Luis Hernández Patiño

Entre muros

Nadie tiene que conformarse a vivir confinado

Entre muros
Luis Hernández Patiño
03 de noviembre del 2020


Para entender el sentido que tienen los acontecimientos relacionados con nuestra actual condición de vida social, creo que es necesario hacer un poco de memoria en cuanto a ciertos episodios que han tenido lugar a lo largo de nuestro devenir histórico. En tal sentido, me gustaría empezar refiriéndome a aquel muro de Berlín, el cual fue derribado el 9 de noviembre de 1989. Alemania volvía a ser una sola república, y había que ver cómo se festejó aquel acontecimiento.

Vientos de libertad parecieron soplar por todo el mundo. Y no pasó mucho tiempo desde entonces para que la Unión Soviética también se convierta en un recuerdo, a raíz de lo cual no pocos fueron los que pensaron que el totalitarismo había sido por fin enterrado. «Olvídate del comunismo», me decía un amigo.

Al referirme a los sucesos de esa época, me surgen algunas interrogantes que me gustaría compartir pensando en la actualidad. He aquí la primera: ¿era aquel muro de Berlín el último que quedaba por derribar? Y otra pregunta que se me ocurre plantear es: ¿no podía haber acaso la intención de levantar nuevas murallas?

Desde tiempos inmemoriales, la humanidad había visto el derrumbe de grandes muros, cuya existencia en su momento tuvo una innegable connotación política, económica, social, cultural. Ahora bien, en el siglo XX se produjeron grandes cambios en terrenos como los de la ciencia y la tecnología. Y fue en el marco de tales cambios y avances que la sociedad industrial alcanzó niveles de vida insospechables tan solo unos cuantos siglos atrás. Sin embargo, tales cambios y adelantos no impidieron que se sigan construyendo nuevas barreras.

En la actualidad, hay muros de contención como el que está en la frontera entre México y los Estados Unidos. Sin embargo, hay también otros a los que me gustaría referirme. Se trata de aquellos cuyas funciones no siempre llamaron nuestra atención, porque eran vistos por nosotros como convencionales. Estoy pensando en muros como los de nuestras viviendas, por dar un ejemplo.

¿Qué es lo que llama mi atención en torno a estos muros? Lo que me sorprende es el cambio de sentido de su función, en medio de la actual pandemia del Covid 19. Usualmente los muros de las casas servían de protección; impedían el ingreso de cualquier desconocido que pudiese poner en peligro la integridad del hogar. Hoy, por el contrario, podrían funcionar como barreras de contención para impedir que los habitantes de la vivienda migren a la calle. Y así ha ocurrido en los países donde se ha dado una rígida cuarentena.

En el mundo de hoy, en medio de aquello que se ha dado en llamar “la nueva normalidad”, ya no hay países amurallados. Sin embargo, los muros de las casas darían la impresión de servir de barreras para centros de reclusión. Lugares de los cuales se puede salir solo si la autoridad lo permite, cuando los encargados del Gobierno lo conceden, bajo el marco del estado de emergencia.

Los miembros de la familia natural –es decir, los integrantes de la célula básica de la sociedad– hoy pueden ser vistos como un tipo no convencional de prisioneros que enfrentan diversos problemas ocasionados por diferentes circunstancias. Sobre todo en las zonas donde hay un tremendo hacinamiento, donde padres, madres e hijos comen, duermen y pasan gran parte del día en un mismo ambiente. ¡Ni qué decir del estado de la salud mental de estas personas! Vivir entre muros no es fácil. No es nada sencillo vivir en la condición de prisioneros, algo que buena parte del mundo ha experimentado.

Nadie podría oponerse a que, ante una situación de emergencia sanitaria, se tomen medidas que, en ciertos casos, pudiesen ser radicales. Sin embargo, debe quedar bien claro que nadie tiene por qué conformarse a vivir confinado, si resulta que hay otras formas de combatir al Covid. Formas y procedimientos como los aplicados en Suecia, que no se sustentan en la privación de ningún tipo de derechos ni libertades.

El covid sí existe, no hay por qué negarlo. Más aún, es imposible desconocer su presencia, así como sus efectos. Pero frente a ello también existe una pregunta que tenemos que formular: ¿es el Covid la causa real, la causa de fondo, para habernos tenido prisioneros, entre muros, durante tanto tiempo? ¿No será que en el fondo hay algo más? ¿Hasta dónde podrá llegar el nivel de opresión de la mayoría de miembros de la sociedad?

Luis Hernández Patiño
03 de noviembre del 2020

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