El efecto Dunning-Kruger

¿En qué momento dejaron de importar los datos científicos? Hace unos días leí un artículo publicado en la revista Nature, titulado “Los detractores extremos de los alimentos genéticamente modificados saben menos de que ellos creen”. Un grupo de investigadores, liderado por Philip Fernbach, realizó encuestas a personas en Estados Unidos, Alemania y Francia, que en su primera parte indagaba sobre su nivel de preocupación, oposición y conocimiento sobre dos temas que han sido materia de discusión pública: alimentos transgénicos y cambio climático. La segunda parte de la encuesta consistía en una serie de preguntas teóricas básicas, de tipo verdadero o falso. Los resultados arrojaron que cuanto más extrema es la postura sobre los transgénicos, más difícil les es percibir objetivamente sus conocimientos.

Este articulo trajo consigo la discusión sobre el efecto Dunning-Kruger, que es un sesgo cognitivo en el que las personas con menores capacidades, habilidades y conocimientos crean una realidad distinta y se consideran superiores al resto de sus pares. Ahora ya sabes cómo llamar al sabiondo de tu oficina.

Me pregunto cuántos políticos están bajo el efecto Dunning-Kruger. La semana pasada la congresista Tamar Arimborgo presentó un proyecto de ley fascinante por el cual le llovieron piedras. Su proyecto de ley y sus consiguientes declaraciones deberían ser remitidas al profesor Fernbach, que ya ha informado que ampliará su investigación para incluir el tema de las vacunas, medicina homeopática y energía nuclear. Quizás podemos investigar cómo influye el efecto Dunning-Kruger en la constitución de un país. O quizás podríamos analizar el nivel de delirio en las personas con mayor poder político.

El proyecto de ley de la congresista sostenía que la ideología de género ha ocasionado graves daños y que incluso podía producir efectos negativos como el cáncer o el sida. Como el papel todo lo aguanta, la congresista aseguró además que países como Rusia, Croacia, Australia y Brasil poseen legislación que prohíbe la imposición del enfoque de género en las políticas públicas. Me pregunto si la congresista sabe acaso que es el país de Putin el que está sufriendo la más grande epidemia de VIH/SIDA. ¿Cómo explicamos esta terrible crisis en el país donde el Estado y la iglesia duermen juntas?

La congresista fue increpada por los periodistas y, viéndose acorralada, confundida quizás por los flashes de las cámaras dijo lo siguiente: “El proyecto de ley tiene un lenguaje sencillo, pero en la fundamentación yo hago mención a un artículo del colegio americano de pediatría referente a cuando se usan bloqueadores de la pubertad en los niños y niñas. En el caso de los niños, si quiere ser niña se le empieza a poner la hormona de la testosterona (…). Yo no entiendo por qué están buscando confundir a los padres de familia y olvidar el espíritu de la norma que es estar atentos a la educación de nuestros hijos”. Perú, ¿por qué los eliges?

El proyecto de ley tiene muchos problemas porque la persona que lo que escrito suelta términos como disforia, sida y cáncer de una forma tan casual que solo puedo inferir que ignora sus verdaderos significados o que ella tiene cero sensibilidad. Ninguna política pública puede “inducirme” disforia de la identidad sexual. Una política pública discriminatoria sí puede provocar ansiedad, sentimientos de alienación y depresión.

Existen muchos que piensan ponerle el sello “American” o “College”, o los dos juntos, es suficiente para dar validez a sus prejuicios y odios, y así poder dictar las políticas de una nación. Entérense pues que el manifiesto que cita la congresista es del American College of Pediatricians, una minoría considerada como grupo de odio, que cuenta con 200 miembros que se separaron del American Academy of Pediatrics (APP) por desacuerdos sobre las familias de mismo sexo y la adopción. El APP es una institución respaldada por su reputación y peso en la comunidad científica internacional, en donde la ciencia pesa mucho más que el dogma de fe.