Vincent Dumortier

El Niño que nunca llegó

El Niño que nunca llegó
Vincent Dumortier
13 de enero del 2015

Sobre los anuncios alarmistas del ecologismo radical en torno al “cambio climático”.

Ahora que terminó el 2014, es tiempo de hacer el balance del año pasado. En términos de logros, la COP20 no tuvo un gran éxito. Es cierto que la meteorología no ayudó, ya que no hubo catástrofes naturales mayores (y perfectamente normal aunque sean dañinas y penosas) para atribuírselas al clima, tal como ocurrió en otra ocasión.

Pero no faltaron las alarmas, con el fenómeno El Niño (ver aquí, acá o allá). Nos anunciaron un verano cálido y pérdidas multimillonarias y... no pasó nada comparable a 1998. Aunque sí pasó algo: la economía peruana se estancó, entre otros factores, por la falta de confianza del sector económico en los mandatarios políticos. Algunos se habrían alegrado de poder culpar a El Niño del menor crecimiento económico , pero no llegó.

Este doble fracaso, tanto en términos de proyección climática (en realidad un fenómeno meteorológico natural, pero los “climastrólogos” aprecian confundir en este tema) y económica, es rico en enseñanzas. Primero, en materia de conocimiento climático es obvio que nuestra comprensión es limitada y que la ciencia está lejos de entender el clima, más allá de los cuentos alarmistas. Y en materia económica las proyecciones que se hacen en términos de impacto sobre el PBI tienen poco sentido, sea para un año (como en el caso presente de El Niño) o para el 2050 (si se trata del clima).

Los maltusianos que nos alimentan de estas tonterías cometen el error clásico de imaginar el mundo futuro como una ligera extrapolación del de hoy. Este monumental error es igual que aquel que en 1890 hizo creer a los mandatarios que si la humanidad seguía creciendo al ritmo de dicha época, las ciudades ya no podrían manejar la limpieza de excrementos de los caballos utilizados para el transporte. Obviamente no podían imaginar la invención del automóvil... También recordamos las previsiones catastróficas del Club de Roma, que en los años 70 predijo que el mundo experimentaría grandes hambrunas y otras carencias al final del siglo XX, por falta de control de la población. Todas estas predicciones fueron ridiculizadas por la realidad: el ingenio humano encontró astucias para eludir las dificultades anunciadas.

Muchas veces también se nos habla del costo de la inacción frente al supuesto cambio climático y se nos presenta cifras espeluznantes. Pero rara vez se nos habla del impacto de las supuestas buenas medidas a favor del clima (estudios, cambio de matriz energética, inversiones multimillonarias, cuando no se trata de “cambiar el sistema”), en particular en el sentido de la falacia de la ventana rota del gran Frederic Bastiat.

Si bien es imposible determinar cuál será el ritmo de avance del progreso, ya que depende de los avances tecnológicos, por naturaleza impredecibles, las décadas de 2020-2040 probablemente no será una era de restricción (entre otro de energía), sino de abundancia y con cada vez menores precios promedios.

¿Confió demasiado en el progreso? Vean el mundo de hace sólo 40 años, precisamente durante la primera "crisis del petróleo". La economía peruana estaba cerca de derrumbarse. André Truong inventó el microprocesador y nadie lo sabía. Steve Jobs y Bill Gates se preguntaban si tendrían un futuro. Internet no era ni siquiera concebible. La ingeniería genética era una vaga idea, el primer escáner médico seguía en I&D, en su laboratorio.

En estas condiciones, pretender que nuestro futuro depende de un racionamiento burocrático de la energía no solo no tiene sentido sino que se trata de un intento de sabotear el progreso. Es una guerra insidiosa de los ecologistas radicales en contra de las aspiraciones de bienestar de la gran mayoría de los seres humanos.

En efecto, entre 1990 y 2011, el PIB por unidad de uso de energía (o sea la eficiencia de uso de energía) del Perú se incrementó en un 27%, el doble de Latino América.

No desperdiciamos nuestra energía, sino que ¡caminamos al desarrollo!

Mi consejo para que se logre: ¡Laissez faire!

Por Vincent Dumortier

(13 - Ene - 2015)

Vincent Dumortier
13 de enero del 2015

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