La política plebeya y el “desprecio patricio”

Todo indica que la academia dominante en este país soslaya sobremanera dos categorías que se evitan analizar: el clasismo y el racismo. ¿Por qué afirmamos lo anterior? Veamos. A propósito del debate en el Congreso, días atrás, sobre la vacancia presidencial de Martín Vizcarra, en el que diversos parlamentarios expusieron sus ideas a favor o no, un sector de analistas, periodistas o blogueros, en las redes sociales, desarrollaron todo tipo de argumentos minimizando no solo la labor del Congreso, sino además burlándose de los propios congresistas. 

En resumen, la idea sostenida en este sector, en el que participan –como dijimos arriba– académicos, intelectuales y periodistas, es que en el Congreso hay un “ruma de ignorantes”. Podemos añadir que la hechura de este Congreso lleva la marca del Gobierno de Martín Vizcarra, que junto a estos mismos académicos, intelectuales y periodistas, alentó el cierre inconstitucional del Congreso anterior. Sin embargo eso es harina de otro costal.

Lo cierto es que, desde mucho tiempo atrás existe un “desprecio o clasismo patricio” de la élite cultural, académica y política –de izquierda y derecha– con respecto a las formas y propuestas del Congreso. Si consideramos que en los últimos años en el Perú ha emergido una nueva sociedad de clases medias, mestizas y de origen andino, entonces podemos decir también que ha surgido una política plebeya que trata de expresarse en diversos partidos o movimientos políticos, no obstante no tener una representación clara.

El “desprecio o clasismo patricio” a la política plebeya ha sido una constante en la historia republicana. Vale recordar también cómo el Apra, un partido que representó a la política plebeya de los primeros años del siglo pasado, fue vetado por el establishment de la partidocracia de la república aristocrática. En los últimos años, para ser honesto, ese “desprecio o clasismo patricio” alcanzó también al fuerzapopularismo, un partido que congregaba a las clases medias emergentes y clases populares. Basta recordar la arraigada frase “chapa tu taper”, como insulto al votante naranja. Quizá, para puntualizar, solo el Apra, representando a aquella clases emergentes, ha constituido un proyecto frentista y republicano, discusión que merece otra columna.

En el fondo el desprecio patricio se arraiga en la idea de que, por sus formas y procedencias, los “ignorantes” –los “becerriles fujimoristas” o “los desinformados fanáticos” (dixit Cateriano), entre otros– son una amenaza para la democracia. No obstante que este, como los congresos anteriores, se parece mucho al Perú de clases medias regionales y populares que exigen un lugar en la política, a pesar de los vetos clasistas.

El “desprecio o el clasismo patricio” llega a tanto que, de pronto, pareciera también que los males republicanos (corrupción, sobre todo) recaen y se reproducen en los partidos que se parecen más al Perú real. Basta ver la ruma de comentarios contra Frepap, UPP, el fujimorismo, etc., cuando han sido las élites y sus grupos empresariales las causantes de la enorme corrupción de los últimos años. Mientras que en el Perú se desarrollaba la “constructocracia” que “aceitaba” a Toledo, Villarán y Humala, en el mundo popular se fortalecía el capitalismo popular-informal. Esos emprendedores eran calificados despectivamente por la academia como “los transgresores”.

Marx explicaba que la alienación eran “esas distorsiones que causaba el sistema capitalista dominante en el ser humano”. De allí, el posmarxismo tomó la alienación a través de la cultura a las clases dominadas: tú piensas como yo quiero que pienses. Recordamos todo lo anterior porque el “desprecio o el clasismo patricio” ha sido aceptado por una parte de intelectuales que, no obstante su procedencia mestiza, aceptan y defienden una ideología del establishment contra la irrupción plebeya.