J. Eduardo Ponce Vivanco

¿Juntos?

Sí, pero no con los informales ni con la empresa privada

¿Juntos?
J. Eduardo Ponce Vivanco
25 de junio del 2020


Con expresión seria y dramática, el Presidente Martín Vizcarra inauguró su rol estelar en el combate contra el COVID-19 con la bandera de “Juntos venceremos” para motivar y cerrar filas con ciudadanos, organizaciones y empresarios. Invocó a todos a soportar disciplinadamente la cuarentena y el toque de queda que decretó, empoderando a la Fuerza Armada y la Policía Nacional para vigilar que (casi) nadie saliera de su domicilio. Las ciudades se convirtieron en las maquetas vacías y desoladas de un país paralizado. Dos semanas después del primer contagio (6 de marzo) forzó la renuncia de su Ministra de Salud para nombrar a un activista médico del Frente Amplio, con antecedentes en la izquierda trotskista. La decisión de encomendarle esa cartera en una situación tan alarmante fue una responsabilidad compartida por el Mandatario y su Primer Ministro, seguramente después de acordar con el doctor Zamora los parámetros de su gestión.

Después de cinco cuarentenas draconianas, con 264,689 contagios, 8,586 muertos y cuando ”ostentamos” el séptimo puesto del ranking mundial de infectados, es evidente que las estrategias de salud pública han sido mal concebidas y peor aplicadas. Además de agravadas por el hecho de haber provocado una caída del PBI superior al 12 % estimado por el Banco Mundial antes del fatal impacto contra la seguridad jurídica y la confianza de los inversores que, sin duda, han tenido las infundadas acusaciones del Premier contra la Banca peruana y la amenaza de estatización a las clínicas privadas lanzada por el propio Presidente de la República. 

Lo absurdo es que estos excesos coinciden con la reactivación económica que el Gobierno se ha visto en la necesidad política de lanzar por el choque brutal del desempleo y el empobrecimiento que crecen a la vista de todos. Es un modelo de reactivación que sigue el “sistema soviético de ´fases´ con el que se pretende sacar al aparato productivo del coma inducido en el que se encuentra”, como dice el Presidente del Instituto Peruano de Economía, Roberto Abusada (“¿Sin freno hacia el abismo?”) en El Comercio de ayer.

Entretanto, la competencia populista Gobierno/Congreso –tan ridícula que huele a concertada– ha producido la “oportunísima” iniciativa del radical Frente Amplio (del Ministro Zamora) y los antauristas de Unión por el Perú para interpelar a la Ministra de Economía. Así se proponen liquidar a patadas el único vestigio de sensatez en el manejo económico del país y acelerar el cumplimiento de su verdadero objetivo: culpabilizar al libre mercado del desastre económico y apurar la abrogación del régimen económico de la Constitución de 1993.

Es razonable imaginar entonces que sus siguientes objetivos serán (1) eliminar al respetado Presidente del Banco Central de Reserva, y (2) afianzar el predominio de las izquierdas en el Tribunal Constitucional mediante una selección “apropiada” de los seis juristas que deberán remplazar a los que tienen mandato vencido en el colegiado del “Supremo Intérprete de la Constitución”, ahora presidido por la doctora Marianella Ledesma (hija del radical y casi olvidado líder del Frente Obrero Campesino Estudiantil y Popular, recordado por su sigla: FOCEP).

¿Cómo creer en quienes atacan a los informales (la mayoría de ciudadanos) e ignoran que el sector privado es el que impulsó un crecimiento que redujo un tercio de la pobreza en el Perú, electrificó al país, masificó los celulares, expandió el internet, e impulsó la agro-exportación? El mismo sector privado que apoya con importantes donaciones, iniciativas y campañas sistemáticamente silenciadas o minimizadas por la política comunicacional del Gobierno. 

Recordemos que fueron medios de izquierda los que asustaron Fujimori para que detuviera la privatización de la empresa pública SEDAPAL, e inclusive la de sus filiales departamentales (como la de Piura). Esa es la empresa pública creada durante el experimento militar-socialista (1968 a 1975) que, a lo largo de tres décadas, no ha sido capaz de dar agua potable ni saneamiento a quienes, ahora, el gobierno exige lavarse las manos con frecuencia. 

Cada vez es más claro que la pandemia y la dictadura sanitaria capitaneada por el Ministro de Salud (de la mano con el Premier Zeballos) son los componentes principales del tinglado político diseñado para llevar al Perú a un destino muy diferente al que la enorme mayoría de su pueblo aspira con vehemencia. Con la mira puesta en la campaña electoral hacia el 2021 vemos multiplicarse las acciones de quienes –dentro y fuera del Gobierno– alucinan con repetir los fracasos socializantes y estatistas que nos hundieron en las últimas décadas. 

Es hora de despertar y no permanecer impasibles ante la amenaza de una vuelta al pasado, si no queremos que el Perú se despeñe en un abismo similar al de los desastres que sufrimos en el infausto quinquenio 1985-1990. En ese quinquenio nos libramos de la estatización de la banca, gracias al movimiento liberal que la mayoría de peruanos apoyaron decididamente.

J. Eduardo Ponce Vivanco
25 de junio del 2020

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