Guillermo Molinari
La mente de los dictadores frente a los votantes democráticos
Muchos dictadores se encuentran en la frontera entre neurosis y psicosis
En los últimos días, saliendo en horas avanzadas de trabajar, abordé taxis por aplicativo y en varias oportunidades me encontré con conductores de nacionalidad venezolana, y tuve la oportunidad de dialogar con ellos durante la trayectoria a mi destino. Cada uno de ellos con sus propias historias, unos profesionales y otros empresarios en su país, pero que tuvieron que dejar su terruño por razones de presiones políticas o por quedar en quiebra con sus empresas. Pero en todos los casos con incertidumbre y desconcierto de lo que viene ocurriendo en su patria.
Nuestra conversación comenzó a versar de los acontecimientos sobre la situación en la que se encuentran sus familiares en Venezuela, sus deseos de retornar a su país, de recobrar la democracia, en particular la conversación que me lleva a escribir este artículo fue con el último taxista. Tenía una empresa de vigilancia en Venezuela, pero las medidas de los últimos seis años la llevaron a la quiebra. Me relataba que tenía 37 años de los cuales había vivido 25 años en un régimen chavista. Indicaba que los primeros años con Chávez todo parecía bonanza, que su país crecería y que les depararía una vida de calidad; pero mientras transcurría el tiempo las acciones populistas del gobierno fueron cambiando las perspectivas de una vida en libertad y crecimiento.
Es así que me pongo a revisar una serie de artículos muy interesantes, el primero que nos habla de cómo funciona la mente de los dictadores. En 2018 un estudio importante habló sobre el Índice de Democracia nos indicaba que un 35.6% de la población (un poco más de dos mil millones de habitantes), se encuentran bajo un régimen autoritario. Muchos investigadores se han visto motivados a preguntarse ¿cómo funciona la mente de un gobernante autoritario?
Se ha encontrado, según la neurociencia, que en el lóbulo frontal inferior del cerebro se localiza un circuito, que no permite los impulsos agresivos, en donde las amígdalas son el centro principal de una red neuronal donde se regulan el miedo, la rabia y la memoria emocional. Se ha encontrado que cuando este centro está malformado o dañado, las personas quedan predispuestas a comportamientos impulsivos o psicopáticos. Por tanto, actividades que satisfacen a la mayoría –como puede ser leer un libro o recrearse con la naturaleza–, no tiene ningún impacto en una persona con amígdalas subdesarrolladas”, escribe James Fallon.
Otros investigadores como Seth Davin, indica que un caudillo opresor reboza de confianza, generalmente se comporta como un ser sádico y tienen un apetito insaciable de poder, por otro lado, John Gunther nos dice “todos los dictadores son anormales y la mayoría de ellos, son neuróticos”.
Mientras que Post, sostiene que a menudo muchos dictadores sufren patologías borderline; es decir que se encuentran en la frontera entre neurosis y psicosis. “Son individuos que pueden funcionar de manera perfectamente racional, pero que, en determinadas condiciones de estrés superan el límite, sus percepciones se distorsionan y esto se refleja sobre sus acciones. Esto suele ocurrir cada vez que pierden o incluso si ganan. Y el único público que cuenta para ellos es… el espejo”.
Solo tomando a estos investigadores podemos ir afirmando que un dictador se ve dominado por un cerebro reptilíneo situado en el tronco encefálico lo que le hace asumir conductas de dominio, agresividad y defensa de lo que él considera su territorio, personas sin escrúpulos para cometer actos violentos y tomar decisiones extremas sobre la vida de otras personas.
Por el otro lado tenemos, cómo funciona el cerebro del votante que elige a un candidato, que ocurre en nuestros cerebros al momento de estar frente a la urna, porque nos inclinamos por un candidato u otro en unas elecciones. Hoy las investigaciones nos indican que la decisión no solo se debe a la valoración de factores históricos, políticos, socioeconómicos y culturales, sino también de mecanismos cerebrales de toma de decisiones.
Generalmente muchos ciudadanos no siempre están claros a quién hay que votar, porque en muchos casos la evidencia de la información no está clara y se desconoce con qué grado de veracidad habla cada candidato. En elecciones difíciles como la que ha ocurrido en Venezuela, ya existen varios estudios internacionales, basados con experimentos realizados con técnicas de neuroimagen, que nos muestran cómo el cerebro en algunas ocasiones no puede funcionar de forma racional y entonces es cuando recurre a distintos atajos. la imagen que proyectan los políticos es uno de esos atajos”. Por ejemplo, la expresividad emocional y la postura del rostro de un candidato son también aspectos clave en grandes decisiones como estas», comenta el neurocientífico. «El procesamiento que el cerebro lleva a cabo a partir del rostro de una persona para generar una atribución de confianza o desconfianza es espontáneo y automático”.
La forma de expresarse, los movimientos faciales, el moverse sobre la tarima, el tono y el ritmo de la voz mientras discursea, son todas estas actitudes potentes cuando el votante se ve influenciado. Gracias a las asociaciones neuronales, cada experiencia que tenemos el cerebro la guarda de forma inconsciente en sensaciones positivas o negativas, y de aprobación o rechazo. «Cuando se repite una situación similar, se activan estas conexiones cerebrales y ya se produce una reacción intuitiva de aprobación o no de la situación”.
Durante años las poblaciones del hermano país se dejaron influenciar por las acciones populistas, los diálogos a los que los dictadores acuden y afirman siempre tener la razón, se sienten infalibles, y si no les resulta acuden a la amenaza extrema y acciones contra los derechos humanos.
Actualmente contamos con buena información desde la neurociencia, como la educación impacta nuestro cerebro y nos permite desarrollar nuestra corteza cerebral y en especial la zona prefrontal comprometida de el desarrollo de nuestras capacidades de: análisis y opinión, de emisión de juicios de valor, de autorregulación de nuestras emociones, de percepción objetiva de nuestro entorno, pero principalmente a controlar los impulsos de las amígdalas cerebelosas (alarma, miedo y agresión).
Aprovechando esta ocasión permítanme compartir varias interrogantes que los educadores debemos poner atención: ¿Cuánto de nuestra tarea la orientamos a desarrollar esas capacidades que nos permitan que nuestros alumnos autorregulen sus emociones y desarrollen una buena salud mental? ¿Están preparados y formados nuestros maestros para desarrollar un trabajo pedagógico y didáctico que ayude a desarrollar las capacidades mencionadas? ¿No estaremos formando pequeños dictadores al descuidar el desarrollo de estas áreas importantes de nuestro cerebro?
“Las emociones, en definitiva, son la base más importante sobre la que se sustentan todos los procesos de aprendizaje y memoria (Mora, 2013), yo agregaría que nos ayuda a desarrollar buenos y productivos ciudadanos respetuosos de las normas y la libertad”.
COMENTARIOS