Darío Enríquez

El utópico smart world 3.0 y los riesgos inminentes

¿Quién podría oponerse al progreso? Cuidado

El utópico smart world 3.0 y los riesgos inminentes
Darío Enríquez
08 de diciembre del 2021


Imagine usted que el nuevo sistema 3.0 para controlar la velocidad de su auto no persigue llenar las arcas municipales con multas a excesos y un avisaje medio escondido, sino que realmente quiere evitar los riesgos que derivan del exceso de velocidad. Al ingresar a una zona residencial de 30 km/h, usted pierde el control del auto encima de ese umbral y quien lo toma es ese sistema de control que “conversa” con un accesorio instalado de fábrica en su auto para bloquear la aceleración, en el contexto de un “internet de las cosas”. Además, las ocasiones que usted intente fallidamente sobrepasar ese límite, serán registradas en su expediente automovilístico y acumulará puntos en contra que, en su momento, elevarán el costo de la renovación de su licencia de conducir y la prima de su seguro automovilístico.

Ingresa usted a un restaurante, muestra su pasaporte sanitario de vacunas y su identificación, se lee su código QR, le asignan la mesa y entonces, la cocina del restaurante es advertida por el sistema central de control en salud 3.0 que usted sufre ciertas alergias y se bloquea la posibilidad de recibir órdenes que contengan los alergénicos que le afectan. Además, el sistema central informa al restaurante de que usted es diabético, entonces no habrá azúcar ni bebidas azucaradas en su mesa (se le negará amablemente si las solicita) y la guarnición de carbohidratos (fideos, papas, arroz) será limitada e incluso prohibida sin que usted pueda evitarlo.

Va a comprar una casa y después de una larga búsqueda, finalmente cree haber encontrado la indicada. Usted pide al sistema central inmobiliario 3.0 que proyecte los posibles costos de renovación para los próximos 10 años; con esa información, usted logra una rebaja del vendedor. Llegan a un acuerdo. Pero además, usted pide al sistema de control la información de todos los dueños anteriores y la razón por la que vendieron la casa. Todo lo hace desde su smartphone o su tablet. Como el sistema central inmobiliario tiene una trazabilidad impecable, le da el historial completo de habitantes en la casa. No encuentra razón para retroceder en su deseo de comprar la casa. Entonces proceden al pago in-situ, interconectando el sistema central inmobiliario con el gran sistema central de banca, a través de un préstamo hipotecario que es evaluado instantáneamente por el sistema central. Se hacen las transferencias respectivas y se interactúa con un tercer sistema, el de registros públicos, para que la venta quede debidamente ingresada con todas las verificaciones del caso. Todo en automático.

Un mundo perfecto, imposible oponerse a semejante progreso, ¿cierto? Veamos. De hecho las tecnologías que dan soporte a estos sistemas centrales 3.0 ya existen hoy y solo hay que aplicarlas convenientemente. Lógicamente, se requiere una recopilación de datos consistentes, pero eso se hace bajo un formato inicial y luego en el tiempo se alimentará hasta cubrir lo necesario. En países como los nuestros tendremos mayores problemas porque nuestras instituciones estatales tienen un precario manejo de información estructurada y esa brecha costará muchísimo cubrirla si es que queremos hacer las cosas bien y no solo aplicar estos elementos de transformación digital en forma aislada, parcial y elitista, sino integrada, sistémica y masiva. Es nuestro 0.0 incompleto, fragmentado y poco confiable.

Pero hay dos temas fundamentales que se deben tener en cuenta, más allá de la promesa de un futuro paraíso terrenal y la tecnología cuasi-perfecta. En los tres casos mostrados y muchos otros que van surgiendo en la realidad cotidiana de nuestro mundo en el siglo 21, hay potencialmente una flagrante violación del derecho a la privacidad, que se expresa en tres derechos derivados centrales: libre circulación, confidencialidad médica y reserva bancaria. Saben dónde estás en todo momento y conocen todos tus desplazamientos, tus antecedentes médicos pueden usarse contra ti para “cancelarte” y tus activos bien habidos pueden ser objeto de codicia por delincuentes o la voracidad tributaria de un estado vil. No es difícil imaginar el infierno que viviríamos si estos controles son puestos al servicio de nefastas utopías colectivistas totalitarias. Ya lo hacen hasta donde les es posible con 1.0 y 2.0, pues con mayor razón y eficacia lo perpetrarían con 3.0

Es cierto que se contaría en principio con la aceptación del usuario (que no ciudadano), pero esa aceptación no debería ser abierta a todo y la verdad, sí que estaríamos entregados, pues se parece demasiado a esos contratos en letra chiquita que nadie lee cuando descargamos aplicaciones “gratuitas”. Hacen trizas nuestra privacidad, nos ponen a merced de quienes saben de nosotros, nuestros hábitos y nuestras preferencias, más que nosotros mismos.

Un segundo elemento es que en todos los procesos automáticos que aparecen en los nuevos sistemas 3.0, se elimina una inmensa cantidad de trabajo humano. Si no se toma acción en paralelo, asegurando que la dinámica económica pueda absorber ese nuevo excedente laboral, estaremos replicando con la digitalización, los mismos problemas que hoy sufrimos a causa de una fallida industrialización: precariedad, contrastes sociales, exclusión, elitismo, pobreza económica y social. La magia no existe. Solo creando las condiciones para que nuestra economía crezca a razón de 8-10% anual, es que esos excedentes laborales tendrán oportunidad de reinsertarse laboralmente, sea con trabajo dependiente, sea con emprendimientos. No hay otra. Y ese crecimiento va de la mano no con “buenas” intenciones ni “genialidades” redistributivas, menos de torpes alusiones al “Pueblo”, sino generando confianza en los actores económicos para que haya ahorro, inversión, crecimiento y por ende, mayor empleo. Nuestro país ha perdido la brújula del crecimiento económico desde 2011 y si no la recupera, cada vez será más difícil retomarla y la transformación digital solo será otra oportunidad echada a perder.

Darío Enríquez
08 de diciembre del 2021

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