Dante Bobadilla

La imposibilidad del Estado

La imposibilidad del Estado
Dante Bobadilla
08 de septiembre del 2016

“El Estado no es la solución, el Estado es el problema”

Uno de los componentes más típicos de la personalidad de los peruanos es su apego al Estado. Si a esto le sumamos su animadversión por la empresa privada, y en particular por la gran empresa, tenemos la ideología del subdesarrollo. No hay un día que no escuche a alguien quejándose por la ausencia del Estado. Cada vez que aparece un caso que revela la crisis de una sociedad sin educación ni valores se escuchan, de inmediato, los reclamos por la intervención del Estado con sus famosas “políticas públicas”. Todo esto me resulta patético. Tratar de solucionar los problemas socioculturales del país con políticas públicas es tan ridículo como querer curarse del cáncer con psicoanálisis.

Si hay reformas (y dudo que las haya) deberíamos insertar en el escudo la frase “el Estado no es la solución, el Estado es el problema”, y enseñar esta máxima en las escuelas para que la gente no viva esperando soluciones desde el Estado. Al contrario, hay que exigirle al Estado que no sea un estorbo para el desarrollo. Gran parte de nuestros problemas se deben a las regulaciones del Estado y al poder que detentan los burócratas para detener las inversiones. Pero al igual que la víctima y el victimario establecen una relación patológica que los mantiene vinculados, los políticos insisten en agrandar el Estado para satisfacer las demandas del público. Demandas que no son satisfechas por la inoperancia del Estado, lo que a su vez incrementa las demandas; entrando así al círculo vicioso de crear más leyes, más reglas y más organismos para atender las demandas, mientras que el Estado crece y nos hunde cada vez más.

No tengo ninguna duda de que se trata de algún tipo de patología social. Constatar que el Estado es inoperante no conduce a eliminar un organismo o una ley, sino a crear otra ley y otro organismo que supervise al anterior. Tenemos todo lo necesario para combatir la corrupción, pero esta sigue aleteando en el mismo seno del Estado. ¿Cuál es la solución? Crear más organismos de lucha contra la corrupción, que por supuesto tampoco servirán de nada. Y así, es de nunca acabar. ¿Sirvió de algo el Ministerio de la Mujer? No, para nada. Las mujeres siguen siendo postergadas y violentadas. ¿Sirvió de algo la ley de partidos políticos? No, absolutamente para nada. ¿Por qué simplemente no se eliminan? Porque hay una especie de tara mental que impide proceder de este modo sano. Lo que quieren es más organismos de apoyo a la mujer, más leyes de penas y de cuotas, y otras barbaridades por el estilo.

Hace un par de meses visité el Instituto Nacional Tecnológico León de Vivero, en Ica. De inmediato me llamaron la atención tres gigantescas cajas de madera del tamaño de cointainers, que ocupaban buena parte del patio. A sola vista se notaba el abandono. Interrogué al director sobre esas cajas, y me contó que era maquinaria para instalar los talleres de la carrera de Técnica Automotriz . Fueron enviados en los últimos días del gobierno de Fujimori y allí quedaron.

Los gobiernos posteriores nunca les enviaron el presupuesto para la instalación de esa maquinaria. Y todo empeoró con la bendita descentralización, porque la región no tiene recursos y no le importa nada. Hoy ya nada sirve. Es solo basura ocupando espacio. Pero el director ni siquiera puede deshacerse de ella porque teme ser acusado y llevado a un proceso administrativo. Así que el patio no se puede usar y las enormes cajas siguen allí cual monumentos a la incuria estatal. Multipliquen eso por mil para tener una idea de cómo funciona el Estado a nivel nacional.

Dan la noticia del derrame de petróleo del Oleoducto Norperuano que pertenece a Petroperú y nuevamente se quejan de la ausencia del Estado. Pero se equivocan. Allí está la presencia del Estado en toda su magnitud, porque ese derrame es producto de lo que representa el Estado: incuria. ¿Por qué no se privatiza Petroperú para que una empresa privada se ocupe de mantener el oleoducto por su propio interés pecuniario? Porque hay una plaga de fanáticos adoradores del Estado que chilla cada vez que se habla de privatizar algo. Al igual que las víctimas de abuso, prefieren vivir soportando la ineptitud del Estado y soñando en que algún día cambiará.

 

Dante Bobadilla

 
Dante Bobadilla
08 de septiembre del 2016

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