Eduardo Vega
Entre información accesible y manipulación de contenidos
Virtudes y peligros de Wikipedia y de la Inteligencia Artificial
Wikipedia apareció en 2001, marcando un hito en la disponibilidad de información en internet. Aunque su contenido inicial no era del todo confiable, pues cualquier usuario podía editar artículos, la plataforma ofrecía una manera más accesible de acercarse a la información en comparación con los cientos de enlaces arrojados por los motores de búsqueda de aquella época. Las enciclopedias en formato físico o en CD, que solían comercializarse entonces, rápidamente comenzaron a perder vigencia.
Con el paso del tiempo, la tecnología ha avanzado significativamente, y aunque no siempre seamos conscientes de ello, la inteligencia artificial (IA) ha pasado a desempeñar un papel central en nuestras interacciones en línea. Hoy en día, la IA no solo registra nuestras búsquedas y conversaciones en aplicaciones como WhatsApp, sino que utiliza estos datos (de manera directa o indirecta) para “priorizar” los resultados de búsqueda y alinearlos con nuestros intereses. De esta forma, pretende optimizar nuestras experiencias en línea y aumentar nuestra satisfacción como usuarios.
Para quienes usan aplicaciones “inteligentes” y tienen afinidad por algún deporte, equipo, preferencia política, hobby o cualquier tema en particular, la IA proporciona información personalizada, junto a una gran cantidad de publicidad orientada al consumo de esos mismos intereses. A simple vista, parecería que vivimos en un mundo ideal, donde nuestras necesidades son satisfechas de inmediato, facilitando nuestra vida diaria y simplificando decisiones. Sin embargo, esta satisfacción inmediata trae consigo el consumo impulsivo de otras "necesidades" que surgen rápidamente, lo cual genera un círculo vicioso y una desvalorización de los productos, servicios e informaciones consumidos de forma casi automática.
La realidad es que, aunque un exceso de complacencia resulta tedioso, no solemos notar que los sistemas diseñados para “ayudarnos” en realidad están orientados a satisfacer nuestros deseos de manera casi instantánea. La IA se convierte así en un mecanismo que responde a nuestros requerimientos diarios, lo que puede llevarnos a una dependencia. Nos mantenemos distraídos, recibiendo respuestas inmediatas, sin dar nada a cambio.
Pero, como decía Adam Smith, “no hay almuerzo gratis”. Aunque pensemos que no estamos entregando nada, en realidad estamos cediendo nuestro tiempo y, lo que es aún más grave, relegando la necesidad de verificar la veracidad de la información que consumimos. Esto nos vuelve vulnerables ante aquellos que manipulan la IA para orientar el pensamiento colectivo hacia determinados intereses. ¿O acaso creemos que los “terraplanistas del siglo XXI” son simplemente un puñado de personas excéntricas publicando ideas en internet?
Un claro ejemplo de esta manipulación se evidenció en las reacciones de muchos seguidores del Partido Demócrata en Estados Unidos tras la sorpresiva victoria de Donald Trump. Para observadores neutrales, era evidente que algunas declaraciones de Harris no resonaban con valores profundamente arraigados en la cultura estadounidense, lo que disminuía sus posibilidades de éxito. Sin embargo, para quienes solo consumían información parcializada que señalaba lo contrario, el resultado fue inesperado.
Con la IA actual, cualquiera que tenga una postura específica será bombardeado con contenido que refuerce esa perspectiva, al punto de que, cuando deba enfrentarse con la realidad, probablemente le cueste aceptarla o, quizás, prefiera continuar consumiendo esa versión distorsionada que la IA le ha acostumbrado a ver.
“Ningún exceso es bueno”. Sin embargo, cuando el exceso se basa en la búsqueda de placer o entretenimiento, es fácil caer en los juegos de la IA. Lo preocupante es que, en un país como el Perú, esta manipulación podría ser utilizada incluso para influir en decisiones tan trascendentales como la elección de un presidente.
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