Carlos Adrianzén

¿Hay esperanza?

Prevalecen concretas expectativas de mejora económica a largo plazo

¿Hay esperanza?
Carlos Adrianzén
08 de noviembre del 2023


Tómelo en cuenta: en las redes y el grueso de los periódicos y noticieros es común recibir solamente las últimas noticias, debidamente embaladas por alguien. Pero esta práctica –la miopía informativa– puede resultar muy costosa. De hecho, si maneja su bicicleta mirando solo un metro delante de usted, es probable que termine en un hospital o en una comisaría. En materia económica o política, esta observación se replica implacablemente.

Por supuesto que si gastamos nuestro tiempo conversando sobre el próximo viaje de la señora Dina a los Estados Unidos, o del presidente del Banco Central de Reserva a un road-show londinense (ad portas de una tercera guerra mundial); o la renuncia de la ministra de Relaciones Exteriores; o la tardía y culposa aceptación del titular del MEF acerca de si estamos en recesión o no; o que la Corte Superior de Justicia deniega medidas de protección por maltrato físico a una destacada dama local y nos recomienda, en cambio, comprar los servicios psicológicos de un especialista, seguramente usted no se va a aburrir (aunque quedará abrumado). Y tal vez de eso se trata...

Aquí los invito a hacer algo inusual. Subrayar qué nos está pasando más allá del corto plazo. Estos subrayados, se basan en analizar qué nos ha pasado en un periodo históricamente corto; aunque política y económicamente largo (por todos los accidentes que acaecieron en nuestro país, en nuestra región y en nuestro planeta). En este ejercicio, enfocaremos algo de lo que nos viene sucediendo en el Perú. desde inicios del siglo pasado. 

Lo haremos bajo esta perspectiva, y vistas las cifras hoy disponibles de la base de indicadores de Agnus Maddison y del Banco Mundial. En base a esto, procederé a esbozar tres desarrollos de sugestiva relevancia en el Perú actual. Temas trascendentes para usted, su empleo o sus negocios que los accidentados viajes al exterior de los presidentes Dina o Julio, así como lo abultado del costo de los servicios de algún psicólogo mediático. Así las cosas, el primer tema subrayado aquí nos indica que en el Perú hoy prevalecen concretas esperanzas de mejora económica de largo plazo (ver Figura Uno). Basta con revisar nuestra suerte década tras década, los últimos 120 años.

Note, como destaca Adam Smith en La riqueza de las naciones, con algo de mercado una nación no deja de crecer (ver subgrafo de la derecha). A pesar de registrar gobernantes desconcertados como Sánchez Cerro, Bustamante, Velasco, Toledo, Vizcarra, Castillo o Boluarte la escala real (en dólares constantes) de la producción de bienes finales en la economía nacional habría crecido ochentaiocho veces desde 1900 al año pasado. 

De esta ingente expansión económica casi nadie habla. Como tampoco se habla de que –al ser la escala global del Perú casi un error estadístico (0.2% de la economía mundial el año pasado)– nuestro límite de crecimiento exportando es holgado. Si nos manejásemos bien –digamos, creciendo establemente al 7% per cápita anual (guarismo que hemos alcanzado muchas veces)– podríamos alcanzar estándares de país desarrollado económicamente en cuatro o cinco décadas. Hasta aquí las buenas noticias. 

La siguiente figura (ver Figura Dos) nos retrotrae a la realidad. Y nos lleva al segundo punto subrayado. Este nos repite que en el Perú actual prevalecen meridianas esperanzas de mejora económica de largo plazo.

Si bien la Gran Divergencia peruana (el mayor subdesarrollo relativo respecto al promedio de producto por persona, en la Región y respecto a países desarrollados) se expande sostenidamente, es importante tener en cuenta que la salida de este hoyo resulta directa. No se requieren de, ni de metafísicos programas neo estructuralistas para crecer con equidad, ni de eslóganes como grandes transformaciones, futuros diferentes, o revoluciones mágicas. Basta con desandar los múltiples errores. Solamente bastaría con devolverle al pueblo sus libertades, al extremo. Como en Noruega o Finlandia. Altos derechos políticos, autonomías monetarias, libertades civiles, derechos de propiedad, etc. 

Nada de programas fiscales y monetarios expansivos (políticas públicas mágicas, las llaman ahora) o mayor intervención estatal (también las llaman políticas públicas) con múltiples controles, presupuestos dirigidos o nuevos ministerios, agencias y reguladores burocráticos. La luz al final de este largo túnel requiere consolidar instituciones que limiten los abusos del elegido o tolerado. Basta con eso. Hay esperanza pues… cuando hay ciudadanías.

El tercer subrayado (ver Figura Tres) nos lleva igualmente a una materia que muchos desean escondernos, haciendo gala de un mercadeo ideológico marxista: en el Perú actual –en medio de la desesperanza– hay esperanzas. No solamente nunca hemos consumido tanto como consumimos hoy, ni nunca se ha registrado tan alta esperanza de vida al nacer en el Perú. Existen mayores motivos para tener expectativas. 

Las cifras nos sugieren que, si acaso hubiésemos mantenido la estructura institucional previa a las influencias cepalinas o socialistas-mercantilistas (ver la proyección lineal pasiva 1900-1942), hoy nuestro país tendría un estándar de vida por habitante similar al actual en Costa Rica, Chile o Uruguay. Dicho en español más certero, gracias a la ineptitud, corrupción burocrática y populismo del grueso de los gobernantes en el periodo 1943-2022, millones de peruanos habrían fallecido por una causa evitable; o sufrido innecesariamente severas privaciones; y los 34 millones aún vivos tendrían acceso a infraestructuras, escuelas, seguridad salud o educación públicas similares a las alcanzadas por las tres naciones más ricas de la región.

Sin embargo, en el Perú y en Latinoamérica hoy, la miopía política de quienes nos gobiernan –los elegidos y los tolerados–, así como la oscura educación de nuestra ciudadanía, explican por qué razones algo tan accesible, nos resulta tan recurrentemente esquivo. Claro, no basta con que existan esperanzas. Se necesitan liderazgos y también agallas. De esos casi proscritos, masivamente criticados y hasta sancionados, en estos tiempos de progresismo oscurantista globaloide. Si entendemos que esto explica actuar en la dirección de un régimen que evite los abusos de la burocracia de turno (eso que Adam Smith llamaba un “sistema de libertad natural”), las esperanzas tendrán fundamento.

Carlos Adrianzén
08 de noviembre del 2023

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