La defensa continental

Cuando Haya de la Torre creó el APRA, en 1924, lo hizo pensando en un movimiento continental para los pueblos de América Latina, para que hagan frente a toda clase de imperialismo. Me parece pertinente recordar esta idea en la actual coyuntura por la que atraviesan distintas naciones de nuestro continente, y ver la doctrina aprista como una alternativa frente a la amenaza chavista, que en palabras de Diosdado Cabello, avanza como una “brisa bolivariana”. 

El aprismo como movimiento continental se opuso a quienes pretendieron implantar en el Perú un modelo político y económico extranjero, que no respondía a la realidad peruana ni responde tampoco a las condiciones propias de nuestros pueblos. Todo eso lo saben muy bien quienes ahora, como desde hace décadas, atacan al aprismo, que en 2024 cumplirá cien años de su creación como movimiento continental. Precisamente, en “La defensa continental”, Haya de la Torre, escribe: “Hace años ya, muchos años, que los apristas erigimos como ideal máximo de toda actividad política en nuestro continente indoamericano el de la unidad de nuestros pueblos”.

El chavismo y sus vasallos en ciertos sectores de la política nacional e internacional, temen al aprismo por su fuerza social. Hugo Chávez y Nicolás Maduro han empobrecido a Venezuela. Evo Morales busca perpetuarse en el poder ante lo que a todas luces sería un fraude electoral. En Nicaragua se afianza la dictadura de Ortega. Mientras tanto, en Ecuador y Chile hay violencia, se queman locales de la prensa, hay saqueo. En Perú se cierra el Congreso mayoritariamente opositor, no hay crecimiento ni obras. Caminamos en la oscuridad. 

El chavismo financia con petrodólares y corrupción a candidatos, apadrina políticamente a ciertas autoridades, cobija a otras. El chavismo no ha podido presentar resultados a favor del pueblo, pero el aprismo sí ha logrado hacerlo, y en democracia. Tal es así, que el crecimiento alcanzado entre 2006 y 2011, en nuestro país, sigue siendo un ejemplo y motivo de análisis por parte de la comunidad internacional.

El aprismo fue siempre una alternativa frente al comunismo. Como si fuera poco, el régimen chavista en Venezuela hoy ocupa un asiento en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. ¿Cuánto tiempo perdió el Perú con la persecución al aprismo, impidiendo su participación política, o tratando de desaparecerlo? ¿De qué le valió a Sánchez Cerro, Humala y tantos otros, dedicarse a perseguir al APRA? ¡Nada! El Perú pierde el tiempo cuando sus gobernantes se dedican a cualquier cosa menos a gobernar, crear empleo y obras para los más humildes. 

El autoritarismo siempre se ha sostenido en base a los cuentos de los grandes moralizadores. Pero en el momento en que se desploman sus líderes, que supuestamente encarnaban toda la santidad y moralidad, son los primeros en acusar a sus anteriores líderes y tomar distancia de ellos. 

Estoy seguro de que, como yo, muchos están cansados de aquellos que nos vienen con cuentos moralizadores, que acusan a medio mundo y pretenden decirnos cómo pensar, qué leer, qué ver. En una reciente columna de opinión, el moralista Augusto Álvarez Rodrich, llama “conservadores” a los apristas. Claro, él es tan “progresista” que defiende el cierre de un poder del Estado como lo es el Congreso de la República, en pleno siglo XXI, en que ya deberíamos haber superado esos tristes episodios de nuestra vida política. 

Aprovecho mi columna de los jueves en El Montonero, para solidarizarme públicamente con el brillante abogado Humberto Abanto, quien estoy seguro que saldrá airoso de las acusaciones en su contra.