Devolverle a Fujimori el indulto concedido

Alberto Fujimori ha solicitado la restitución del indulto que le otorgó el expresidente Pedro Pablo Kuczynski, indulto que fue ratificado por el Tribunal Constitucional. No obstante, por presión mediática y política de los opositores de Fujimori, y como era previsible, una resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos dejó sin efecto la gracia presidencial. De esta manera, una vez más, la soberanía nacional fue avasallada por la presión de organismos internacionales controlados por el marxismo e izquierdismo mundial. 

En una reciente audiencia judicial Fujimori también señaló que fue condenado “por un supuesto delito agravado, por crímenes de La Cantuta y Barrios Altos, por una autoría mediata que no concuerda con la realidad de la época”. La cárcel de Fujimori no es otra cosa que el resultado de todas las venganzas juntas. El plan comunista comenzó destruyendo su imagen –mediatizando los avances económicos y de pacificación logrados– hasta pretender dejarlo en prisión hasta la muerte. 

Con la caída de Fujimori numerosas investigaciones fueron abiertas. Sin embargo, sus encarnizados enemigos no lograban armar un caso y demostrar jurídicamente todo lo que decían. Los informes de la empresa Kroll –también experta en ubicar fechorías a nivel global–, contratados por el toledismo, fueron escondidos porque decían no haber encontrado riquezas mal habidas de Fujimori, parientes, colaboradores o personas cercanas a él. Las organizaciones de derechos humanos, así como los fiscales y procuradores antifujimoristas, concentraron sus esfuerzos en los casos Barrios Altos y La Cantuta. 

Los esfuerzos fueron estériles. Conforme a ley, la maquinaria antifujimorista no pudo hallar un nexo directo entre Fujimori y los autores de los crímenes de Barrios Altos y La Cantuta. Diversos testimonios, tampoco publicados, daban a conocer la presión y el chantaje ejercidos contra los procesados por parte de los investigadores. A como dé lugar los acusadores buscaban versiones que incriminen a Fujimori. Sin los resultados esperados, surgió la autoría mediata, teoría que vincula a la autoridad con los delitos cometidos por sus subordinados. De manera antijurídica y caprichosa, por ser el presidente de la República y jefe supremo de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, lo hicieron culpable de actos de los que ni siquiera estuvo enterado. 

Ya nos imaginamos la andanada de improperios que se dirán el día en que Alberto Fujimori parta a la eternidad. Y es que de manera progresiva los odios políticos se asentaron en ciertos sectores sociales. Y quienes atizan este comportamiento, nocivo para la moral ciudadana, tienen nombres conocidos: militantes antifujimoristas con la consigna de desprestigiar y dividir. Infamias, ataques personales, mentiras descaradas e irracionalidades son parte del plan de ataque de quienes hacen falsas galas de solvencia personal y civismo ejemplar. 

La muerte de Hernando Nano Guerra, vicepresidente del Congreso de la República, fue aprovechada por esos antis para atacar sin considerar el dolor ajeno. Para ellos era imperdonable que el conocido Nano se apartara de su socialismo juvenil; y también su contribución a forjar la derecha popular, de emprendedores, de pequeños capitalistas, de personas que apuestan por el mercado libre, la competencia y el esfuerzo propio. Unirse a Fuerza Popular fue lo peor, según sus detractores. 

“Fujimori no pidió perdón”, todavía dicen en la calles, repitiendo la burda exigencia de comunistas y progresistas. ¿Fujimori tendrá que pedir perdón por liberar al país del terrorismo asesino, por poner los cimientos para una economía sólida –a pesar del mal manejo de posteriores gobernantes– y, sobre todo, por entregarle ímpetus a una población hasta entonces abatida moralmente, en su mayor parte personas que emigraron buscando un mejor porvenir? ¿Perdón por crímenes no cometidos, inventados por los comunistas?