La peruanísima inmadurez y cortoplacismo político

En el péndulo electoral se sabe que pasado el periodo para el cual un gobierno fue elegido, los que mayores posibilidades de asumir la responsabilidad de la conducción del país son los antagonistas, los opositores. En el mundo democrático, y en especial en nuestro país, esta ha sido una suerte de regla que se ha cumplido a lo largo de este siglo en que tuvimos un periodo excepcional, un ciclo democrático como pocos en nuestra historia republicana.

Es así que, a Alejandro Toledo, que tuvo en Alan García un formidable opositor, no solo con bancada parlamentaria sino con doce gobernadores elegidos el 2012, lo sucedió éste. Luego Alan García, quien igualmente tuvo al frente a un entusiasta Ollanta Humala, le dejó la posta al líder del nacionalismo. La izquierda que llegó así al poder en el 2011 cedió la posta luego a Pedro Pablo Kuzcynski quien obtuvo la presidencia en una lucha reñida con Keiko Fujimori. Una segunda vuelta entre Peruanos por el Kambio y Fuerza Popular ratificaba la regla del recambio político mediante la vía electoral: el opositor, también antagónico en materia ideológica, era quien asumía el poder en las siguientes elecciones. Fue así hasta que irrumpió la traición de un sujeto de la calidad moral de Martín Vizcarra. Desde allí hasta ahora nada volvió a ser igual.

Una plancha de izquierda triunfó el año 2021, con Pedro Castillo y Dina Boluarte, ambos conspicuos militantes de izquierda. Como la lealtad es una virtud en peligro de extinción en nuestro país, muy pronto Dina Boluarte se convirtió en enemiga acérrima de Castillo culpándolo inclusive de todos sus males. En ausencia de opositores sea en el Congreso, sea en la lid electoral, Dina Boluarte tenía que fabricarse uno y optó por Pedro Castillo. A continuación Dina Boluarte empieza a apoyarse en las fuerzas políticas que perdieron las elecciones: Fuerza Popular, Avanza País, Renovación Popular, Alianza para el Progreso. En lugar de unirse y pulverizar de una vez por todas a la izquierda demostrando su corrupción e incompetencia, estas fuerzas de derecha o centro derecha se convierten en soporte de Boluarte. Para el pueblo el escenario queda muy claro: este es un gobierno de derecha. La izquierda lo sabe pues es consciente que sigue en el poder y esta interpretación la beneficia. Y se aprovechan de aquellos a quienes consideran como tontos útiles. En ese grupo también entran los intereses de uno que otro partido tradicional. Y también aquellos que, sin que nadie se los pida, se escandalizan si se hace una crítica a Dina Boluarte.

El resultado es previsible: el próximo gobierno tiene altas probabilidades que sea de izquierda y que tenga la legitimidad para convocar a una Asamblea Constituyente. Es el resultado de ser una democracia inmadura incapaz de aprender de sus errores y sobre todo peruanísimamente cortoplacista.