Darío Enríquez

La doble moral de los posmodernos

Sus “sentires” cambian la esencia de la dignidad humana

La doble moral de los posmodernos
Darío Enríquez
10 de agosto del 2022


Para nadie es un secreto que el mundo de hoy ha superado largamente las previsiones (¿profecías?) que el poema popular hecho canción “Cambalache” lanzó en el siglo XX. Estamos viviendo un proceso de demolición cultural, y no la falsamente virtuosa revolución cultural que venden los tiburones
Big-Tech y sus rémoras. Gran regocijo para los constructivistas que pretenden lograr en lo social algo análogo a lo que se propusieron en lo económico, fracasando estruendosamente: mágicas leyes que todo lo solucionen. Hay más de 150 millones de ciudadanos desarmados e inocentes, muertos por sus propios Estados en nombre del colectivismo forzado. Fronteras infranqueables con fusiles y ametralladoras apuntando hacia dentro para que los ciudadanos que pretenden abandonar el “paraíso estatista colectivista” sean amenazados e incluso acribillados.

A inicios de la década de los noventa del siglo XX, se creía que el colectivismo estatista forzado (que algunos llaman equivocadamente comunismo o socialismo) había llegado a su fin. No fue así. Ellos se “reinventaron” recurriendo a un soporte teórico que en su momento no tuvo mayor acogida: la avanzada cultural. Los colectivistas liberticidas se han reciclado y en el siglo XXI han tenido éxito en infiltrar su nefasta influencia en el tejido sociocultural de nuestras sociedades. Por su enorme impacto, es lo que en el contexto de hoy se ha dado en llamar “posmodernidad”.

Un proceso como ese requiere operadores. Una primera capa está compuesta por “intelectuales” (véase las comillas) que prácticamente han secuestrado el ambiente universitario. Sus ideas colectivistas forzadas se han consolidado como el pensamiento único, y la oposición o siquiera el escepticismo frente a ellas es la nueva herejía para los “Torquemadas” del siglo XXI. Del mismo modo que Stalin, Hitler y Mussolini siempre tuvieron a la mano intelectuales a su incondicional servicio, las ideas liberticidas de este siglo cuentan con ellos. Esta intelectualidad responde perfectamente al aforismo “el marxismo es el opio de los intelectuales”. En este caso, reciclaje mediante, se trata de neomarxismo y diversas variantes que incluso no se reconocen como tales, pero corresponden perfectamente al perfilado.

Ahora bien, la inquisición “laica” del siglo XXI también necesita una segunda capa de operadores. Se trata por lo general de gente ubicada en estratos de clase media alta y alta. En forma coloquial, se les llama de diversas formas: caviares, izquierda champagne, chairos, red-set, zurdos con iphone, etc. Pongamos atención, no se trata de derechas o izquierdas, porque el colectivismo estatista forzado va desde la derecha mercantilista hasta la nueva izquierda, pasando por los “centros” funcionales y los teólogos de la “liberación”.

Desde la izquierda tradicional, al “caviar” se le acusa de ser un izquierdista con falta de compromiso, mientras desde la nueva derecha, se critica la incoherencia del caviar por “defender a los pobres pero vivir como rico, con dinero de otro”. La doble moral aparece entonces como una característica central en la acción del “caviar” y va más allá de ricos o pobres. También la falsa victimización. Ahora el tema es cultural. Por eso se “olvida” del feminismo cuando los ataques machistas recaen en una mujer que no es de izquierdas. Para ellos no hay racismo sino “humor” cuando se equipara a afrodescendientes con simios pero los agredidos no son de izquierdas. Les indigna hasta la saciedad la quema de brujas hace 700 años, pero es complaciente y califica de “diferencia cultural” que ronderos apliquen “su ley” acusando y torturando a mujeres “brujas” en pleno siglo XXI. Ni hablar de su animalismo cuando clama por la protección a los huevos de tortuga, pero es partidario incondicional del aborto.

Casos hay a montones. En verdad, más allá de los términos coloquiales, la denominación que consolida sus posturas disparatadas es “posmoderno”. La decadencia de la modernidad es fielmente representada por ellos. “Cambalache” es su padre nuestro. Los “posmodernos” o “posmos” para los amigachos, se llaman a sí mismos “progresistas”. Pero no son para nada propulsores del progreso. Todo lo contrario. Es que progresista es a progreso como carterista es a cartera. Parafraseando a Jean Paul Sartre: “Ese que dice que el posmodernismo no existe, ese es un posmodernista”.

Darío Enríquez
10 de agosto del 2022

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