Carlos Rivera
El baseinteraccionismo de Percy Núñez Saravia
Una aproximación a su obra filosófica

Hablar de Percy Núñez Saravia es adentrarse en uno de los perfiles más consistentes del pensamiento filosófico actual. Su figura encarna esa convergencia entre la vida intelectual rigurosa y una experiencia vital tan intensa como insoslayable. Núñez Saravia no se limita a observar el mundo desde una torre de marfil académica, distante y desvinculada de la realidad, lo ha recorrido, lo ha vivido, y esta aproximación le ha permitido formular observaciones interesantes y trazar con audacia propuestas que abren nuevos caminos. Su obra es testimonio de un filósofo que se atreve a transitar lo que muchos aún consideran márgenes del pensamiento.
Núñez Saravia encarna una filosofía como praxis viviente que es la esencia del sistema filosófico que fundó, el “baseinteraccionismo”. Esta visión se materializa en su propia biografía, mientras arriesgaba su vida en decenas de operaciones de rescate en alta montaña y selvas remotas, dictaba conferencias sobre ciberseguridad geopolítica y filosofía contemporánea en foros internacionales. Es precisamente esta conjunción entre reflexión teórica y compromiso vital lo que define y distingue su obra filosófica del pensamiento actual.
El baseinteraccionismo, es el centro de su propuesta intelectual, un sistema filosófico que concibe la interacción no como un fenómeno accidental o derivado, sino como el principio constitutivo de lo real. Esta tesis implica una inversión de la ontología clásica, el ser no precede a la relación; el ser es relación. y se adopta en su lugar una “ontología relacional”, donde las entidades no son independientes, sino que emergen co-constitutivamente en virtud de sus interacciones. Esta concepción tiene importantes consecuencias filosóficas. En primer lugar, las entidades son coemergentes, no existen de forma aislada, sino que surgen y se determinan en función de sus relaciones sistémicas. Lo real, por tanto, no se concibe como una colección de partes discretas, sino como una totalidad estructurada en la que cada nivel de organización (físico, material, biológico, simbólico, tecnológico y social) se configura como una red de interacciones significativas.
En este horizonte, la responsabilidad ética ya no se entiende como un mandato externo al sujeto, sino como interdependencia ontológica, el cuidado del otro, del entorno y de los vínculos que nos constituyen no es opcional ni supererogatorio, sino estructuralmente necesario para la propia identidad del yo. Cuando Núñez Saravia afirma que la interacción es el principio constitutivo de la realidad, sostiene que el ser no es una entidad que “está y luego se relaciona”, sino una entidad que es en la medida en que se relaciona. Esto equivale, en términos rigurosos, a postular una “ontología relacional emergentista”, que reconoce que la existencia, la identidad y el conocimiento no son estructuras autónomas ni autosuficientes, sino constituidos, mediados y condicionados por tramas relacionales en constante mutación.
El baseinteraccionismo, a su vez, es la corriente filosófica más idónea para proporcionar una arquitectura conceptual robusta al “constructivismo metaético” que subyace al denominado “objetivismo moral mínimo”, en tanto articula una normatividad intersubjetiva fundada en la praxis comunicativa y la coconstrucción de sentido moral desde horizontes de facticidad compartida, sosteniendo que los principios éticos fundamentales no son dados ni absolutos, pero tampoco puramente relativos, son construcciones racionales situadas, que emergen a partir de procedimientos intersubjetivos en contextos concretos. Entre estos principios, para Núñez Saravia, la “dignidad humana” ocupa un lugar axial, no como atributo metafísico inherente, sino como condición relacional mínima para la existencia de una comunidad moral viable.
