Carlos Adrianzén

Economía de la inseguridad ciudadana

Hoy se da una mezcla de deterioro económico y debilitamiento del orden público

Economía de la inseguridad ciudadana
Carlos Adrianzén
19 de marzo del 2025


Este resulta hoy el gran problema nacional. Pero no se inquiete estimado lector, no le voy a presentar una lluvia de índices de violencia o discernimientos sobre la inseguridad ciudadana en provincias o en los barrios pudientes. Ni siquiera sobre cuánto estarían creciendo los crímenes en comparación a periodos previos. 

Básicamente por cuatro razones. 

Primero, porque es insensato comparar

Sería la primera vez que estamos monitoreando cifras de este tipo. En el pasado reciente, por ejemplo, ni siquiera se enfocaron las estadísticas de los fallecidos durante los nefastos sucesos del 5 de febrero de 1975, cuando la genocida dictadura de aquellos tiempos asesinó a diestra y siniestra, mientras la morgue limeña colapsaba y la izquierda se aseguraba de lavarlo todo. De hecho, si alguien hoy tuviese algún interés en cuantificar el aludido genocidio se tendrá que contentar con la microscópicas cifras referidas en las redes. Una cabal labor de lavado estadístico –con narrativa incluida–. Algo característico de la Latinoamérica de estos tiempos. De hecho, nadie difunde con cuidado el número de asesinados por las dictaduras cubana, venezolana o nicaragüense. Solo se contabilizan los fallecimientos asociados a los crímenes de sus opositores.

Segundo
, porque estaríamos mediáticamente intoxicados

La avalancha de casos de asaltos, asesinatos, chantajes, y otros delitos (incluyendo a los por inventar) llenan todos los titulares de casi todos los medios casi todo el tiempo. A algunos este alud los abruma, a otros los paraliza y a otros los hace indiferentes. Pero, por encima de todo esto, los desinforma. Tanta carga mediática se hace hoy de la inseguridad peruana –dicho sea de paso, una de las más bajas de Latinoamérica– que seguramente si se avivase una guerra terminal, la mayoría se enteraría por el inefable calor del evento. 

Tercero, porque la inseguridad es un sentimiento

Una campaña comunicacional efectiva –con todos los aprendizajes neomarxistas– puede hacer que Mark Zuckerberg se sienta inseguro hasta en un búnker nuclear apertrechado y equipado. En cambio, alguien, con la debidas competencias, puede vivir relativamente confiado dentro de entornos sociales de alto riesgo –como en Tijuana o el Bronx– con cierta molicie o resignación. Pero, no nos equivoquemos. La violencia peruana hierve. Usted puede salir a la calle y sufrir severas desgracias. Lo que es un hecho es que estos se dan, se registran, no pocas veces se magnifican y se publican incesantemente. Me refiero a episodios violentos que quiebran la ley vigente (asaltos, asesinatos, y compañía), incluyendo a los eventos por incluir en la lista (a nombre del progresismo).

Pero existe una cuarta razón

Esta resulta tan lógica que debería llevarnos al aburrimiento. Hoy se da una mezcla de deterioro económico y debilitamiento del orden público. Así, la engañosa frase de los marxistas, eso de que la violencia sería la partera de la historia, tiene un agujero lógico. En el mundo subdesarrollado, la violencia es la partera de la pobreza. Cuando un país camina hacia la opresión, la violencia es parte del paisaje. Si por llegar al poder violentamente, y el aventurero –o una serie de estos– abusa, la pobreza emerge consistentemente. El Perú actualmente –insisto– es un ejemplo meridiano de esta observación. Los socialistas o los mercaderes abusan, nos empobrecen y la violencia se retroalimenta. Y cuando estos, se inclinan a modales neomarxistas, la cosa se inflama. Y aparece la carga sentimental: la angustiosa inseguridad ciudadana. Algo que, como les dije, llega para abrumar, paralizar y hacerlos indiferentes. Algo que lo hace rogar por un dictador, que dizque lo proteja. 

Pero, por favor, acá no nos confundamos. El aumento de los niveles de violencia en Latinoamérica resultan elevados, peligrosos y una construcción política de la izquierda; para justificar recortes a nuestras libertades. No es solo una percepción. Los medios de comunicación hacen sus utilidades, pero los chantajes, los asaltos, los asesinatos y otras desgracias violentas nos destruyen. Deben ser minimizados. Por todo ello, lo invito a repensar el cuadro y a ser indulgente con las razones por las qué no me sumo a esta sospechosa comparsa.

