los excluidos del establishment limeño apoyarán a otro Castillo. Puno, la “fenicia” Puno, votará por un “radical de izquierdas” y desde Lima, unos obtusos dirán que “no saben votar” y otros (dixit “caviares”) dirán que hay una “crisis de régimen neoliberal”. No obstante, a los empresarios puneños les interesa menos el Estado porque quieren más capitalismo y más comercio para devorarse a la “plurinacional Bolivia” hoy en problemas gracias al "modelo Evo".
En el arco de eso llamado "derecha" aún no se notan giros discursivos radicales y de ruptura, a pesar de que hay una sociología conservadora más afín a la derecha. Hay una "derecha popular rupturista" que no se reconoce en la "derecha", pero sí en lo popular y en lo rupturista. Toros en la mestiza Bambamarca, capitalismo del más duro, mercados populares, comercio, defensa de la familia y la comunidad, cumbia, huayno, la cultura del emprendimiento, orden, sobre todo mucho orden. Porque, señores, se puede ser anti establishment desde el propio establishment. ¿Aló Phillip? ¿Aló Porky?
El “espíritu del tiempo” no da para centros, da para representaciones radicales, de ruptura. ¡La que se nos viene!, si alguien sabe subirse al caballo de la representación popular.
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