Juan Sheput
Dina Boluarte o el gobierno sin objetivos
La falta de un claro liderazgo en el Poder Ejecutivo
Una de las funciones de la política es establecer objetivos, fines claros que permitan conducir a las sociedades. Sin ellos, pues simplemente se marcha sin rumbo, cambiando tanto como una veleta movida por el viento. En ausencia de objetivos cualquier cosa es tema de conversación u ocupa un espacio en el espectro mediático. Tiene cabida todo, una marcha por la paz, otra por la violencia, una asamblea constituyente, elecciones anticipadas, reformas políticas, inflación, capítulo económico, integridad del territorio, separatismo, todo.
Y es así que todo se ve en desorden. O peor aún, todo se ve complejo porque es difícil de entender para la ciudadanía. Y esa complejidad, al generar un estrés social, causa que se busquen soluciones fáciles. Cualquiera que plantee una solución simple, elemental, sin matices, se adueña de la confianza popular. Es la magia del populismo. Es por ello que en el imaginario popular triunfa y se consolidan propuestas como que una nueva constitución solucionará todos nuestros problemas, o que una reforma política nos brindará un eficiente sistema de partidos y una mejor clase política. Pamplinas. Las soluciones simples son fuente de nuevos y mayores problemas.
Todo ello tiene una causa: la ausencia de liderazgo ¿En quién? En quien debe ejercerlo, la presidenta de la República Dina Boluarte. Para ponerlo en práctica necesita orientar a la población, a través de la construcción de una agenda mínima y concreta que permita alinear los diversos esfuerzos de personas y organizaciones en el país. Pero no la hay. Y eso es el origen del desorden que se vive en la actualidad en nuestra sociedad.
Lo lamentable es que parece que la presidenta Boluarte no repara en ello. Más bien pareciera esforzarse en introducir más energía al caos. Anuncia consejos de ministros descentralizados que empiezan a regar promesas en las regiones que no solo no se cumplirán, sino que serán estímulo para nuevas marchas y reclamos llevados por la decepción. La presidenta Boluarte debe abocarse a una agenda mínima y trabajar concretamente en ello. Esa agenda debe contemplar una fecha para las elecciones generales anticipadas –las cuáles se deben realizar de manera limpia y transparente–, un relanzamiento de los sectores afectados de la economía y la lucha contra la corrupción. Esos serían los puntos principales. Esos deberían ser el foco de su atención y esfuerzos.
De no hacerlo la presidenta, los problemas se agravarán. Se equivocan quiénes creen, desde el gobierno y el parlamento, que pueden hacer tiempo y quedarse sin mayor riesgo hasta el 2026. El Perú no puede estar en permanente agonía, con un Congreso en donde cada vez más parlamentarios son investigados por corrupción. Ese Congreso, que ha perdido legitimidad, y ese gobierno, que no ve la realidad, serán los causantes de que el tema de la asamblea constituyente se convierta en gatillador de la exigencia social de cambio. No lo duden.
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