Jorge Morelli

El momento Juana de Arco

A propósito del incendio de la Catedral de Notre Dame

El momento Juana de Arco
Jorge Morelli
16 de abril del 2019

 

Me llevó mi padre por primera vez a la misa cantada de las diez de la mañana del domingo en la Catedral de Notre Dame. El coro resonaba en ese espacio enorme, sobrecogedor, que podía transportar en el tiempo a la coronación de Bonaparte en 1804 o a ese lugar imaginario del ático y la gárgolas de la Catedral en la entrañable novela de Víctor Hugo. La construcción tomó cien años, entre los siglos XII y el XIII. Tres generaciones habrán trabajado toda su vida en ella. La edificaron para durar siglos. Notre Dame ha durado 850 años hasta la fecha. En el incendio del lunes 15 de abril de 2019 el techo colapsó, la aguja se desplomó, pero las dos torres de los campanarios, los muros, los arbotantes y los contrafuertes resistieron. La Catedral sobrevivió.

Será reconstruida por la misma razón que fue construida: para durar mil años, muchos más que las vidas humanas. Para eso se edifican catedrales y pirámides, porque fundan en el corazón el amor de la grandeza, y unen a un pueblo en torno a ella y de un mensaje más allá de él mismo, que debe ser preservado para los que siguen. El mensaje de Notre Dame es el del Cristianismo, y el de Occidente.

Desde 2016, ha habido dos atentados frustrados con coches bomba en sus inmediaciones. En lo que va de 2019, ha habido diez incidentes de vandalismo en iglesias católicas de Francia. Los hechos indican hasta el momento que el incendio de Notre Dame —el lunes de Semana Santa— comenzó en el ático. Puede haber sido un accidente involuntariamente causado por mano humana. Pero las autoridades no han descartado un acto deliberado. Necesitarán valor para decir la verdad, cualquiera sea esta.

Pasé en París algunos meses importantes de mi vida, en la secuela de Mayo 68. Allí cumplí 22 años, con un amigo querido que ya no está. Todavía existían ecos apagados del faro que fue París en décadas ya partidas. Diez años después me tocó un espectáculo innoble: en el Metro de París un hombre abofeteaba ante todos a una mujer indefensa y la golpeaba en el suelo sin que nadie se atreviera no ya a intervenir, sino a mirar siquiera. La indolencia nacida del miedo no ha hecho sino crecer desde entonces, hasta convertirse en paranoia ante el ubicuo, inminente ataque terrorista.

El lunes en las imágenes el mundo entero veía y oía a los jóvenes en las orillas del Sena recordar oraciones y cantar coros de colegio de su infancia. De pronto su fe se encendió de nuevo, como una vela. Es conmovedor que la coraza del miedo se resquebraje un momento para encontrar en el prójimo a un semejante. Pero Notre Dame debería ser más que eso. Debería ser el momento Juana de Arco, del valor ante la adversidad canonizada en la Catedral: un punto de inflexión política y el momento de decisión que lleve a esa ciudad, amada por todo el planeta, a recordar qué es, cuál es su verdadera identidad y su herencia, como tantas veces en el pasado. Ese sería un Domingo de Resurrección.

 

Jorge Morelli
16 de abril del 2019

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