Berit Knudsen
Groenlandia en el tablero geopolítico
Se ha convertido en escenario de disputas de las potencias árticas
Groenlandia, la isla más grande del mundo, ubicada geográficamente en Norteamérica, entre los océanos Atlántico y Ártico, con menos de 60,000 habitantes, es motivo de atención mundial con la nueva propuesta de Donald Trump de comprarla.
Originalmente poblada por los Inuit que llegaron desde Norteamérica hace 4,000 años, en el siglo X comenzó la influencia vikinga, con Erik el Rojo estableciéndose en la isla. Posteriormente, tras la separación del Reino de Dinamarca y Noruega, en 1814, se convierte en colonia danesa. En 1979, Groenlandia obtuvo un estatuto de autogobierno, aunque depende de Dinamarca en defensa, política exterior y asuntos financieros.
Como parte del Reino de Dinamarca, la Reina Margarita II es la jefa de Estado de Groenlandia, con dos representantes en el Parlamento danés y un primer ministro local. Con alto grado de autonomía, Groenlandia decidió no formar parte de la Unión Europea, aunque Dinamarca es un estado miembro. Su economía depende en un 90% de la pesca, y recibe US$ 600 millones anuales de Copenhague, representando el 33% de su PIB. Aunque este subsidio asegura acceso a servicios esenciales, los problemas sociales y económicos persisten.
El interés de Estados Unidos en Groenlandia se remonta a 1867, tras la compra de Alaska a Rusia en tiempos de Andrew Johnson, quien presentó una propuesta de adquisición que no se concretó. Durante la Segunda Guerra Mundial, en 1941, Estados Unidos estableció la Base Aérea de Thule para proteger a Groenlandia ante la ocupación nazi de Dinamarca. En 1946, en plena Guerra Fría, el presidente Harry S. Truman ofreció US$ 100 millones por la isla, propuesta que fue rechazada; pero en 1951 se firmó un tratado que asignó una jurisdicción especial a la base Thule, convirtiéndola en punto estratégico para sistemas de alerta temprana antimisiles. Actualmente, esta instalación es la Base Espacial Pituffik. En 2019, durante el gobierno de Donald Trump, Estados Unidos reiteró su interés en comprar Groenlandia para facilitar su acceso al Ártico, pero Dinamarca insistió en que son los groenlandeses quienes deben decidir su futuro. Finalmente, en 2020, Estados Unidos reabrió su consulado en Nuuk, cerrado desde 1953.
En las últimas décadas del siglo XX, la reducción de las capas de hielo ha abierto oportunidades económicas en Groenlandia, al descubrirse depósitos de uranio, petróleo y tierras raras esenciales para tecnologías avanzadas, como fibra óptica, cerámicas superconductoras, almacenamiento de energía y aplicaciones militares. Ello convierte a la isla en un centro de interés para las principales potencias. Pero además, el progresivo deshielo del Polo Norte posiciona a Groenlandia como punto estratégico para una nueva ruta marítima, reduciendo el aislamiento geopolítico de la región. Este impulso llevó a Donald Trump a insistir en la compra de la isla, con China manifestando creciente interés.
China ha propuesto proyectos de infraestructura, incluidos aeropuertos y puertos para facilitar la extracción de recursos, especialmente tierras raras. Pero el proyecto minero en Kvanefjeld encontró obstáculos por temas ambientales, y otras inversiones chinas han sido bloqueadas por divisiones políticas internas y la oposición de Dinamarca, preocupada por la soberanía, seguridad nacional y equilibrio geopolítico del Ártico.
En este contexto, Groenlandia se convierte en escenario de disputas geopolíticas de las potencias árticas: Estados Unidos, Canadá, Rusia, Noruega y Dinamarca, sumándose la presencia china. Las materias primas y rutas comerciales hacen converger sus intereses, mientras su población busca oportunidades para lograr un desarrollo que preserve su autonomía y legado cultural.
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