Desde los mitos orales y la escritura hasta la imprenta, el ciberespacio y las interfaces neuronales, la humanidad no ha construido su mundo solamente a través de la transformación material, sino también mediante la codificación, transmisión y reconfiguración de datos que estructuran su relación con el entorno y consigo misma. Estas redes informacionales no son meras herramientas, sino estructuras semióticas y técnicas que modelan la cognición, la subjetividad, el inconsciente y el orden social, consolidando lo que Núñez denomina una “ontología de la conectividad civilizatoria”. Ahora bien, el baseinteraccionismo también sostiene que todo análisis filosófico riguroso requiere el reconocimiento de los “pilares de la filosofía” inamovibles, sin los cuales la filosofía dejaría de serlo. Entre ellos se encuentra la necesidad de una actitud antidogmática, el ejercicio del coraje epistémico frente a lo incuestionado, y la vocación de enfrentarse a los problemas fundamentales del ser, del deber y del conocer.
Estas categorías son estructuras normativas del filosofar, transhistóricas en su función, aunque variables en su nombramiento. Su permanencia implica la conciencia de que, sin ellos, la filosofía se disuelve en mera opinión o tecnocracia. En contraste, “las bases de la filosofía” –es decir, sus lenguajes, métodos, objetos de estudio y herramientas analíticas– son históricas, adaptativas y contextualmente determinadas. En una época caracterizada por la hibridación entre biotecnología, inteligencia artificial, crisis ecosocial y pluriversos culturales, esas bases deben ser constantemente revisadas y ampliadas, sin perder de vista los cimientos ético-ontológicos que legitiman su quehacer. Ello implica que el filósofo contemporáneo no solo debe dominar las tradiciones de pensamiento, sino también adquirir nuevos requisitos epistémicos, competencias transdisciplinarias, conocimientos sobre la historia de los sesgos cognitivos y su función evolutiva, familiaridad con las ciencias cognitivas, sensibilidad intercultural, y una actitud de apertura crítica ante la emergencia de nuevas formas de sentido.
En este contexto, el análisis de la metacognición –esto es, la capacidad de reflexionar sobre los propios procesos cognitivos de manera compleja– se vuelve una condición sine qua non del filosofar en el siglo XXI, en el baseinteraccionismo, solo desde esta autorreflexión vigilante y con dominio de saberes en ciencias del comportamiento, es posible desactivar los prejuicios sistemáticos que se camuflan como evidencias, y cultivar una filosofía que no sea repetición acrítica, sino pensamiento transformador. El sujeto que filosofa, en la visión de Núñez Saravia, no es una instancia omnisciente, sino un agente situado, cuya comprensión del mundo está mediada por sus condiciones históricas, su lenguaje, su tecnología, y sus limitaciones cognitivas.
De este modo, el baseinteraccionismo se presenta como una “filosofía relacional, crítica y situada”, que articula una “ontología de la emergencia y la codependencia”, una “epistemología dialógica e interdisciplinaria”, y una “ética de la vigilancia cognitiva”. Reconoce que el ser humano no es una mónada ni una esencia cerrada, sino un nudo transitorio en redes biológicas, psicológicas, culturales e informacionales, y que tanto el conocimiento como la acción deben emerger de la conciencia de esa interrelación constitutiva.
En última instancia, Núñez Saravia plantea que la filosofía contemporánea, para evitar el anacronismo y la irrelevancia, debe aprender a leer su tiempo a través de estos nuevos entramados de sentido, manteniendo sus fundamentos, pero actualizándolos mediante pensamiento situado, metacognición crítica e innovación conceptual, comprendiendo al hombre en su totalidad, como un ser “bio-psico-social informacional”. Asimismo, Núñez Saravia funda la denominada “filosofía investigativa”, entendida como praxis crítica anclada en la experiencia y en el análisis situacional, de manera cualitativa y cuantitativa. Para él, filosofar en el siglo XXI implica necesariamente salir del mero escritorio e investigar la realidad in situ –ya sea escalando montañas para comprender la espiritualidad andina, su cosmovisión, explorando las entrañas de la tecnología digital o colaborando en casos policiales– con el fin de extraer de la vivencia concreta una innovación conceptual filosófica realista.
