Carlos Rivera

El buen Pedro

Pedro Planas Silva fue un demócrata a carta cabal

El buen Pedro
Carlos Rivera
30 de septiembre del 2022


El periodista Francisco Iguartua, fundador y director de la revista
Oiga, pronunció unas sentidas palabras en el sepelio de Pedro Planas Silva realizado en el cementerio Jardines de la Paz del distrito de La Molina tres días después de que falleciera, el 7 de octubre del 2001, de un paro cardiaco a los 40 años y mientras cumplía diligencias en Ayacucho como parte del equipo de gobierno del —en ese entonces— presidente Alejandro Toledo Manrique. 

Extraigo algunas líneas del discurso de Paco: «Se nos ha ido Pedro Planas Silva, justo cuando había llegado a la madurez. Parecía que, por fin, su voz inteligente comenzaba a señalarle a la República un camino de rectificación a los muchos desatinos de nuestra historia.» 

Tuve la oportunidad de oír a Pedro Planas Silva allá en el año 2000, cuando la Cámara de Comercio e Industria de Arequipa organizó aquella interesante cumbre de la Macro Región Sur (1). En esta ocasión se realizaba el cónclave en los ambientes de la Universidad Católica de Santa María. El motivo: escuchar las propuestas de gobierno de los diferentes candidatos a la presidencia de la República, como Alberto Andrade Carmona, Alejandro Toledo Manrique, Federico Salas Guevara (futuro premier del régimen de Alberto Fujimori) y Luis Castañeda Lossio. El presidente candidato no asistió ni excusó su ausencia a los organizadores. 

No me interesa ponderar aquellas ponencias, solamente las cito por referencias de contexto. Cuando le tocó el turno a Alberto Andrade, candidato presidencial de Somos Perú, cedió la palabra a uno de sus especialistas que iba a exponer sobre descentralización. El buen Pedro Planas Silva apareció en escena y tomó el micro. El auditorio estaba repleto. Se explayó con una solvencia admirable, sus criterios no eran inconexos, contemplaban los distintos criterios que el asunto exige: técnico, territorial, legal, económico y social. Y uno que no lo conociera diría tal vez: ¡qué gran abogado! Pero no era abogado, sino un periodista, licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Lima (2). 

No uso la ironía en razón de un chascarrillo trivial acerca de los abogados o desmerecer al oficio del periodismo. Pedro, era un gran estudioso, un periodista que registraba cada hecho en patrocinio de una interpretación y acción propositiva de mejorar los procesos políticos en el Perú. Constitucionalista, defensor y teórico de la democracia, propulsor de importantes iniciativas descentralistas y marcos de acción y reglamentación sobre el parlamento peruano. 

Sus inquietudes de estudio abarcaban la historia, el derecho y la política. Los saberes sociohistóricos le permitieron emprender obras que nos orientan y clarifican la teoría y práctica de la democracia constitucional (3) y con la articulación de la misma: sus postulados básicos, los conceptos jurídicos que la sostienen y los abusos en los que se incurren cuando se intenta su manipulación atentando contra el Estado de derecho. Y de esto no están libres los regímenes debidamente legitimados en elecciones democráticas ni las autocracias establecidas a punta de metralla. 

¿Qué es la Constitución? Él nos responde didácticamente: «Es el instrumento jurídico fundamental de una nación, que consagra el gobierno de las normas por encima de las personas a través de un compromiso que involucra, por igual a gobernantes y a legisladores, a funcionarios públicos como a la ciudadanía en general, sentando las bases mínimas de un proyecto nacional” (4). 

Y siendo más diáfano en su pedagogía constitucional, delimita su praxis política: [...]. La «división» se aplica a quienes ejercen las diversas funciones del Estado: se trata de garantizar que las funciones de legislar, gobernar y juzgar la asuman distintas personas. La «separación» se refiere al origen y relación de quienes ejercen esas funciones. Y el «equilibrio» —más dinámico y vertebral— se grafica como un sistema de pesos y contrapesos entre las instituciones del Estado, que evitan —como lo quería Montesquieu— la concentración y el abuso del poder estatal […] (4). 

Por esto traigo a mi memoria estas palabras de Julio Cotler escritas en un homenaje que le rindiera el diario El Peruano, al cumplirse 10 años del fallecimiento de nuestro buen Pedro (5) : «Los planteamientos de Pedro Planas reproducen el debate contemporáneo. En efecto, en contra de los que sostienen que la dinámica económica y social determina automáticamente la existencia y organización política, Pedro se inclinaba por enfatizar la necesidad de elaborar acertadamente la construcción institucional para regular la asociación y la representación de intereses sociales, la canalización de las demandas y los conflictos que se suceden necesaria e inevitablemente en el marco democrático, puesto que de no lograrse tales propósitos el resultado que podía esperarse sería, una vez más, el enfrentamiento social y la regresión autoritaria.» 

