Excepcional e indispensable

En mayo del 2022 saltó el escándalo del documento fraudulento llamado tesis del ciudadano Castillo. Y dijimos aquí en El Montonero –en un artículo titulado “Castillo y el cuerpo de Benito”– lo siguiente: “…por buscar allí en el mundo de lo probable el definitivo cuerpo del delito, nos hemos olvidado de que ya hay una prueba. No solo legal, sino clamoroso testimonio de inmoralidad…Donde no solo está la pistola humeante sino el cadáver mismo”.

Vistas las tomas de Limas, las tomas de conciencias y las tomas de propiedad ajena que se han sucedido desde esa fecha, nos hubiésemos ahorrado mucho si hubiésemos cortado de raíz esa inmoralidad. Porque toda copia es un atentado contra la propiedad. Y si creemos en principios y no en conveniencias coyunturales, imagino que todos deberíamos suscribir una de las conclusiones de ese artículo: “Si el principio de propiedad está sujeto al fraude no censurado, estamos viciando el todo de la convivencia civilizada”.    

Y de esa fecha a esta parte hemos sido y seguimos siendo cómplices de fraudes. De enajenación de propiedades y abdicación de principios. En aras de supuestas gobernabilidades. La tolerancia, la complacencia y la permisividad –cuando se enajenan principios– terminan por no ser virtudes. Y ahora parece que tenemos que aceptar y perdonar que otro trabajito presidencial no es delito, porque siendo una fraudulenta ´monografía´ resulta que es delictiva porque “no fue publicada”. Como dirían los jóvenes mucho roche.

Conversando hace poco en Washington con amigos vinculados al mundo del quehacer político, acerca de en qué creen los norteamericanos respecto a su política exterior, los analistas consideraban que para el americano promedio su política era siempre correcta porque se basaba –con razón o sin ella– en una visión-país que los hacía ´excepcionales e indispensables´. 

No es este el lugar para hablar de política internacional, pero sí podría ser útil tratar de aterrizar estos conceptos en nuestras coyunturas y quehacer político. Porque valgan verdades, ser considerados como excepcionales e indispensables podría ser un valor agregado.  

Si vemos trazas políticas en el Perú de hoy y evaluamos opiniones y actitudes,   vemos elementales adocenamientos y supervivencias. No hay miradas de qué hacer hoy y mañana. Y a pesar de que el marketing de los  productos nos habla de cambio permanente, de la necesidad de proyectar escenarios y de nuevas experiencias de compra, la política parece seguir siendo reducida a discusiones de los sesentas. Con el agravante de que lo único que se puede comprar y vender –en aras de la comodidad y la conveniencia– son los principios de la convivencia civilizada.

Una propuesta política excepcional e indispensable puede ser más que útil como colectivo social. Pero para merecer esos calificativos es indispensable dejar los sesentas y mirar con realismo los escenarios mundiales que se nos presentan.