Jorge Morelli

La madre de la corrupción es la marea global del dinero

Hoy es necesario un retorno al “patrón oro”

La madre de la corrupción es la marea global del dinero
Jorge Morelli
23 de noviembre del 2022


En las últimas décadas se ha globalizado la corrupción junto con las comunicaciones, los mercados y las monedas. La corrupción se ha globalizado al mismo tiempo en el ámbito público y en el privado, tanto en el mundo emergente como en el desarrollado. La madre ha sido la disponibilidad global ilimitada de dinero, un océano de crédito a bajísima tasa de interés que en los últimos 30 años convirtió en artificialmente viables un vasto número de megainversiones estatales, privadas y público-privadas que no eran necesarias y que habrían sido económica y financieramente imposibles de otro modo. En el Perú, la refinería de Talara y el Gasoducto del Sur son casos emblemáticos.

El  desarrollo es como la agricultura: no es una máquina por destrabar. Pero se impuso la narrativa falsa de la supuesta liberación de fuerzas productivas trabadas por intereses creados. Así se gestó en el mundo emergente –el latinoamericano especialmente– una agenda orientada por la decisión política y no por el mercado, ajena a la realidad y financiada con recursos públicos y la complicidad mercantilista privada.   

El mecanismo de la corrupción instaló luego, país por país, sus cuatro patas hoy ya conocidas por todos: la lista de los megaproyectos, los clubes de la construcción, los operadores de la gestión para que las obras fluyan y, finalmente, el financiamiento electoral de los partidos políticos que llegarían al poder para que el ciclo recomenzara, mientras la farsa del carnaval democrático continuaba. 

El proceso perverso de la corrupción tiene raíces locales en todas partes. Pero habría sido imposible sin la marea de dinero barato que el sistema financiero global generó para colocarlo luego a como diera lugar, en proyectos inviables y papeles sin valor ante los ojos de la ciudadanía, asombrada por el truco de magia.  

Los síntomas se presentaron ya a inicios de los ochenta. El colapso de la deuda impagable de América Latina trajo consigo la explosión de la corrupción, el populismo y la demagogia en la región; y fuera de ella, la complicidad del sistema financiero. Luego llegarían las burbujas globales, que se sucedieron unas a otras hasta el colapso de la de 2008, la mayor de todas hasta esa fecha. 

Lejos de frenar la marea de dinero, la crisis de 2008 la multiplicó. Evitar la destrucción del aparato productivo fue la consigna. Fue el precedente también del gasto público en subsidios masivos durante la pandemia global de 2020 para impedir nuevamente “la destrucción del aparato productivo”. Tampoco hubo críticos. Esto fue asumido con resignación como un mandato moral en todas partes.

Hoy, la inflación consecuente no deja a los bancos centrales otra salida que parar la marea de dinero como sea. Sin el consuelo ya del discurso liberal de Thatcher y Reagan siquiera, el alza brutal de la tasa de interés de la Fed está destruyendo el aparato productivo. Ya no hay más remedio desde que esto no se hizo de manera ordenada cuando se pudo. Si el mecanismo enfermo de la corrupción no se detiene hoy, la economía global seguirá recayendo en el colapso de burbujas cada vez mayores y habrá más guerras comerciales, monetarias y reales por el control de los recursos naturales.

Parece evidente hoy la necesidad de un nuevo Bretton Woods que siente las bases para la economía global del siglo XXI, como lo hizo Keynes en 1944 para la segunda mitad del siglo XX. El fundamento de este segundo Bretton Woods será un retorno al “patrón oro”: atar las monedas globales al oro o a lo que haga sus veces en el futuro, lo que permitirá una salida ordenada de la ficción del “patrón-dólar” y el restablecimiento de un refugio global para el valor económico.

El proceso que ha asolado la economía mundial por 50 años nació de la decisión política de Richard Nixon de romper el vínculo del dólar con el oro a la tasa fija de US$ 35 por onza de oro. A causa de la marea de dinero que eso generó, hoy esa misma onza de oro vale US$ 1,700. En el camino de este proceso la corrupción estalló para escapar luego de todo control.  

No hay que equivocarse. La corrupción es parte de la naturaleza humana. Si no se la mantiene a raya, toma todas las instituciones. Castigar ejemplarmente a todos y cada uno de los corruptos, sin embargo, no acabará con ella. No basta. Si el agua se cuela dentro del bote, repara el casco, no culpes al agua.

Jorge Morelli
23 de noviembre del 2022

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