Pedro Planas Silva fue un hombre liberal, social cristiano. Escribió con rigor crítico varias obras que dan cuenta de las ideas políticas a principios del siglo XX como: Los orígenes del APRA. Mito y realidad, El joven Haya; con la misma pasión y rigurosidad trabajó, La constitución traicionada (con Domingo García Belaunde), La descentralización en el Perú republicano, El Fujimorato, entre otras. 

Asumió sin miedo la tarea de revaloración de figuras olvidadas o excluidas del estudio de las ideas políticas en el Perú contemporáneo, como es el caso de Víctor Andrés Belaunde, José de la Riva Agüero y Francisco García Calderón, principalmente, y ubicar a sus destacados representantes generacionales no solo de la política sino también a figuras como Julio C. Tello, en la Arqueología o de Pedro Zulen en la filosofía. 

Precisamente en esta obra que lleva por nombre El 900. Balance y recuperación (CITDEC, 1994) despliega brillantemente los argumentos que habrían determinado la exclusión de Víctor Andrés Belaunde y su escasa valoración en los círculos académicos e intelectuales a pesar de haber escrito y estudiado con empeño los problemas nacionales, recoge su polémica con José Carlos Mariátegui y los Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana obra a la que da respuesta con La Realidad Nacional donde expone punto por punto sus respetuosas discrepancias con el Amauta. 

Contiene, además, un enjundioso artículo acerca de los prolegómenos de la lucha universitaria en el Perú, mucho antes de la Reforma Universitaria germinada en Córdoba (Argentina) en 1918. Tiempos de lucha estudiantil de 1911, cuando un joven Riva Agüero enfrenta con espíritu aguerrido los abusos del primer gobierno de Leguía contra los pierolistas y los estudiantes. Si bien contrapone a la gesta liderada por Haya de la Torre en 1923, oponiéndose a la Consagración del Perú al Sagrado Corazón de Jesús y obviamente los ánimos de utilización de este hecho religioso obedecían a fines reeleccionistas de Leguía(ya en lo que conocemos como El Oncenio). Nos dice Planas: «Una de las principales diferencias entre ambos movimientos fue su organización. En 1911 hubo un movimiento espontáneo, surgido por la indignación colectiva de los estudiantes ante la arbitraria prisión de Riva Agüero». 

También da cuenta biográfica de los años juveniles de Julio C. Tello y su amistad con Ricardo Palma Román hijo del tradicionalista Ricardo Palma quien dirigía por esos años la Biblioteca Nacional y ayuda a Tello ofreciéndole un puesto de trabajo en la Biblioteca para que pueda solventar sus gastos que le demandaban sus estudios. Leamos la transcripción que hace Planas de un testimonio del sabio Tello: «Aquí, don Ricardo, con bondadosa sonrisa me concedió hospitalidad; allí viví largo tiempo hasta hacerme amigo de él y de sus hijos, principalmente de Ricardo, con quien estudiaba medicina». 

La parte complementaria al libro es una detallada cronología del nacimiento del Partido Nacional Demócrata (PND), su matriz ideológica, sus líderes y referentes de las propuestas políticas que iba a liderar Víctor Andrés Belaunde y las articulaciones en los distintos departamentos del Perú. Desde luego que solo intentamos un resumen, resaltando lo más sustancial; queda en los lectores leer la obra completamente y saborear sus temas. 

Pedro Planas Silva fue un demócrata a carta cabal. Es necesario estudiar sus libros, repasar una y otra vez el legado de sus ideas, tomar su ejemplo y continuar la brega de que la constitución no sea solo un asunto de abogados, sino de todos los ciudadanos (y de todos sin excepción).

 

 

(1) Cumbres de la Macro Región Sur (años 1999, 2000 y 2001).

(2) Pedro Planas Silva. Estudió Ciencias de las Comunicaciones en la Universidad de Lima, y posteriormente realizó un posgrado en Derecho Constitucional y Ciencias Políticas en el Centro de Estudios Constitucionales de Madrid.

(3) Planas, Pedro. Rescate de la Constitución. Lima: Abril Editores & Impresores, 1992, p. 14.

(4) Ib., pp. 48-49.

(5) Jurídica N°. 400, Suplemento de Análisis Legal del diario oficial El Peruano. Especial. Pedro Planas. «Por un Perú demócrata y socialmente justo». Martes 27 de marzo del 2012 (participan: Hugo Coya H., José Martín Paredes Pérez, Domingo García Belaunde, Henry Pease García, César Landa Arrollo, Julio Cotler, Roger Santiváñez, Álvaro Vargas Llosa, Rudecindo Vega, Valentín Paniagua, Javier de Belaunde López de Romaña, Hernan Figueroa Bustamante, Augusto Ferrero Costa, Gastón Soto Villenas y Gorki Gonzales Mantilla).

(6) El hermoso título que lleva este trabajo dice así: «Francisco García Calderón: el primer peruanista (Su evolución intelectual y algunas consideraciones en torno al desarraigo)». En El 900, Balance y recuperación. p.p. 61.

Carlos Rivera
30 de septiembre del 2022

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