Berit Knudsen

Inoperancia del Estado

Los altos costos de la corrupción

Inoperancia del Estado
Berit Knudsen
23 de marzo del 2023


El drama que estamos viviendo no es el primer desastre natural en el Perú, y lamentablemente no será el último. Estos eventos se presentan en todo el mundo con diferentes formas: huracanes, inundaciones, sequías, terremotos, fenómenos como el de El Niño, etc. Son impredecibles, pero es responsabilidad de los gobiernos tomar previsiones. 

Los huracanes, ciclones y tifones, son el mismo fenómeno meteorológico, con nombres distintos según el lugar donde se producen: en el Atlántico norte y Caribe se llaman «huracanes» por el dios caribeño Hurrican. En el Pacífico noroccidental se denominan «tifones», del chino “gran viento”; y en el océano Índico y el resto del Pacifico se llaman «ciclones», del griego “círculo”.

El ciclón Yaku –por sistemas de baja presión– se presentó a inicios de marzo. El Niño global se manifiesta por el calentamiento del Pacifico ecuatorial por encima de 2 ºC durante por lo menos tres meses (1877-1878, 1982-1983, 1997-1998 y 2014-2016). El Niño costero es un evento repentino de menor duración (1891, 1925 y 2017). 

Pedro Pablo Kuczynski –quien asumió la presidencia en julio de 2016–, tuvo que enfrentar los desastres de El Niño de 2017. En abril de ese año decretó la creación de la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios (ARCC), un plan para la rehabilitación, reposición, reconstrucción y construcción de infraestructura, y que estaba enfocado en la gestión de desastres en zonas de alto riesgo.

El plan de la Ley 30556 –con recursos financiados con el Fondo de intervención de desastres nacionales (Fondes)–, contaría con la intervención de los Gobiernos regionales y Locales para la creación de infraestructura de calidad y actividades sostenibles, incluyendo redes viales; canales, reservorios y drenes, encauzamiento y escalonamiento de ríos, gestión integral de cuencas, defensas ribereñas, entre otras actividades.

¿Pero qué pasaba en esos tiempos? En diciembre de 2016 se destapó una serie de casos de corrupción que paralizó la economía nacional. Martin Vizcarra fue investigado en el caso del Aeropuerto de Chincheros del Cusco, renunciando al cargo de ministro de Transportes en mayo de 2017, aunque cuatro meses más tarde fue nombrado embajador del Perú en Canadá. Recordemos también que PPK enfrentó la primera moción de vacancia en diciembre de 2017, promovida por Fuerza Popular, partido de Keiko Fujimori que contaba con 73 de los 130 congresistas. Es sabido también que Martin Vizcarra estuvo en conversaciones con Keiko, antes de integrar la plancha presidencial de PPK y mientras estuvo en Canadá. En marzo de 2018 –con solo 20 meses en el gobierno–, PPK renunció y Martin Vizcarra hizo realidad sus sueños presidenciales.

Ese fue el huracán político, en medio de la ola de desastres naturales e incompetencia. En enero de 2022 el Gobierno informó haber invertido S/ 6,000 millones en obras de reconstrucción durante el 2021. Amalia Moreno ­–uno de los ocho directores de ARCC en seis años–, afirmaba: “Hemos cerrado el 2021 con cifras optimistas […] un trabajo coordinado con la Presidencia del Consejo de Ministros y las carteras del directorio de la ARCC”. Su informe incluía datos de gastos y transferencias a los gobiernos regionales, trabajos en 12 ríos y tres quebradas. Pero los resultados demuestran la incapacidad del Estado.

La Ley 30556 recomendaba “impulsar la inversión pública regional y local con participación del sector privado”. Pero la historia se repite: sólo se destapan actos de corrupción e inoperancia de las autoridades, perjudicando a los peruanos de siempre: la población más pobre.

Durante el Gobierno de Francisco Sagasti, en la segunda ola del Covid-19, se rechazó la donación de plantas de oxígeno ofrecida por la Unión Andina de Cementos, entre otros donativos del sector privado; y ya conocemos el balance de la pandemia. El Estado peruano tiene que reconocer su inoperancia y aceptar que el sector privado representa una herramienta fundamental para corregir sus deficiencias. 

La corrupción tiene un alto costo; no solo por los fondos de nuestros impuestos que son malversados, sino sobre todo por las tragedias que incrementan la pobreza, causa el sufrimiento de los más necesitados y muerte de peruanos inocentes. Lo hemos comprobado con estos desastres naturales y sus consecuencias, que pudieron prevenirse.

Berit Knudsen
23 de marzo del 2023

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