Berit Knudsen
La isla, legado del sistema soviético
El protagonismo de Cuba en el Foro de Sao Paulo
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Fidel Castro no fue el líder mesiánico que apareció de la nada. Es el resultado de un largo trabajo desarrollado por la Unión Soviética desde épocas de Lenin. Tan simple como realizar una revisión histórica para entender este proceso.
Luego de la caída de los zares en 1917 y el triunfo bolchevique liderado por Lenin; se forma en 1919 el Komintern o Internacional Comunista, cuyo objetivo fue unir a los partidos comunistas del mundo bajo la dirección y comando de la Unión Soviética.
El RGASPI (Rossiskii Gosudarstvennyi Arkhiv Sotsial’no-Politicheskoi Istorii), es el Archivo Estatal Ruso de Historia Político-Social, que contiene entre sus múltiples datos, "Los documentos del Buró del Caribe para el Secretariado de Latinoamérica de la Komintern", desclasificados con la disolución de la Unión Soviética en 1991. Estos informes permiten reconstruir la historia sobre la penetración soviética en América desde 1919. Cabe anotar que el Komintern emula a la 1ra. Internacional (1864) y la 2da. Internacional (1889), movimientos que se expandieron por el mundo, llegando hasta América. Una evidencia importante fue el triunfo de la 2da. Internacional en 1910 con la jornada de 8 horas de trabajo luego de masivas protestas en Chicago.
Volviendo a Cuba, los primeros soviéticos llegan en 1919 para fundar el partido comunista, fin alcanzado en 1925. Bajo el comando del Komintern, el Partido Comunista Cubano tuvo una estrategia dual. Estuvo conformada por un Núcleo Central Soviético con el aparato de inteligencia como organización clandestina al que no tenían acceso o conocimiento el estamento del Partido Comunista de Cuba (PCC); esquema que se mantiene incluso después de la Revolución.
En 1959 la Unión Soviética logra el control, otorgando el apoyo financiero que Cuba necesitaba, reemplazando a los Estados Unidos, económica e ideológicamente. Con la grave crisis posterior a 1980, la Unión Soviética corta la ayuda económica, con consecuencias funestas para Cuba, que atravesó por el “Periodo Especial”, grave crisis económica que se prolonga entre 1990 y el 2000.
Un año antes de la disolución de la Unión Soviética, Fidel conversa con Lula Da Silva, quien representaba al PT de Brasil, movimiento que iba ganando terreno en la arena política con el apoyo de sindicatos y grupos sociales, para formar lo que hoy conocemos como el Foro de Sao Paulo. El objetivo era emular el estilo de las asociaciones internacionales obreras de la Primera, Segunda y Tercera Internacional (Komintern). En 1999, llega a la presidencia Hugo Chávez y se convierte en la “billetera” del Foro de Sao Paulo, denunciado por diferentes fuentes por financiar a candidatos de izquierda de la región, haciendo posible la “marea rosa” que lleva al poder a presidentes aliados al Foro a principios de siglo.
Hoy, la coalición está formada por las dictaduras de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia, defendidas en todos los Informes Finales del Foro de Sao Paulo; México, Honduras y Colombia, de donde hemos retirado a nuestros embajadores; y otros que niegan la legitimidad de Dina Boluarte como presidente de Perú, defendiendo a Pedro Castillo, como Argentina, Chile, Brasil.
La Unión Soviética impuso la agenda ideológica dictada por Moscú sobre los partidos de la región desde 1919. La meta expansionista del régimen soviético era lograr el dominio “totalitario”. Las directivas fueron ejecutadas por grupos comunistas extranjeros que viajaban por la región con la misión de organizar, reclutar y entrenar agrupaciones radicales locales. Eso es lo que Cuba hace hoy con sus diferentes agrupaciones, y parece que el alumno superó al maestro, exportando la misma dictadura, pobreza y miseria que llevaron a los soviéticos al colapso.
La presencia de un destacado miembro de la inteligencia cubana, de larga trayectoria como Carlos Rafael Zamora en el Perú, coincidiendo con el primer proceso de vacancia de Pedro Castillo, no es casualidad. En política no existen las coincidencias. No entender que este es un movimiento regional y negar el protagonismo que Cuba tuvo desde la formación del Foro de Sao Paulo en 1990, es un acto de miopía política.
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