¿La hora de Alfredo Barnechea?

En una reciente entrevista para un medio extranjero, el ex almirante Luis Giampietri, personaje al que es imposible calificar como antifujimorista y cuya honestidad es a prueba de balas, indicó que “Keiko y Kenji están perdidos” y que “no ganarán si no se reconstruyen”. Sin duda, tremenda sinceridad de alguien no antifujimorista. Si todo indica que Keiko estaría perdiendo posibilidades ¿por qué puede ser la oportunidad de Alfredo Barnechea? Veamos.

Es obvio que las dos identidades políticas más fuertes en el país no son la izquierda y la derecha, sino el fujimorismo y el antifujimorismo. Esta polarización —que ha manchado el espacio público y la gobernabilidad— está enraizada hasta el punto que es casi obvio que en el 2021 serán nuevamente las dos fuerzas electorales en contienda. Con este antecedente, si Keiko Fujimori apostara atrevidamente al 2021 es obvio que entraría a una segunda vuelta, pero sin las condiciones del 2016 cuando rozó el 40%. ¿Por qué? Porque hasta el momento las consecuencias del choque entre Legislativo y Ejecutivo durante el efímero gobierno de PPK, la estrategia ambiciosa de Kenji y la guerra entre Fuerza Popular y algunos periodistas socavarán la aprobación y la intención de voto hacia Keiko.

Se puede decir, entonces, que el fujimorismo estaría debilitado en su camino al 2021. Entraría a una segunda vuelta, pero el sector antifujimorista se uniría como lo hizo con PPK y antes con Humala. Por ahora, Fuerza Popular es un partido que, ante el intento del veto, solo ha podido desarrollar una estrategia de reacción con varios guiños legislativos antimercado. Solo con una reflexión seria podría enderezar el camino. En todo caso, si la política es un arte, ellos son los artistas. Ya veremos.

En el antifujimorismo la cosa está partida y difícil. La izquierda se ha partido en cuatro sectores claros, encabezados por Verónika Mendoza, Marco Arana, Gregorio Santos y Antauro Humala. Entre ellos, el único con posibilidades serias sería Gregorio Santos, si se instala representando al mundo emergente. Pero ver para creer, dijo un ciego.

En el centro antifujimorista la cosa parece un desierto. Julio Guzmán ha demostrado hasta el momento no tener mucha pasta para la política, fuera del marketing y las redes. Y Acuña tiene aún mucha resistencia porque representa “todo lo malo del mundo emergente”. Ante la debilidad del fujimorismo keikista y el vacío de propuestas (que sobrepasen las clásicas ideas fuerza del “radicalismo por radicalismo”) del antifujimorismo, se le abre una oportunidad a Alfredo Barnechea.

No obstante, Barnechea tiene que mirar al mundo emergente y popular, que es la gran novedad de principios de este siglo y que aún no tiene una representación política nítida. La política descansa siempre en la sociología. De allí que, por ejemplo, no habría existido Fernando Belaunde sin el crecimiento de una clase media urbana a fines de los cincuenta del siglo pasado. Belaunde fue la representación de estas nuevas clases medias que no miraron al Apra o la derecha.

Barnechea puede reorganizar un nuevo centro alejado del antifujimorismo y del fujimorismo que —como indicamos— ha llevado la gobernabilidad hasta un punto crítico. Se suele decir que las elecciones se ganan por el centro “radical”, y esta sería una apuesta —digamos— socialdemócrata. Sin embargo, Barnechea debe superar sus propios yerros en un mundo donde la imagen es lo primero.