Martin Santivañez

Dos mensajes, un camino

Dos mensajes, un camino
Martin Santivañez
28 de julio del 2015

Reflexiones sobre el mensaje de Humala y el discurso del Cardenal

Conforme pasa el tiempo parece más evidente que el Presidente Humala tendría que haber leído menos a Platón y más a Aristóteles. Su percepción distorsionada del mundo de las ideas, su idealismo romántico teñido de ideología progresista ha sido el tronco de pensamiento responsable de la debacle de su gobierno. Humala ha fracasado como guardián socrático porque prefirió aferrarse al topus uranus antes que confrontar sus premisas con la realidad nacional.

Por eso, resulta interesante analizar el idealismo humalista, teñido de asistencialismo tropical, y contrastarlo con la homilía del Cardenal Cipriani, un ejemplo patente de realismo cristiano. Allí donde el humalismo progresista ha levantado artificialmente barreras de odio, el Arzobispo de Lima ha reconocido el gran principio de unidad nacional: la síntesis cristiana que se encuentra en la raíz del Perú. Esta percepción, elemental a cualquier analista que se adscriba imparcialmente al realismo, con frecuencia es oscurecida por el veneno radical de las ideologías que turban cualquier aproximación objetiva a lo que de verdad sucede en el Perú.

El Cardenal tiene razón cuando afirma que nuestro país debe seguir un destino distinto al que impone el neocolonialismo de ciertas instituciones que promueven la tiranía del pensamiento único. Esta apuesta por un sendero auténticamente peruanista contrasta radicalmente con la temprana inclinación del humalismo por la imitación de un modelo foráneo, extraño a nuestra realidad: el modelo brasileño. El gobierno nacionalista optó por unir su destino al lulismo, sin criba de por medio, y es por ello que incluso un día como hoy, el presidente señala que lo mejor de su repertorio son los programas sociales, un calco de Brasil. ¡Qué poco nacionalista ha sido el gobierno del Partido Nacionalista! Anclados en su desviación ideológica, siguiendo el libreto carioca, los discípulos del lulismo corrupto también han buscado, aquí, en la tierra del Sol, polarizar hasta el extremo, ensayando un discurso maniqueo y una política sectaria que desde el primer momento buscó de manera consciente el arrinconamiento de la oposición.

Nada de esto cambiará de cara a las elecciones y precisamente por eso es rescatable el realismo cristiano del discurso del Te Deum dónde, por encima de este juego de facciones que ha fomentado el gobierno humalista, se eleva la voz de la unidad cristiana que llama a una contienda electoral sin divisiones estériles ni odios peligrosos. Este realismo apela al respeto entre los peruanos y a la superación del radicalismo progresista que busca la división permanente según la teoría del “mal menor”. Ya sabemos que para los progresistas peruanos, hace cinco años, el “mal menor” era Humala. Hoy ya están ensayando una alianza con PPK.

La ventaja del realismo sobre las utopías es que reconoce sobre qué debe fundarse una política eficiente. La realidad del Perú es clara. La división artificial que pretenden ciertas ideologías minoritarias (me refiero al consenso liberal-socialdemocrata) termina estrellándose con una población que defiende a la familia, cree en la trascendencia y apuesta por el perdón político. El líder que apueste por este realismo unificador y rechace las viejas utopías ideológicas vencerá y convencerá en la campaña electoral.

Por Martín Santiváñez Vivanco

Martin Santivañez
28 de julio del 2015

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