Jorge Morelli

Geopolítica de Evo

Intereses globales tras el control de los recursos naturales

Geopolítica de Evo
Jorge Morelli
19 de marzo del 2019

 

El Perú está ante el audaz proyecto geopolítico que instrumenta a Evo Morales. Es el embrión de una nueva versión de exportación del castrismo cubano y el chavismo bolivariano. Podría llamarse “evo imperialismo”. Está ante nuestras narices y no lo vemos. Si se tratara de un gobierno boliviano democrático, ese proyecto geopolítico siempre sería digno de cuidadosa atención, y quizás no representaría ninguna amenaza para el Perú. Pero ante el gobierno de Evo nos hallamos ante algo de proporciones desconocidas e intenciones políticas claras.

Se trata del proyecto de abastecer la energía del sur del Perú con gas boliviano, mediante un gasoducto desde sus yacimientos, que hoy prospera gracias al fiasco brasileño del Gasoducto del Sur de Camisea a Ilo. Todo el Perú sabe ya que Puno se ha convertido en un nuevo polo económico. Lo que el Perú desconoce es su magnitud. Los limeños, en particular, ni sospechan las proporciones de la nueva riqueza generada por la minería del oro ilegal, del narcotráfico y el contrabando en proporciones gigantescas. Los mineros y sus candidatos hoy se desplazan en helicóptero. Y en Puno no hay registros de propiedad, no hay seguridad, no hay agua potable siquiera. El Estado peruano virtualmente no existe. El oro ilegal se contrabandea a Bolivia, donde es “lavado” dentro de un marco legal permisivo.

Varias generaciones de limeños crecieron tontamente en la idea culposa de que Puno es un lugar muy pobre del Perú. Como en mi infancia me tocó vivir en Bolivia, siempre me sorprendió la ignorancia e indolencia de los limeños. Hora de saber historia. El Collao fue un emporio de riqueza siempre, en el Tahuantinsuyo y en el Virreinato. Fue la creación del Virreinato del Río de la Plata y de la República del Perú, luego, lo que arruinó a Puno y al sur. Pero esa era ha pasado. Cualquier visitante puede dar fe de lo que hoy ocurre. La acumulación de riqueza es impresionante.

Basta asistir a La Candelaria para ver el despliegue masivo de decenas de orquestas, de cientos de músicos cada una, y de miles de bailarines con atuendos que requieren una inversión que cada año financia una multitud de generosos padrinos. Como todos sabemos, además, la vocación comercial e industriosidad de los aymaras ha llevado a expandir la migración de los puneños a todo el sur. Hoy son una proporción de la población electoral incluso de Arequipa, Moquegua y Tacna. Ya controlan el comercio local y —como los chinos en el sudeste asiático— en una generación más serán banqueros.

En este contexto, ahora reconsidere el lector las proyecciones del proyecto boliviano de abastecer de gas a todo el sur del Perú. Considere, además, que el gobernador regional de Puno, Walter Aduviri, no solo no oculta su admiración por Evo, sino que tiene a su gobierno explícitamente como modelo político. Considere, sobre todo, que siendo el presidente, Martín Vizcarra, moqueguano de nacimiento, mira con simpatía el proyecto y ya envió al ministro de Energía de su gobierno a firmar un preacuerdo con Evo para la construcción del gasoducto desde Bolivia. El gobierno peruano, además,ya adelantó su marcada preferencia por el tren transoceánico desde Sao Paulo hasta Ilo, pasando por territorio boliviano, por sobre otras alternativas incluso comercialmente más rentables.

Si alguien cree que un proyecto de esta magnitud tiene interés puramente comercial es un ingenuo. Este es un proyecto de dimensiones geopolíticas. Estamos ante la pugna entre intereses globales para definir quién controla los recursos naturales —agua, cobre, oro, litio— de toda la región para el siglo XXI: y en lo inmediato, quién construye la infraestructura de conectividad interoceánica de América del Sur.

Si la iniciativa comercial le conviene o no al país es un tema que el Perú necesita ventilar y debatir públicamente. Ese debate indispensable no tiene lugar, sin embargo, porque el Perú está muy ocupado mirándose el ombligo en un batalla obsesiva con fantasmas, creyendo luchar contra la corrupción. Entregarle a Bolivia la llave de la energía del sur del Perú, no obstante, es harina de otro costal. Es modificar el equilibrio geopolítico de toda la región —lo que repercutirá mal en el balance de las relaciones entre el Perú, Bolivia y Chile— para llevar a cabo una agenda que no conocemos.

 

Jorge Morelli
19 de marzo del 2019

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