La legítima defensa de Israel

El conflicto Hamás-Israel tiene miradas encontradas, dependientes de las creencias religiosas y posiciones ideológicas de los observadores. No obstante, el abecé de todo ser humano justo, desprendido de cualquier posición, enseña a rechazar sin consideraciones al terrorismo, venga de donde venga. 

Y el abecé de todo cristiano enseña a reconocer la condición de Israel anunciada en el Antiguo Testamento: pueblo elegido, separado del resto. “Jehová tu Dios te ha escogido para ser pueblo suyo de entre todos los pueblos” (Deuteronomio 7:6). A la luz de las Escrituras, el destino de Israel no es el de un país cualquiera. Desde el principio fue una nación sin patria, de esclavos y sometidos, para después vagar por el desierto en busca de la tierra prometida. Estuvieron dispersos en todo el planeta hasta que, en 1947, la ONU reconoció al Estado de Israel recién formado. Desde entonces es atacado por sus enemigos con la intención de desaparecerlo de la faz de la tierra. Además es aliado de Estados Unidos, lo que, por cuestiones puramente geopolíticas, les añade más odio a los judíos. 

En un contexto de fe, después del reciente y sanguinario ataque de Hamás, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu –señalado como ultranacionalista y ultraderechista– ha pronunciado un alentador discurso: “Y mírenos: la nación de la Biblia, los esclavos de Egipto, todavía estamos aquí. ¿Quién es Hamás para asustarnos? Hemos sobrevivido al faraón, a griegos, romanos, a la inquisición, a Rusia, a los nazis, a Saddam y seguiremos sobreviviendo a los enemigos de hoy”. 

Hamás es una organización terrorista, cruel y despiadada. Incumple el Protocolo Adicional a la Convención de Ginebra para la Protección de las Víctimas de Conflictos Armados. La Convención señala que las partes en conflicto no deben utilizar a la población civil para proteger objetivos militares. Razón por la que Hamas es condenado por el “uso inmoral e indigno de niños y mujeres palestinas como escudos humanos”. Los fundamentalistas de Hamas son acusados de crímenes contra la humanidad, contra civiles indefensos de los que no se ocupa la hipócrita izquierda mundial. 

Israel responde a los ataques. Actúa en legítima defensa. Esa respuesta es usada por esa izquierda para torcer la realidad. Por la propaganda antisemita desplegada desde mucho antes, la víctima es vista como el victimario. Los terroristas de Hamás, como los de Sendero Luminoso, aparecen como héroes por obra y gracia del marxismo y la progresía global. 

El Gobierno israelí activó todos los mecanismos necesarios para la unidad total contra el terrorismo criminal. Todo indica que no aceptará las exigencias de los terroristas islámicos, que tienen sometidos y expuestos a los peligros de la guerra a los pobladores de la denominada franja de Gaza. Sin embargo, la urgente y necesaria unidad reclamada por Netanyahu no sería tal. La oposición israelí tiene otra mirada de los eventos y plantea, como antes, concesiones. Se niega a ser parte de un Gabinete de fe, unidad y guerra. 

Israel es el único país democrático en Oriente Medio, un oasis de frutas y verduras, de ciencia y tecnología, de desarrollo económico y cultural en medio de enemigos pobres, desorganizados y fanáticos religiosos que avasallan con violencia a naciones enteras. La palabra escrita en los albores de la humanidad se hace vigente entre los judíos: “Como las aves que vuelan, así amparará Jehová de los ejércitos a Jerusalén, amparando, librando, preservando y salvando” (Isaías 31:5).