Alan Salinas
La cuestión del poder
La actividad política, más allá del purismo y la inocencia

Según la teoría política, el poder –como toda actividad humana– es ambivalente. Vale decir, tiene un aspecto positivo, como transformar material y subjetivamente la condición humana; y tiene su lado negativo, como es corromperse, dado que se cuenta con ciertas competencias que un ciudadano de a pie no tiene.
Desde este segundo punto, se ha visto en múltiples oportunidades históricas y coyunturales que cambiar un artículo en la Constitución para quedarse más tiempo en un cargo público, como la presidencia, no hace más que sacar un aspecto ínfimo de nuestra condición humana, como es la codicia y la ambición material desmesurada. Es un problema filosófico que –desde Maquiavelo II y los liberales– se ha tratado de indagar para poder –a través de las instituciones políticas– restringir este lado pernicioso. Ya decía Hobbes que el hombre es el lobo del hombre. Pero habría que preguntarse si este lado negativo ha triunfado a través del tiempo, si ha logrado generar resignación rotunda entre los ciudadanos de a pie sobre esta condición que resulta ser estructuralmente “determinante”.
Sostengo que no. Hay siempre ventanas de oportunidades que permiten generar los cambios oportunos para la mejora material y subjetiva de las personas, como mencioné al inicio de este texto. Para poner datos concisos, allí tenemos el cambio de régimen con la Revolución francesa. Desde ese episodio, por el mundo se han expandido las banderas de libertad, igualdad y fraternidad en la construcción de repúblicas. Con Lincoln se abolió la esclavitud en los EE.UU. Con Mandela se logró cambiar el rumbo económico y político de Sudáfrica mediante victorias democráticas populares, cuando no se creía que se podía hacer. Todos estos sucesos constituyen ventanas de oportunidades que giran por el lado correcto de la historia. En cierta parte de ella domina la noche, pero siempre –en la más profunda de la oscuridad– llega el día.
Hay una virtud para eso, y es la paciencia para construir ese camino. La desesperación poco ayuda para el camino positivo del poder. Hay que ser tácticos. Oler el momento político, que implica ir muchas veces contra el pesimismo. Ese es el momento. Implica también entender que el camino positivo de la política no está empedrado de buenas intenciones, porque de ellas está empedrado el infierno. Implica entender que la actividad política, como la actividad humana, tiene sus claroscuros, tiene sus acciones más allá del purismo y la inocencia, como lo entendió Lincoln para abolir la esclavitud.
No es políticamente correcto lo que sostengo, pero la historia, la filosofía, la psicología y otras ciencias del espíritu nos ayudan a entender que las acciones humanas están matizadas de aspectos positivos y negativos de sus acciones. Así se configura el poder. Para cambiarlo positivamente tengamos paciencia y buen humor.
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