Esta aproximación recuerda que la filosofía es, ante todo, un ejercicio vivo de interrogación del mundo, informada por múltiples saberes y orientada a la transformación de la realidad. A través de títulos como Las bases de la filosofía en el siglo XXI, El secreto de Bomboya, Ética hacker y seguridad neurotecnológica: el desafío de la evolución dirigida y la condición ontológica en el paradigma del transhumanismo y post-humano, Perfilación criminal y el Diccionario de filosofía, se van desplegando los marcos teóricos, los aportes clave y la evolución del pensamiento de Núñez Saravia. Sus propios conceptos, surgidos de las tensiones y preguntas centrales que plantea, permiten entrelazar distintas dimensiones de su filosofía —tecnológica, ética, criminalística, ciencias del comportamiento, ontológica y de resolución de conflictos en situaciones de alta complejidad— en diálogo constante con los desafíos del mundo contemporáneo.
LAS BASES DE LA FILOSOFÍA EN EL SIGLO XXI
En Las bases de la filosofía en el siglo XXI Publicado bajo el sello editorial de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, en el año 2022, Percy Núñez Saravia sienta las premisas fundamentales para una renovación radical de la reflexión metafilosófica, frente a los dilemas y transformaciones del mundo contemporáneo. Esta obra inaugural constituye el fundamento teórico sobre el que se erige el sistema filosófico del baseinteraccionismo, con el propósito de establecer los fundamentos filosóficos pertinentes para una civilización globalizada, tecnificada y culturalmente diversa. El autor parte de una constatación crucial, el siglo XXI ha desestabilizado muchas de las certezas heredadas por la filosofía moderna. La aceleración tecno-científica, la emergencia de inteligencias artificiales, la disolución de fronteras disciplinares, la crisis climática y la reivindicación de saberes no occidentales exigen repensar las bases filosóficas desde un horizonte más complejo y dinámico.
En esta obra Núñez Saravia introduce una dimensión particularmente relevante, la necesidad de una autoconciencia filosófica histórica, es decir, nuestra capacidad metacognitiva al propio acto de filosofar se debe adaptar en relación con las condiciones de cada época. Aquí, el autor no solo plantea una “teoría del conocimiento situada”, sino también una crítica a la inercia estructural del pensamiento filosófico que permanece ajeno a las transformaciones de su tiempo. La filosofía, según Núñez Saravia, no puede seguir operando como si las condiciones del siglo XXI fueran meras variaciones contextuales de una tarea esencialmente inmutable; por el contrario, requiere una revisión metodológica radical de sus categorías, problemas y estilos de pensamiento.
En este marco, la noción de "filosofía investigativa" fundada por el, cobra una doble función. Por un lado, se propone como metodología que articula saberes conceptuales, experiencia empírica y sensibilidad contextual por otro, funciona como dispositivo crítico para evaluar la vigencia del aparato categorial de la filosofía. Investigar filosóficamente, para Núñez Saravia, ya no significa simplemente deducir consecuencias lógicas desde premisas axiológicas, sino poner en crisis las premisas mismas a la luz de las nuevas formas de subjetividad, los entornos tecnológicos y los modos emergentes de agencia. Así, el baseinteraccionismo no se contenta con expandir el repertorio temático de la filosofía; exige una transformación estructural de su forma de operar.
Las bases de la filosofía en el siglo XXI propone nuevos conceptos filosóficos como “ontología interaccional” y “filosofía investigativa” y plantea un desplazamiento del centro de gravedad del pensamiento filosófico. No se trata solo de sumar nuevos temas, sino de modificar la forma misma en que la filosofía se piensa a sí misma. Es, por tanto, una “metafilosofía de la emergencia”, una “teoría crítica del pensar filosófico en condiciones de transformación radical”. El baseinteraccionismo surge como sistema filosófico moderno, como práctica de des-fundamentación creativa y de re-fundación situada, adaptándonos a nuevos tiempos. Núñez Saravia no simplemente actualiza las bases de la filosofía, las reinventa desde los bordes, desde la fricción entre sistemas de saber, desde la necesidad de pensar lo real en su devenir imprevisible, y desconcierta a aquellos que conciben el filosofar como un ejercicio exclusivamente compilatorio, ignorando su potencia crítica frente a la realidad vivida.
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