¿Cómo lo hicieron?

La receta fue simple. Desde el poder –con diferentes matices y ritmos– prostituyeron la gobernanza estatal. En esta receta, nótelo, resulta clave que la corrupción y la ineficacia estatal sean rampantes. Necesita policías, fiscales o jueces turbios, incapaces y descapitalizados. Sí, como en Corea del Norte, Venezuela o Cuba. Y que no exista tolerancia ideológica a la libre participación (i.e.: medios de comunicación alineados); que se quiebre el orden público o exista una tolerancia a cierto tipo de violencia ideológica (i.e.: ciertos activistas pueden destruir vías o propiedades); y –a modo de cierre– que la irracionalidad regulatoria encarezca hasta la creación de puestos de trabajo; incluso en un ambiente repleto de desempleados como el Perú. 

En lenguaje directo, se prostituye la institucionalidad en aras a que la violencia no tenga tamices (i.e.: judicatura, fiscalía, policía, etc.); pero que se configuren sí cajas de resonancia (i.e.: medios de comunicación estatales y presupuestales). Esta fórmula se ha aplicado consistentemente en nuestro país. Desde que, a mediados de los noventas. El Banco Mundial estima y publica los índices de Gobernanza Burocrática (WGI), la evidencia de un daño continuo resulta difícil de esconder (ver figura única).

Gráfico Único

www.worldbank.org Elaboración propia


Lo que nos pasa no es casualidad

La situación actual de la inseguridad peruana implica algo lógico y predecible. No fue solo la ineptitud de sucesivos presidentes y congresistas. Por décadas –y entre vaivenes macroeconómicos–, la Izquierda y sus gobiernos mercaderes han desmanejado la economía y prostituido su institucionalidad. No solamente han dañado pilares institucionales como la fiscalía, la policía, la judicatura, etc.

Han construido una sociedad con mayoría desempleadas y hasta más de tres millones de jóvenes entre 15 y 29 años que no estudian, ni trabajan. Recientemente, una inmigración inopinada de dos millones de extranjeros hizo que el panorama resulte aún más peliagudo. Algo de desatención en la educación y de marketing político… y la bomba de Violencia social quedó activada. 

Aún me sorprende que hoy muchos repitan que basta con sacar al ejército o un plan o nuevos actores políticos mágicos. El problema es hoy mucho mayor. Y a todas luces, fue un trabajo de larga maduración. 

Pero sonría. La salida a este cuadro –y del estancamiento económico nacional– es la misma y resulta, sin embargo, un tremendo reto. 

Hacia la seguridad económica y ciudadana

Un combate exitoso a la inseguridad ciudadana es fundamentalmente político. Esta desgracia fue creada adrede en la ineptitud burocrática y prostitución institucional. Está el núcleo por el que Hitler, Stalin o Mao se consolidaron en el poder. La causa el Estado y la revierte un Estado que gobierna bien y cumple la Ley.

Entendamos que revertir lo que nos aleja de la pujante Corea del Sur –que tuvo un producto per cápita mucho menor al nuestro en los años sesenta y que hoy lo quintuplica– no implica hoy solo ajustes pequeños en políticas macroeconómicas y comerciales. Pasa por cuatro planos. Requiere: 

  1. Combatir implacablemente la corrupción y la ineficacia burocrática (Desde Odebrecht a los municipios), 
  2. Que exista tolerancia ideológica a la participación (i.e.: nada de censuras ideológicas o religiosas), 
  3. Que se respete transversalmente el orden público. Que no exista tolerancia selectiva a ninguna forma de violencia ideológica (i.e.: disoluciones congresales exprés, toma de carreteras, etc.)
  4. y se desregule significativamente la economía nacional. Un sostenido tránsito hacia un sistema abierto y competitivo.

Recuérdelo, el crecimiento elevado y persistente requiere una gobernanza impecable y nos desarrolla, siempre. De hecho, a pesar de todas las charlatanerías que le han repetido y repiten, no existe diferencia entre el desarrollo y el crecimiento económico alto y de largo plazo. 

Y no lo olvide. Las Reformas de Mercado a medias no funcionan. Usted ya sabe, por amarga experiencia, hacia dónde nos llevan las medias tintas, aun con las mejores intenciones.

Carlos Adrianzén
19 de marzo del 2025

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