Defender la libertad, el progreso y la democracia

Quienes por valores morales, por argumentos religiosos o por ejercicio puro de la racionalidad creemos en la superioridad de la justicia como principio superior a la Ley de Talión, derogada por la humanidad en su progreso como especie, entendemos que se represente a la justicia descrita como una balanza en la que se evalúan los actos positivos y negativos de una persona. Curioso que la prensa permita que se sigan autodenominando “progresistas” aquellos individuos apegados a cruentas dictaduras basadas en ideologías de inicios del siglo pasado, y que parecen estar anclados en el concepto de justicia del siglo XVIII. Pero ha empezado un nuevo año y con él la responsabilidad de mirar a dónde queremos ir. Nadie puede conducir concentrado en el espejo retrovisor.

Hace año y medio el pueblo peruano expresó, por larga mayoría, su voto por las opciones partidarias que propugnaban la modernización del país, desechando las opciones autoritarias mal disfrazadas, que vienen desangrando a pueblos hermanos como Venezuela. Pero el contagio de la rudeza verbal azuzada por prensa irresponsable o infiltrada por el enemigo en las elecciones contemporáneas, generó heridas de difícil cicatrización. Cuando insulta el lejano, el golpe resbala; pero cuando lo hace el amigo, el pariente o el cercano, ofende, hiere, duele más.

Las democracias fuertes aprendieron hace mucho la importancia de voltear la página y sacaron adelante a sus ciudadanos. EE. UU. superó su guerra de secesión y España la última la guerra civil: Japón, Alemania e Italia, la insania de quienes ellos llevaron al poder y la muerte de propios causada por la guerra expansiva que ellos mismos iniciaron.

Tras la crisis de fin de la vacancia, la traición de los de siempre debiera hacernos restañar rápido las heridas y alejar los rezagos del humo dejado por la batalla electoral. El enemigo de la seguridad, la libertad del individuo y del mercado, el enemigo de la libre elección del gobernante, a quienes el pueblo negó el control del Ejecutivo (donde algunos lograron colarse) y del Legislativo, se ha sacado la careta y desembozado convoca sus escasas pero organizadas huestes para golpearnos.

Unos planean juntarse el 6 en Cusco, otros quieren aprovechar la prensa presente para su alharaca a víspera de la visita papal. Para ello cuentan con el apoyo experimentado de los agentes serviles del neoimperialismo cubano (que se entrenaron allá) y el dinero de sus poderosos clientes de oriente. Cerremos filas, que toca defender la libertad, el progreso y la legítima democracia. La turba no debe poder más que la justicia y la ley. Pero si es necesario habrá que mostrar en calles y plazas cual es la real mayoría, los hombres de bien.

Pueden venir días complicados en los que los bárbaros intenten parecer más con ruido y tumulto amplificado por la prensa irresponsable o asalariada. Pero somos más los peruanos que queremos que siga avanzando un país que empezó progresando genuinamente en libertad, tras el desastre económico y social causado por la dictadura militar velasquista (de cuyos robos, corrupción y muertos nadie habla).

En manos de nuestro actuales políticos responsables está definir prioridades y acuerdos mínimos y defenderlos a pie firme. Solo así nos convertiremos en un país que provea entorno seguro para la felicidad de los hombres de bien y un infierno para los que pretendan ejercer la violencia por apetitos políticos o económicos. La violencia solo es válida en la defensa de la vida y bienestar legítimo propios, de la familia y de la patria.