Dante Bobadilla

El amor en los tiempos del coronavirus

Nadie es responsable y todo es culpa del sistema

El amor en los tiempos del coronavirus
Dante Bobadilla
04 de marzo del 2020


La evidente degradación de la sociedad peruana no es algo que se observe solo en el desprecio por la vida de una niña a la que se rapta, viola, asesina y abandona embolsada en un cerro. En esta degradación hay una línea continua que empieza en el desprecio por la Constitución y la institucionalidad democrática por parte de quien ejerce la presidencia, atropellando el Congreso, que es el primer poder del Estado y donde reside la representación popular. En uno y otro acto existe el mismo germen de desprecio por la civilización y la ley.

Cada uno de estos hechos marca un extremo opuesto en el proceso de degradación social de un país que se hunde en la informalidad y la improvisación. No podemos pedirle a la gente que cumpla la ley si el presidente pisotea la Constitución apelando a interpretaciones bastardas, sustentadas en el apoyo de una chusma vocinglera e ignorante que acaba de endiosar a un personaje de caricatura cómica como el general Urresti, juzgado por homicidio y violación. Para colmo, resuena el nombre de Antauro, otro desquiciado miembro del manicomio humalista, condenado por asesinato, a quien pretenden encumbrar como el salvador.

Todas estas parecen señales del fin. El Perú apesta. Desde Palacio de Gobierno hasta los cerros de Independencia, apesta. Es igual de degradante ver la bestialización de la justicia por parte de jueces y fiscales con el abuso selectivo de prisiones preventivas politizadas a ancianos enfermos, bajo los mismos burdos argumentos, mientras nos enteramos de que un delincuente avezado que acaba de ser recapturado gozaba de prisión domiciliaria. 

Por sobre todo este paisaje deprimente podemos advertir una superestructura ideológica que respalda estos actos, incluso los más truculentos, esquivando culpas y responsabilidades para mantener intocables a quienes consideran luchadores contra el sistema o víctimas del sistema. Me refiero a la costra intelectual y mediática del progresismo, que no tuvo reparos para adular y sustentar al presidente Vizcarra frente a su exabrupto constitucional. A la izquierda nunca le han importado la ley ni la democracia cuando se trata de liquidar a sus enemigos políticos. Por eso suelen caer en la hipocresía, posando como defensores de la democracia. Ya vieron dónde se metieron la lengua todos los farsantes que lloraban por el golpe del cinco de abril. 

Y lo mismo pasa con las supuestas defensoras de la mujer y la igualdad. Pura pose feminista para trasladar sus profundos traumas psicológicos a una supuesta lucha por la igualdad. El homicidio de una feminista en manos de otra feminista lo revela todo. El ambiente de moral enrarecida donde las parejas se comparten en medio de una promiscuidad propia de un corral de cuyes, hasta que una de las feministas termina por odiar la igualdad sexual de su pareja, asesina a su amiga, la descuartiza y convive con sus restos por años. Son parte del rebaño progresista que pretenden guiarnos por el camino de la moral social, combatiendo al machismo opresor y al patriarcado, con leyes de cuotas, paridad y otras boberías por el estilo.

El último caso que ha golpeado a nuestra sociedad es de espanto no menor. Una niña ha sido la víctima de un adolescente que aprovechó el estado de abandono en que la madre dejó a su hija para raptarla y dar rienda suelta a sus bajos instintos. La madre prefirió irse a una fiesta antes que proteger a sus hijas, dejándolas en ese ambiente de miseria y precariedad. ¿Cómo han reaccionado acá el progresismo y el feminismo? Con la misma falta de coherencia que ya les caracteriza. Han preferido seguir el dogma, la ideología y el grito de campaña antes que condenar a la madre. Y es que, según el dogma de fe de esta secta fanática, la mujer siempre es víctima del sistema. No se le puede culpar ya que es mujer y, además, pobre. Ella es libre de abandonar a sus hijas en medio de la noche, en el desamparo de una choza en lo alto de un cerro, donde solo hay precariedad y miseria. No se le puede culpar de nada. Es mujer.

Pero esto no es todo. El adolescente raptor, violador y homicida tampoco es culpable, según el elevado entender del progresismo socialista. Ese menor es otra víctima del sistema. Una muy conocida progresista ha culpado a toda la sociedad por la barbarie: “¿En qué monstruo de sociedad nos hemos convertido que estamos produciendo estos niños?”, se ha preguntado con inocente candor y digno horror la hoy congresista. Todos somos culpables del rapto, violación y muerte de esa niña. La culpa es del sistema. Hay que cambiar la Constitución.

Mientras tengamos a este lastre de intelectuales progresistas predicando sus baratijas ideológicas, en las que nadie es responsable de nada y todo es culpa del sistema, la sociedad no tiene salida. El progresismo es una secta de limítrofes que ha travestido su estupidez como inteligencia. Vende su falsa doctrina a incautos que prefieren la pose linda a la dureza de la realidad. Le viene bien a una sociedad de cobardes que rehúyen su responsabilidad para vivir liberados de toda culpa y protegidos por el Estado. Entonces no pregunten por qué el Perú está como está en todos los aspectos, mientras nos venden humo igualitario.

Dante Bobadilla
04 de marzo del 2020

COMENTARIOS