Carlos Adrianzén

El shock y sus antecedentes

El vizcarrato solo es otro paso en el retroceso de la economía peruana

El shock y sus antecedentes
Carlos Adrianzén
06 de julio del 2020


La pandemia proveniente de China nos ha golpeado con dureza. Las caídas sucesivas en los estimados oficiales del Producto Bruto Interno de marzo (-16.3%) y abril (-40.5%%) pasados, la sucesión de correcciones a la baja, así como la estacionalidad de la serie, permiten que diversos analistas anticipen una contracción anual que fluctúa entre 16% (los más generosos) y 20% (los más conservadores). Diversos países sudamericanos (Argentina, Brasil, Chile y Ecuador) parecen también haber caído en súbitas megarrecesiones. Lo peor de esos cuadros, además de su carácter destructivo de negocios y capitales empresariales, son los impactos negativos sobre el PBI potencial y la informalidad. Con esto último, las esperanzas de un rebote compensatorio, o siquiera hasta el mismo registro de un brinco estadístico menor el año siguiente, podrían ser poco verosímiles. Esto tal como nos sucedió en cuadros similares en el pasado.

Conforme ha avanzado la tasa de infecciones del Covid-19, la administración no solo culpó a la población, sino que resultó incapaz de gerenciar inteligentemente los planos médico y logístico de la cuarentena. Además no priorizó la reasignación de recursos fiscales hacia el combate contra el virus, ni hizo la oportuna asignación de subsidios a quienes dañó y/o quebró (con la proscripción medieval de actividades económicas, a rajatabla). El impacto –encandilamientos mediáticos fuera– fue demoledor, a modo de un masivo shock burocrático. Un golpe de mayores prohibiciones, persecuciones, protocolos irreales, corrupción administrativa y gastos de baja prioridad.

Si, por un momento, enfocamos qué efectos económicos ha tenido a la fecha la pandemia china en el globo, encontramos tablas estadísticas, cambiantes cada día, con un horizonte muy variopinto de tasas de infección y recesiones pronunciadas. Trágicamente, el Perú destaca. Tanto en los primeros lugares de las tablas de infectados (la ratio sobre la población) cuanto en la escala recesiva en pleno desarrollo. Algunos repiten que los impactos resultan algo común y hasta inevitable. Las últimas proyecciones del Fondo Monetario Internacional cuestionan esta afirmación (ver Gráfico 1). Simple y sencillamente: solo algunos países registran megarrecesiones.

La última revisión del WEO (IMF World Economic Outlook) brinda un detalle adicional: sí existen naciones donde el efecto tendería a ser moderado y pasajero. Y esto se daría independientemente de los niveles de ingreso por persona. Aquí destacan naciones como China, Egipto, Corea e Indonesia. Respecto a la primera –estimado lector–, siendo una dictadura, comparto con ustedes mi recelo sobre la verosimilitud de sus estadísticas. Asimismo, destaca también lo ófrico de las proyecciones fondomonetaristas de los campeones sudamericanos: México, Argentina o Brasil. Ver Gráfico 2.

En la versión revisada de este documento no aparecen las estimaciones oficiales recientes para plazas como Chile o Perú, que ya registran índices mensuales aún más inquietantes. Pero vale la pena destacar que este altamente destructivo shock burocrático –aplicado a nombre del combate a la pandemia– no resulta el único factor desencadenante de una megarrecesión. El accionar de su gobierno (Ejecutivo y Legislativo), antes y durante la crisis, hace la diferencia. Nótese que en la región –y tal como lo presenta el tercer gráfico de estas líneas– dos plazas sudamericanas, otrora países estrellas de la región, han venido registrando un definido cuadro de deterioro económico desde una década atrás.

No nos engañemos. Además de los errores actuales, los retrocesos previos de sucesivos gobiernos (en términos de libertades políticas y económicas) en naciones como Chile o Perú, han preparado el campo para que hoy registremos recesiones muy complejas y de duración incierta. Resulta meridiano: el shock socialista-mercantilista del vizcarrato solo es otro paso negativo más en el retroceso de la otrora emergente economía peruana. Las iniciativas y los cambios constitucionales –mal etiquetados como reformas políticas–, con las que se restringen nuestras libertades día a día, solo complican el escenario en una escala poco destacada en la discusión mediática local.

En pocas semanas –en las próximas elecciones generales– descubriremos si los peruanos abrazamos ilusamente el fracaso y su inercia, o lo repudiamos contundentemente. Subrayo: bajo elecciones electrónicas solo una respuesta contundente sería efectiva.

Carlos Adrianzén
06 de julio del 2020

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