Carlos Adrianzén

La búsqueda desesperada de un mito

Pobreza e infelicidad en el Imperio incaico

La búsqueda desesperada de un mito
Carlos Adrianzén
13 de septiembre del 2023


La evidencia empírica global no es generosa con los regímenes opresores
. Desde que existen índices al respecto, es sencillo comprobar que las naciones que oprimen significativamente derechos de propiedad privada, derechos civiles y otras libertades económicas y políticas son mucho más pobres, burocráticamente más corruptas, más inestables y más atrasadas. 

En Latinoamérica, por ejemplo, las diferencias en grados de libertad (la inversa de los aludidos grados de opresión) se asocian a marcadas divergencias en términos de productos por persona, incidencia de pobreza, patrones de acumulación, ritmos de crecimiento, inflación o corrupción burocrática. A las naciones menos opresoras (Costa Rica, Chile o Uruguay) les va tremendamente mejor que a las más opresoras (Cuba, Venezuela, Bolivia o Nicaragua). Sí, estimado lector, a las que retóricamente se les califica como de izquierda les va mucho peor. Hannah Arendt, una de las dos mentes más brillantes del siglo pasado, tiene toda la razón. El llamado Tercer Mundo implica una Ideología

Existe pues una receta para el fracaso. Tal como acredita el severo declive regional de la última década y –particularmente–, el ocaso económico de México, Argentina, Brasil o Venezuela se asocia nítidamente al deterioro de los índices de opresión política económica en sus plazas. En español más sencillo, a su estentóreo y suicida tránsito hacia la izquierda, con marcados y mayores niveles de estancamiento económico y corrupción burocrática.

Hoy la izquierda latinoamericana y la global tienen un serio problema de mercadeo político. Por un lado, su retórica encandila. Encanta, apuesta por el mínimo esfuerzo y a ciertos sentimientos, exitosamente. Nos cuenta que somos muy ricos porque tenemos ciertos recursos naturales; y que todo se resolvería –explotación, desigualdad, medioambiente, género, et al– con un gobierno iluminado que distribuya burocráticamente nuestras supuestas riquezas. No más pobres en países ricos resulta la frase de toda moda entre regímenes opresores. Gobiernos que fabrican millones de nuevos pobres y elevan tanto la corrupción burocrática cuanto el atraso económico; a la usanza de Maduro, Fernández, Castillo, AMLO u otros.

Pero repito: la izquierda tiene un serio problema de mercadeo interno. Todas las plazas que aplican su receta fracasan. No tienen hoy un solo caso de éxito económico destacable. Frente a ello, han construido un mito idílico. El llamado Incanato. Un régimen socialista dizque exitoso económicamente hablando. De hecho, para muchos personajes (digamos para Verónika Mendoza o Vladimir Cerrón, ciertos curitas cómplices y el grueso de la historiografía local), éste configura un arquetipo hacia donde debe transitar todo el planeta. 

¿Pero es esto cierto? Que todo era felicidad y progreso en el incanato. Lo que se sospecha sobre este autárquico imperio andino es que conquistó, con su poderoso ejército, gran parte de Sudamérica. Un enorme logro para un estado que no disponía de escritura, derechos de propiedad, mercados, y que -económicamente hablando- se explica con nitidez como una economía de comando. Acumulaba, conquistando vecinos y necesitaba un ejército muy convincente. El dictador del imperio lo decidía todo. Se conoce también que, la llegada de un grupo reducido de conquistadores españoles, no involucró a las mayorías oprimidas. Esto, más allá de respetables escaramuzas.

Ciertamente, no existen datos para inferir si el pueblo tahuantinsuyano era o no muy infeliz. Solo existen crónicas y empeños ideológicos. Tocar este punto es hoy casi una blasfemia imperdonable. Por supuesto que la figura de un tahuantinsuyano feliz es usada políticamente como ejemplo histórico del oxímoron: el opresor benevolente.

Como no hay data (de sus índices económicos o políticos relevantes), en estas líneas he buscado acercarnos algo al cuento del tahuantinsuyano feliz. Si, estimado lector, económicamente resulta inverosímil un habitante feliz en un ambiente de aberrante opresión.

A falta de mayor información sobre el Incanato, los invito a buscar -para la actualidad- cifras de economías de comando operativas. Digamos, dictaduras similares. Dictaduras que -si bien no son autárquicas, y disponen de innovaciones tecnológicas impensables para el Perú del siglo XII e inevitables exposiciones globales, incluyendo subsidios de otras potencias - tienen bastante de economías de comando. Que oprimen abrumadoramente. No respetan la propiedad privada, son extremadamente corruptas y registran bajísimos índices de respeto a la ley, transparencia regulatoria, ausencia de violencia o represión y efectividad en sus políticas públicas.

La primera figura aquí encuentra a dos dictaduras que tienen una alta similitud con el modelo tahuantinsuyano (ver Figura Uno): Corea del Norte y la tierra del activista Martí.

Sobre este hallazgo, nos preguntamos cómo les va económicamente a estas dictaduras similares al Tahuantinsuyo. Y, sobre todo, qué tan felices serían hoy de acuerdo a estimaciones propias de su producto por habitante y su índice de felicidad el año pasado (ver figura Dos). En ambos casos, las dictaduras no reportan índices de felicidad (World Happiness Report), para lo cual hemos construido inferencias basadas en su antípoda, Corea del Sur, en un caso; y su suerte de colonia, Venezuela, en el otro.

Este ejercicio forzado sugiere -librados a la necesidad de mayores investigaciones futuras- que la extrema pobreza de estas dos economías de comando (o dictaduras similares se asocia a intensos niveles de infelicidad. El mito enfocado aquí luciría pues bastante inverosímil. Vladimir y Valdemar (y los ideólogos de la izquierda global), frente a la evidencia de dictaduras grosso modo similares, tendrán el corazón destrozado y deberán de buscarse otro referente opresor más verosímil. 

Pero esto no es todo. Ver la figura Tres.

Como toda la región lo contrasta actualmente, la gente no es muy feliz en ambientes pobres y burocráticamente corruptos. El modelo tahuantinsuyano (el socialismo del siglo XXI en jerga de estos tiempos o las ideas económicas del cubanísimo Foro de Sao Paulo) empobrecen y corrompen. Tal vez las mayorías oprimidas en el Tahuantinsuyo no eran nada felices. 

De hecho, ni en Corea del Norte, Cuba, la Federación Rusa o China registran índices de felicidad muy altos, en fuentes respetables. Todo indica que el relato del Tahuantinsuyano feliz (la dictadura socialista con habitantes felices) es solo un mito que la izquierda requiere desesperadamente.

Carlos Adrianzén
13 de septiembre del 2023

NOTICIAS RELACIONADAS >

Los contrabandos de la izquierda tributaria limeña

Columnas

Los contrabandos de la izquierda tributaria limeña

  Es difícil imaginarlo, pero hagamos el esfuerzo. Imag&i...

01 de mayo
La salida previsional hoy

Columnas

La salida previsional hoy

El drama previsional peruano es, sobre todo, eso: un suceso de la vida...

23 de abril
¿Una fiesta inolvidable?

Columnas

¿Una fiesta inolvidable?

Ya estamos en los previos. La fiesta se iniciaría en pocos d&ia...

17 de abril

COMENTARIOS