Jorge Varela
Feminismo, poder y abusos en la política progresista
Escándalos sexuales que sacuden a la izquierda chilena
El político español Íñigo Errejón, líder de Sumar y cofundador de Podemos —uno de los referentes para el Frente Amplio chileno— ha anunciado su renuncia mediante una carta en la que confiesa: "El ritmo y el modo de vida en la primera línea política, durante una década, han desgastado mi salud física, mental, y mi estructura afectiva y emocional". En ese contexto, según él, “se subsiste” con una conducta que “se emancipa a menudo de los cuidados, la empatía y las necesidades de los otros”. Errejón advierte: “Esto genera una subjetividad tóxica que, en el caso de los hombres, el patriarcado multiplica... Tras un ciclo político intenso y acelerado, he llegado al límite de la contradicción entre el personaje y la persona".
Esta carta, que parece escrita con cierto cinismo y un tono intelectualista, intenta desviar la atención de un antecedente grave: Errejón ha sido acusado de conductas sexuales vejatorias por una conocida actriz, denuncia que ha sacudido el núcleo de la izquierda feminista española y ha generado una crisis ética que pone a prueba la fidelidad partidaria de sus militantes.
Escándalo a kilómetros de Madrid
Mientras tanto, en Santiago de Chile, otro escándalo de índole similar afecta al panorama político. Una funcionaria subordinada ha denunciado por violación a quien ocupaba el cargo de subsecretario del Interior, generando un terremoto político. En este caso, varias autoridades de alto nivel, incluida la máxima autoridad del país, fallaron en proteger a la denunciante y en apoyarla, adoptando una actitud indolente que ha estremecido la conciencia moral de la ciudadanía. En lugar de brindar apoyo a la víctima, optaron por blindar al jefe acusado, cuyo abuso de poder lo ha dejado expuesto como alguien que también "llegó al límite de la contradicción entre el personaje y la persona".
Esta situación mantiene bajo presión al presidente Gabriel Boric y a importantes figuras del gabinete, incluidas las ministras del Interior y Seguridad Pública, de la Secretaría General de Gobierno, y de la Mujer y la Equidad de Género. También ha implicado a funcionarios de la Subsecretaría del Interior, responsables de comunicaciones y hasta miembros de la Policía de Investigaciones (PDI).
El problema más allá de la distancia geográfica
A miles de kilómetros de distancia, el movimiento feminista de izquierda se enfrenta al impacto de una traición desde dentro. No se trata aquí de iniciar una purga moral entre las filas del radicalismo cínico debido a actos repudiables que exceden lo personal y afectan gravemente a quienes compartían ideales. Este es un problema profundo, que no se limita al conflicto entre feminismo y antifeminismo o a la virilidad descontrolada de quienes ostentan poder. Es una cuestión de impudicia y falta de dignidad que ha alcanzado tintes de escándalo debido al manejo oscuro de un acusado de violación agravada, quien usó su posición para manipular y abusar.
A esto se suma la falta de transparencia y la torpeza de las autoridades mencionadas, lo que ha revelado el lado oscuro de la política palaciega y de algunos sectores de los servicios de seguridad. Slavoj Žižek señaló una vez que, en ciertas situaciones, no basta con tomar una decisión de principios; hace falta una elección estratégica bien meditada entre lo malo y lo peor. Y esta vez, esa elección no se tomó (“Demasiado tarde para despertar”. ¿Qué nos espera cuando no hay futuro?, Editorial Anagrama, mayo de 2024).
Signos de decadencia ética
Žižek sostiene que el progreso ético requiere un cierto dogmatismo: “En un país normal, no hay debate sobre si la violación y la tortura son tolerables ni sobre cuándo lo son. La gente acepta ‘dogmáticamente’ que están fuera de lugar, y quienes las justifican son simplemente monstruos”. La decadencia ética se manifiesta cuando se permite debatir sobre la legitimación de violaciones o torturas, tolerándolas en silencio o incluso exhibiéndolas.
Los casos de Errejón y Monsalve son ejemplos claros de individuos que han cedido a deseos de transgresión sexual, en muchas ocasiones ejerciendo su poder para poseer a alguien en contra de su voluntad mediante engaños, intimidación o violencia. Para el transgresor sin moral, todo vale si el objeto de su deseo termina vencido, humillado y sometido. Es el triunfo del ego sobre el otro, una reafirmación de su identidad impulsiva que, en un peligroso acto de autoafirmación, le susurra: “ahora eres realmente tú mismo”. Sin embargo, al final solo queda un ex-campeón moralmente agotado, sin la energía ética para resistir el fuego de su propio deseo, que se convierte en humo oscuro y vergonzoso.
COMENTARIOS