¿Indulto o amnistía para Fujimori?

Fuerza Popular soslaya al padre de su lideresa

El ex congresista Carlos Raffo ha dicho que un debate sobre Fujimori “servirá para saber quién es quién dentro y fuera del fujimorismo”. Bien,    que se abra el debate para saber también que, así como el presidente Pedro Pablo Kuczynski tiene escozor al pronunciar el nombre de la “hija del ex presidente”, así también en Fuerza Popular existe escozor cuando se pronuncia el nombre del papá de la lideresa. El debate servirá también para saber que existe un fujimorismo de primera generación (de los noventa) y de la persecución (de la caída, del partido Sí Cumple), que existe un fujimorismo electorero, un otrora “antichino”; y los no partidarizados, los independientes, los que no están ni con uno ni con otro, los que aplauden los esfuerzos realizados en los años noventa. Servirá también para saber si en las elecciones del 2018 —de alcaldes y gobernadores— los “albertistas” provincianos confrontarán a Fuerza Popular con listas paralelas.

Pero el debate debería comenzar determinando si el ex presidente merece ser indultado, si le alcanza esa gracia presidencial que no debería estar sujeta a ningún mandato. Esa gracia —ese regalo, esa prerrogativa— sería de ese mandato que se apropió del Artículo 118º, inciso 21, de la Constitución; de esa comisión o de esa norma que determina quién debe o no debe ser indultado. Ya la ministra de Justicia, Marisol Pérez Tello, ha dicho que “no reúne las condiciones para recibirlo”.

El indulto es un perdón para quien cometió una falta. ¿Es el caso del ex presidente? ¿Cometió él una falta o la falta la cometieron quienes lo sentenciaron con la ya conocida teoría jurídica de la autoría mediata y una “lesa humanidad” agregada de contrabando? ¿Y amnistía? ¿Olvidarse de un delito que no se habría cometido?

Se decía que el ex presidente saldría “por la puerta grande”, pensando que la sentencia que lo condenó sería anulada, sin saber que el Tribunal Constitucional rechazaría el habeas corpus presentado. Queda acudir a las cortes internacionales, al Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas; porque a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sería ocioso, sabiendo de la tendencia política de esa institución. La otra “puerta grande” sería la opinión de otro Tribunal Constitucional que está en manos del Congreso. Mientras tanto, el ex presidente seguirá preso, víctima de los odios que se apropiaron de la justicia, cuyas sentencias no evalúan pruebas, sino el lado político.

La ex candidata a la presidencia de Fuerza Popular ingenuamente creyó que se ganaría unos votos de la izquierda anunciando que no indultaría a su padre si llegara a ocupar la presidencia del país. Con su palabra empeñada perdió identidad. ¿De qué valió semejante declaración? El bolsón electoral de Fuerza Popular se sustenta en el chino de los noventa, con los errores y los delitos que habría cometido, porque el que más hace tiene más probabilidades de equivocarse y de cometer infracciones. Ese núcleo duro del fujimorismo que alcanza un tercio de la población no especula; vota por el oficialismo naranja, por quien exhiba apellido, sin miramientos. Ese elector creyó que con su voto se liberaría al chino que le construyó colegios, carreteras, puentes, postas médicas y le llevó paz a sus poblados.

El congresista Juan Sheput lo reafirma: el caso Fujimori es un tema político. La actual mayoría parlamentaria es una victoria política que debe devolverle al ex presidente Alberto Fujimori el lugar que se merece. Pero no, por unos votos izquierdistas que no llegaron, por unos antichinos y por nuevos rostros naranjas en desmedro de tantos otros, Fuerza Popular soslaya no solo el nombre del padre de la lideresa, sino además su obra. La ignora, la desprecia. ¿O hay otros afanes para mantener distantes al chino y sus seguidores firmes?    

Manuel Gago