Jorge Morelli

El enemigo golpea la puerta

La batalla por la libertad de la economía y la gobernabilidad democrática

El enemigo golpea la puerta
Jorge Morelli
06 de agosto del 2019

 

La frontera sur del Perú está amenazada por un proyecto geopolítico, mientras nuestra clase política sigue en la discusión bizantina sobre si es constitucional vacar de nuevo la Presidencia, disolver el Congreso o adelantar las elecciones. La propia clase política es el subproducto de nuestra democracia de baja gobernabilidad. No es capaz de resolver los problemas, solo los aplaza una y otra vez hasta que se pudren sin solución. Así, el debate no lleva a decisiones. Se banaliza, se convierte en una discusión bizantina sobre cuántos ángeles caben en la punta de un alfiler, cuando el enemigo golpea la puerta.

El enemigo ya está aquí, y muestra claramente el rostro. La enésima intentona del castrismo en 60 años logró apoderarse del petróleo de Venezuela, pero está terminando en un desastre. La supervivencia misma del castrismo depende ahora de jugarse su última carta por el control de los recursos naturales —el cobre, el litio, el agua— del sur del Perú. Para esto necesita capturar el poder en el sur.

El plan instrumenta al gobierno del presidente de Bolivia, Evo Morales y a sus aliados en varios gobiernos regionales del Sur del Perú, en Puno y Arequipa. El plan es detener en seco la inversión minera en el Perú, no porque se trate de una cruzada contra la minería, sino por que el pensamiento post extravista de la izquierda radical pretende instrumentar el natural temor a la globalización y la modernidad para la captura del poder, y luego poner la renta de los recursos naturales al servicio de la permanencia en el poder. El cerebro del plan no es el Gobierno peruano, como creen los que luchan siempre contra el enemigo equivocado. Tampoco es Evo Morales. El cerebro del plan son sus aliados en el Foro de Sao Paulo, en Caracas, en La Habana.

Tres grandes potencias —EE.UU. China y Rusia— pugnan hoy globalmente por el control de los recursos naturales del planeta para el siglo XXI. También por el cobre y el litio para la fabricación de los autos eléctricos a la vuelta de la esquina. Pero EE.UU. ha dejado de invertir en Sudamérica hace ya demasiado tiempo; mientras China, en cambio, apuesta por los recursos naturales y lo hace no por medio del modelo caduco de una dominación política tradicional, sino buscando socios.

Su megaproyecto global para la construcción de la infraestructura de las economías emergentes del planeta —llamado el Cinturón y la Franja o las Nuevas Rutas de la Seda— no está exento de peligros para las naciones emergentes. Pero aún así, mientras haya competencia en un mercado libre, es una oportunidad infinitamente mejor que cerrar las fronteras de un país para generar monopolios artificiales que repartir como prebendas a los aliados políticos y terminar en el desastre de Venezuela hoy, o en la recaída crónica de la Argentina desde hace ya 80 años.

Desde Venezuela y de la Argentina llegaron, precisamente hace doscientos años, las ideas libertarias que involuntariamente generaron la anarquía política en que se plasmó nuestra democracia de baja gobernabilidad. En ella, una multitud de tontos útiles colabora hoy con el enemigo que golpea la puerta.

Doscientos años atrás, la historia vino a buscar su desenlace en nuestra patria. Hoy, en pleno siglo XXI, nuevamente la última batalla por la igualdad de oportunidades, la libertad de la economía y la gobernabilidad democrática será en el Sur del Perú.

 

Jorge Morelli
06 de agosto del 2019

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