J. Eduardo Ponce Vivanco

¿“Desafección” o desprecio por la política?

La política es un fenómeno distante y molesto para la mayoría de peruanos

¿“Desafección” o desprecio por la política?
J. Eduardo Ponce Vivanco
22 de junio del 2018

 

Es bien conocido que en épocas de turbulencia, o cuando se espera algún evento negativo, los mercados bursátiles “descuentan” su incidencia antes que ocurra y siguen operando con normalidad. La sorpresa posterior es grande por la ausencia de impacto en los valores que se transan diariamente. Algo parecido está ocurriendo en el Perú, donde los eventos negativos siempre surgen de la política, cuyos continuos remezones ya no llaman la atención de los mortales.

En las últimas semanas el Banco Central de Reserva (en dos oportunidades) y el Instituto Peruano de Economía han analizado indicadores que demuestran el tan largamente esperado repunte del crecimiento en la economía nacional, afirmando que el principal motor de este fenómeno es el consumo interno. Han señalado, por cierto, otros factores decisivos, como la pesca, la agroexportación o los buenos precios de los minerales que vendemos en el mercado internacional. Pero el consumo interno es un indicador “democrático”. No todos somos productores, pero todos somos consumidores. Y en el Perú, ese “todos” es transversal porque no excluye a ningún estrato de la población, y demuestra que el peruano sigue trabajando y produciendo, a pesar de los políticos.

Congresistas, miembros del Ejecutivo, analistas y medios de comunicación viven ensimismados en sus pugnas y controversias, convencidos de que la gente está pendiente de ellas. Pero es evidente que no lo está; porque si lo estuviera, trabajaría mucho menos y no progresaría, persuadida de que estamos atrapados en un callejón sin salida. La informalidad (un 70% que crece) es una incontestable expresión de marginalidad respecto del acontecer político. Y los análisis de las encuestas, que nos agobian mensualmente, pasan por alto el enorme nivel de ciudadanos que se declaran ignorantes sobre el tema que se les pregunta. Nadie los interroga sobre su interés o desinterés en la política, sobre su lectoría de periódicos o sobre su preferencia por los programas que analizan las noticias en la TV o la radio.

La anemia partidaria nacional no solo refleja la desconfianza del ciudadano en los políticos; también se traduce en la patológica falta de representividad que caracteriza a nuestro raquitismo partidario. La reciente elección presidencial en Colombia ha traído lecciones valiosas en ese plano. El más que centenario bipartidismo de conservadores y liberales se ha enriquecido con la presencia de nuevos partidos. Pero lejos de debilitar el debate y la vida política, la han vigorizado con personas bien formadas y discursos coherentes y representativos del momento crucial que vive ese país. ¿Podemos decir lo mismo?

Me pregunto si sería muy aventurado asumir que, entre nosotros, la política es un fenómeno distante y molesto para las mayorías; y que no merece el interés de los que trabajan duro, porque que solo produce leyes o líos que perturban a los que se esfuerzan para vivir mejor en un país plagado de dificultades y de una maraña normativa que crece sin cesar. Si esta impresión calza con la realidad, la patología de nuestra política no sería la “desafección”, sino algo peor y más profundo.

 

J. Eduardo Ponce Vivanco
22 de junio del 2018

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