¿Fujimori nunca más?

Las izquierdas son campeonas actualizándose. Usan organizaciones de fachada y estribillos bastante bien calculados para mantenerse vigentes. “No más pobres en un país rico” es una muestra. Por su carga emocional penetra en el alma de la gente.

Contrariamente, hasta donde podemos observar, esa creatividad necesaria para conmover y alentar a la población está ausente en las derechas y en el centro. Eso de “el fujimorismo es un sentimiento” suena bonito en las bases naranjas; pero de allí no pasa, no da batalla innovadora, no se asienta en la juventud de hoy, en ese importante bolsón electoral.

Sin embargo, después de todo lo actuado, la influencia del fujimorismo en la política nacional está todavía vigente, y lo es por los resultados entregados al país durante la gestión de los noventa. Solo la mezquindad de unos cuantos –que parecen muchos por el ruido que ocasionan– no reconoce los aciertos alcanzados, pero goza del vuelco bien logrado gracias a la Constitución de 1993. Niegan que, por las circunstancias de esos días, era imprescindible un gobierno con carácter para resolver el derrumbe económico y el acoso terrorista de Sendero Luminoso y del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Olvidan que Perú estuvo a un paso de ser considerado inviable. 

Olvidan también que los comités de autodefensa empoderaron a la población e hizo de ella el actor principal contra el terrorismo. La estrategia militar “tierra arrasada” de los ochenta no ofreció resultados; todo lo contrario, hacía empeorar la situación porque era aprovechada por el extremismo socialista y sus aduladores. Por la firmeza desplegada –tildada de autoritarismo– hoy Perú no es un país socialista sometido al maoísmo, menos todavía con resultados deplorables de hambre, enfermedad, pobreza, desempleo, ignorancia, cárcel, persecución y muerte, como sí lo son Cuba, Venezuela y Nicaragua. 

Fujimori fue el artífice de la victoria contra el terrorismo comunista. En este contexto, es el enemigo principal de los derrotados. Con el grito “Fujimori nunca más” las izquierdas hacen todo lo posible para impedir su retorno al gobierno. En Junín, la cuna de Perú Libre, no es un secreto el experimento que llevó a Vladimir Cerrón a la gobernación regional torciendo la voluntad popular, sobre todo en los poblados alejados. Ese experimento resultó a pedir de boca durante el proceso electoral del 2021. Además, el fraude contra Rafael López Aliaga y Keiko Fujimori estaba cantado desde que se permitió la participación de Perú Libre con una plancha presidencial incompleta, se impidió la participación del partido aprista –gravitante en la política nacional– y se mantuvo la conformación de un Jurado Nacional de Elecciones sesgado. La interferencia grosera de Martín Vizcarra –señalado como genocida por las 200,000 muertes durante la pandemia de covid– sumó a los intereses izquierdistas. 

No obstante la sumatoria de adversidades, la sobrevivencia política de Fujimori es envidiable. Los izquierdistas no ganan elecciones pero manejan instituciones nacionales y son actores principales en todos los gobiernos. Fujimori, con un potente caudal electoral, ¿intentará la elección de senador en las elecciones 2026? Pero los canallas no descansan, y quieren verlo muerto en prisión para celebrar a lo grande. Esa falsa “sociedad organizada” controlada por las oenegés no es otra cosa que intereses políticos y económicos globales y de gobiernos extranjeros interfiriendo en el país. 

Si pues, sobre la progresía –adversarios frontales de Fujimori– la población tiene percepciones nada envidiables: defensores de los terroristas, llenos de odio, más de derecha que de izquierda (por sus signos exteriores de riqueza), ricos, vagos y lejanos de la población.