Javier Agreda
El buen mal: la delgada línea entre amor y el horror
Reseña del más reciente libro de la argentina Samanta Schweblin

La escritora argentina Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978) es una de las narradoras en lengua española más relevantes de la actualidad. Aunque sus novelas Distancia de rescate (2014) y Kentukis (2018) han sido ampliamente reconocidas por la crítica (la primera fue finalista del Booker Prize Internacional), su prestigio literario se cimenta principalmente en su obra cuentística. Libros como El núcleo del disturbio (2002), Pájaros en la boca (2009) y Siete casas vacías (2015) la han consolidado como una renovadora del relato corto, con textos a menudo catalogados como "de terror psicológico". En El buen mal (Random House, 2025), su más reciente colección de cuentos, Schweblin explora la fragilidad de lo cotidiano y su potencial para convertirse en algo perturbador.
Los seis relatos de este libro comienzan en escenarios aparentemente comunes e inofensivos, pero que pronto revelan grietas por donde se filtra la fatalidad. En “El ojo en la garganta”, por ejemplo, un hombre presencia cómo su hijo pequeño se atraganta con algo mientras miran televisión. El incidente parece resuelto cuando el niño termina de tragar lo que tenía en la boca, pero días después las consecuencias son devastadoras. El relato se centra en la culpa y el dolor del padre, quien, tras un segundo gran descuido con su hijo, ve cómo su familia se desintegra. Las recurrentes llamadas anónimas a la casa de esa familia remiten inevitablemente al cuento "Parece una tontería" de Raymond Carver.
Todos los protagonistas de estos cuentos son, de alguna manera, variantes de esa figura del “cuidador culpable”. En “Un animal fabuloso”, por ejemplo, Elena, a punto de morir, busca recordar a su hijo fallecido en un accidente. Su amiga Leila, testigo del suceso, le cuenta que tal vez el niño se transformó en un caballo, en un intento desesperado de darle consuelo. La historia, teñida de dolor y ambigüedad, plantea preguntas sobre la memoria y el peso de las pérdidas, mientras nos enteramos de que la muerte del niño quizá se debió a un descuido de Leila.
Schweblin no presenta a estos personajes como descuidados o irresponsables de manera evidente. Más bien sus errores parecen inevitables, producto de la fragilidad de la existencia misma. En “La mujer de Atlántida”, dos jóvenes hermanas se divierten recorriendo en las noches las casa de playa vacías del balneario en el que viven, hasta que encuentra a una anciana poeta alcohólica que vive sola y deciden ayudarla. Su intención es noble, pero los sucesos finalmente desembocan en una tragedia. Y lo mismo sucede en El superior hace una visita, en el que una mujer decide ayudar a una anciana con demencia que deambula por la calle.
Si bien la mayoría de los cuentos exploran el lado trágico del "cuidador culpable", Schweblin también introduce una inversión de este motivo en “Bienvenida a la comunidad”. Aquí un hombre le ofrece a una mujer deprimida, una fallida suicida, una solución inesperada para seguir viviendo: “Dolor. Eso es lo que hay que provocar… Algo de dolor cada día, verdadero dolor. A alguien que quiera de verdad. ¿Quiere a sus hijas? Eso la llenará de culpa, y si la culpa es lo suficientemente fuerte, necesitará quedarse para cuidarlas”. Acaso ese es el buen mal al que hace referencia el título del libro.
Estos excelentes relatos están narrados con la economía y precisión que caracterizan la prosa de Schweblin. Su estilo conciso prescinde de las descripciones y hace que cada palabra resulte funcional. Del mismo modo, la estructura de las historias está cuidadosamente trabajada: la mayoría comienzan in medias res y dosifican la información mediante raccontos que intensifican la sensación de fatalidad inminente. Así la autora logra generar atmósferas opresivas sin recurrir a lo sobrenatural, porque lo aterrador es la incapacidad de los personajes para controlar su entorno, el peso de sus errores y la certeza de que incluso los actos mejor intencionados pueden desatar consecuencias terribles e irreversibles.
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