Carlos Adrianzén
La opresión avanza
El socialismo y el mercantilismo nos han llevado al fracaso económico y a la corrupción burocrática
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Somos, a inicios del tercer milenio, una sociedad de gentes fundadamente infelices.
Y es que vivimos oprimidos y nuestros ingresos por persona son muy bajos. Aunque se nos machaque lo contrario desde la escuela, nada cambia que nuestro ingreso por persona equivalga al catorceavo del similar de un suizo. En el Perú actual demasiada gente no accede a una alimentación completa, ni vive bajo entornos con adecuados niveles de vida o seguridad ciudadana, ni a servicios de salud, previsionales o educativos siquiera aceptables.
La raíz de todos los males
La clave de este asunto nos refiere a nuestros antecedentes como nación. En nuestro himno nacional cantamos pasivamente que somos libres. Pero buscamos o toleramos, con indeseada recurrencia, gobiernos que –en los hechos, no en la retórica– nos oprimen.
Nuestros últimos seis siglos previos a la aparición de la República (me refiero al incanato tahuantinsuyano y al virreinato español) , nos recuerdan que provenimos del mestizaje entre una sanguinolenta dictadura socialista y un deteriorado imperio mercantilista.
Estos antecedentes históricos aportan lógica a lo que nos sucede hoy. Es juicioso enfocar al socialismo y al mercantilismo como lo que son. Regímenes de burda opresión económica y política. Regímenes que solo pueden extraer y no buscan incluir. Que siempre llevan al fracaso económico y a la corrupción burocrática. Por esto nada lleva a la sorpresa en nuestros 206 años de fracaso económico consecutivo desde 1821.
No resulta casualidad que nuestras preferencias resulten incompatibles con lo democrático. La democracia es solo eso: implica referendos donde se decide sobre las leyes y políticas de la sociedad y/o puede implicar la participación en la selección de representantes para la toma de decisiones. En ello, siempre implica la persecución del ideal de Libertad. No de la opresión o el abuso. En el Perú no buscamos el ideal de libertad. Nos han educado repitiendo que la libertad no se come, cuando no se come bien sin alta libertad. No es casual pues que los cubanos, bolivianos, venezolanos y nicaragüenses sufran de hambre y atraso.
Desde que se publican cifras de índices que miden la cercanía de nuestros niveles de respeto a Libertades Civiles o Derechos Políticos; nuestras cifras son de espanto.
Desde el 2011 al 2023, con índices que apenas se ubican por encima de la mitad del ideal –ver gráfico Uno–, el Perú no configura nada cercano a un régimen democrático.
Dejando de lado nuestra tradición verbal y autocomplacencia, es sano que reconozcamos que no somos hoy una república democrática.
Es más, el drástico avance reciente de la opresión política no es siquiera tema de mayor comentario. La opresión política es parte del paisaje. Sentimos que somos libres, siéndolo cada vez menos. El más citado filósofo totalitario de todos los tiempos –el alemán Karl Marx– estaría feliz. Parecemos conscientes de nuestras necesidades.
La izquierda otra vez tomó el control
Desde el tránsito de una centro izquierda al estilo fujimorista a una izquierda desatada, transitando en los aciagos tiempos de la gestión de Ollanta Humala –y su consorte– a la fecha, el deterioro de la libertad de los peruanos –medida en este ámbito por la Heritage Foundation– también ha sido pronunciado (ver Gráfico Dos).
Si bien en términos políticos en Perú es catalogado como ni chicha, ni limonada (la Freedom Foundation nos clasifica hoy como una nación solo parcialmente libre), en planos económicos seríamos una suerte de valor deteriorado.
El auge opresor de las medidas tomadas en la pandemia y las continuas antirreformas de las administraciones de Humala, Kuczynski, Vizcarra, Castillo y Boluarte nos alejaron cada día de ser una economía de mercado. Y esto se contrasta con el masivo abandono del orden público, el colapso de la inversión y la explosión de la corrupción burocrática y la pobreza.
La pregunta del millón
Un lector reeducado puede repetir, suelto de huesos, que no le importa esta data. Datos que contrasta cuan significativamente se ha reducido la libertad de los peruanos.
Que no le importaría mucho lo que el Gráfico Tres le recuerda. Que la pérdida simultánea de libertades económicas y políticas bajo la gestión de estos gobiernos de izquierda ha estancado el país y enervado la incidencia de pobreza.
Que él siente; que él cree; que es necesario continuar cayendo.
Que el Perú es así. Que el gobierno es solo un botín político para dizque redistribuir –socialismo– o para ayudar a ciertas empresas amigas –mercantilismo–. Pero olvida que, justamente, porque el Perú republicano fue así desde 1821, descubre la razón por la que nos hundimos en mares de estancamiento y corrupción. Es decir, la razón por la que hoy somos –comparativamente– mucho más subdesarrollados que cuando los españoles nos abandonaron.
El corolario de estas cifras post humalistas es simple: ¿continuará acaso el avance de la opresión? Perdón… de la erosión sostenida de nuestras libertades políticas y económicas. ¿Persistiremos cayendo en ciclos opresores y correctores (estos últimos incompletos y efímeros), donde siempre los retrocesos serán mayores a los avances?
¿Seguiremos bajo la secuela de gobiernos –etiquetados a la moda del momento o a gusto del cliente (liberales, de centro, justicieros o socialistas)–? Todos socialistas-mercantilistas con variantes.
Hartos & asqueados
Si Orwell tuviese razón (eso de que el pasado controla el futuro), estaríamos fritos. Como Cuba o Venezuela. Pero soy optimista. 206 años de fracaso largo placista ya fueron suficientes. Los peruanos estamos hartos y asqueados. No necesitamos otro aventurero. Mayoritariamente queremos un ambiente donde nadie debería poder abusar. Al estilo del Sistema de Libertad Natural Clásico. Un ambiente donde ningún burócrata nuevo rico –o enchufado– pudiera cholear a nadie.
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