Arturo Valverde

La perra de Chéjov

La “humanización” como técnica narrativa

La perra de Chéjov
Arturo Valverde
13 de noviembre del 2019


Si me pidieran elegir a los escritores que, a mi parecer, ocupan un lugar relevante en el cuento, esos autores serían Guy de Maupassant, Antón Chéjov y Sir Arthur Conan Doyle. Antes de continuar, quiero advertir al lector que no soy un doctor en letras ni ejerzo la crítica literaria. Estas son solo mis impresiones como lector y escritor, y el resultado de mis años de estudio personal y curiosidad por este género narrativo.

Este trinomio son los mejores referentes y maestros para quienes desean adentrarse en el cuento. Entre las principales razones está la variedad de los temas que desarrollan, en especial porque parten de situaciones cotidianas desde las cuales el escritor puede profundizar sobre la conducta humana. Esas situaciones “irrelevantes” o cotidianas las vemos con mayor acento en las obras de Maupassant y Chejov. En el caso de Conan Doyle también encontramos esa variedad, pero siempre poniendo énfasis en el asombro y la aventura, como lo muestran la serie de cuentos históricos, espeluznantes, de intriga y misterio, de aventuras, de box, de la vida militar, de la vida marinera, de médicos y cirujanos, entre otros.

Pero, además, la importancia de estos autores radica también en la técnica literaria que ejecutan con gran maestría. En esta oportunidad mencionaré solo un caso, el cuento Kashtanka de Antón Chéjov, en el que trataré de describir la “humanización del objeto” en la narración. Es decir, esa “técnica” por la cual podemos atribuirle a un objeto o un animal, características humanas, con el propósito de despertar una mayor sensibilidad por parte del lector hacia el objeto central de nuestra narración; lo que, además, podría llevarnos a que el propio lector, que es humano, se identifique con tal o cual personaje. Pongo entre comillas el término técnica porque es evidente la intencionalidad el empleo de un recurso literario por parte del escritor en este cuento, que le permitirá cumplir la meta o el propósito de su narración.

Chéjov nos cuenta la historia de una perra que se extravía, luego cae en manos de un hombre que adiestra animales en trucos y piruetas para el entretenimiento del público. Y por último, el cuento termina con el regreso del can al hogar de su verdadero dueño. El autor ruso, para acercarnos más a esta perra Kashtanka, la presenta así: “Una perra joven, pelirroja, cruce de pachón y de mastín, muy parecida de morro a un zorro, corría adelante y atrás por la acera, mirando inquieta a ambos lados. A veces se detenía y, entre gemidos, alzaba ya una ya otra de sus ateridas patas, tratando de comprender cómo había sido posible que se hubiera perdido”. Aquí el primer rasgo humano a atribuirse a Kashtanka es: la comprensión.

Luego de una descripción sobre el momento en que se pierde el can, lo que será importante para darle mayor peso a la situación en que se encuentra, como un niño que se aleja de su madre hasta perderse, Chéjov culmina la primera parte de su cuento con un brillante remate:

Cuando se hizo totalmente de noche, Kashtanka fue presa de la desesperación y del terror. Se arrimó a un portal y empezó a llorar amargamente. El recorrido de toda la jornada con Luká Aleksándrovich le había fatigado, orejas y patas le dolían de frío, y por si esto fuera poco, tenía un hambre feroz. En todo el día solo había tenido ocasión de masticar dos veces: había comido un poco de engrudo en casa del encuadernador y había encontrado un pellejo de salchichón junto al mostrador de una taberna. Nada más. De haber sido una persona, sin duda alguna habría pensado: ¡No, así no es posible vivir! ¡Mejor pegarse un tiro!

Con esas últimas líneas: “De haber sido una persona, sin duda alguna habría pensado…”, Chéjov logra “humanizar” por completo a Kashtanka. Luego, ya “humanizado” el personaje, podrá llevarlo con su imaginación a los lugares que él desee a lo largo de su cuento, hacerla pasar penurias, hambre, dolor, tristeza, conocer amigos en el camino, y demás.

Este caso, desde mi punto de vista, es un claro ejemplo de cómo se logra “humanizar al objeto” o personaje central de nuestra historia, con el propósito de describir una conducta humana a través, en este caso, de una mascota. Pero, también podría ser aplicado a un objeto inanimado, como un espejo, un máscara, una escultura… Al menos, esto es a lo que he llegado como conclusión por mis lecturas. Así, pues, podríamos enumerar los rasgos y características del vecino, amigo, o de uno mismo, y atribuirlas al objeto o animal de nuestra predilección, o que se ajuste más a nuestra intención narrativa.

Sin duda alguna, un brillante cuento de uno de los más brillante escritores, Antón Chéjov, que vivió entre fines del siglo XIX y principios XX. Algo curioso, tanto Chéjov como Conan Doyle fueron médicos. Espero poder ocuparme de Conan Doyle y Maupassant, en otra ocasión, y compartir con cada uno de ustedes algunos de mis apuntes, reflexiones o impresiones sobre los cuentos de estos tres grandes autores.

Arturo Valverde
13 de noviembre del 2019

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