El mensaje decepcionante de Boluarte

Fue desafortunado el reciente mensaje a la nación de Dina Boluarte. Retrocede cuando se comenzaba a creer que con ella habría un antes y un después en la lucha contra la insurgencia comunista. Enfría el ánimo contrasubversivo justo cuando las autoridades deberían mostrar mayor firmeza. Cede ante la barbarie organizada por el comunismo, el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla. El susto la pone del lado de los ataques antiperuanos que amenazan prolongarse y dividir al país. 

En su mensaje, Boluarte propone que el próximo Congreso de la República discuta la reforma total de la Constitución, haciendo suyo el planteamiento extremista: nueva constitución. Exige además que las próximas elecciones generales sean en octubre próximo. Es decir, abandona el timón de la transición que le ofrecería al país el retorno a la normalidad con las correcciones legales necesarias para mejorar la representación política. 

En los momentos difíciles se conoce a las personas. Para unos, Boluarte es frágil; y para otros, cómplice. En lugar de convocar a un cierrafilas frente al socialismo homicida, claudica. Rompe la esperanza que comenzaba a tejerse alrededor de ella. Se inclina hacia las vanguardias comunistas que buscan debilitar el ánimo de la población, la principal víctima de la escoria y lumpen de la sociedad que asaltan calles y carreteras. 

Boluarte se engaña a sí misma. Cree, con una inocencia inaceptable para el cargo que ocupa, que será perdonada por los extremistas, que las muertes ocurridas durante su mandato serán olvidadas. Debe saber que progresistas y comunistas no descansarán hasta verla procesada y sentenciada por las muertes ocurridas en el transcurso de las manifestaciones violentas. Con el reciente mensaje a la nación Boluarte es, en buen cristiano, ni chicha ni limonada, una persona sospechosa, devaluada. La confianza que había generado semanas atrás, se desvanece. ¿Cómo creerle ahora si en lugar de actuar con talla de estadista, actúa en función de sus miedos y chantajes? 

Resistir es la respuesta de los ciudadanos libres. Para ello hay que otorgarle a la Policía Nacional y Fuerzas Armadas el apoyo que por ley les corresponde, y puedan salvaguardar la integridad del país. Se debe impedir, a toda costa, que la historia se repita. En este contexto, si Boluarte termina presa, la victoria del comunismo se consumará sin la necesidad de asaltar el Palacio de Gobierno. Si esto ocurre, no habrá maneras de usar las leyes y la constitución para proteger al país de los “vándalos”, como cobardemente son tratadas las vanguardias comunistas. Por timorata, Boluarte también da a entender que no evalúa la trascendencia de su mandato. Y así, una vez más, la improvisación se luce. En lugar de una mirada hacia adelante, busca cobijarse y ponerse –según ella– a buen recaudo. 

Boluarte debe saber que la insurgencia viene acompañada de traición, la ocasión perfecta de los separatistas. Aliados de dirigencias extranjeras, ambicionan ser padres fundadores de una patria comunista, dueños –además de litio, uranio, plata y riquezas provenientes de la agricultura, ríos y lana de ganado– de las vidas de sus paisanos. 

Asimismo, no es momento de darle vueltas a la historia, como hacen los comunistas con la intención de confundir. Sus relatos falsos sirven para enfrentar en lugar de integrar. Somos un país de mestizos, sin resolver como quisiéramos las distancias existentes. Las montañas, bosques y arenales son parte del reto no enfrentado por ausencia de capacidad técnica y de gestión de las autoridades, que la población elige equivocadamente. Una nueva contienda electoral no detendrá la ola insurreccional y tampoco resolverá las urgencias de la población. La prisa, sin intentar corregir los errores de la representación, nos dejará otros Castillo, Boluarte, Cerrón, Bellido y López, escamoteando la voluntad popular.